Ruta realizada el 12 Enero 2013.
Fuimos Mónica y su perra Rusa,
Pepa, Sole, Antonia, Vicente, Juan José, Patxi, Miguel, Maxi, Jesús, Pepe, Manuel o "Guti", Manuel y yo, un grupillo numeroso.
En esta ocasión, aunque sigo sin
gps, mi amigo Juan José me cedió su track que será el que subiré a Wikiloc.
Llegamos desde Ronda y pasamos
por El Burgo, donde nos encontramos con nuestro compañero Manuel que venía de
Jerez y, algo antes, con dirección hacia Casarabonela, (en el lugar conocido
como Puerto de los Martínez) dejamos los cuatro coches.
Teníamos la intención de subir al
pico Grajo o Valdivia (también se le llama pico Alcaparaín. No sé si porque
pertenece a la Sierra de Alcaparaín) pero nos encontramos con un pequeño cartel
metálico que indicaba que se iba a celebrar una montería o batida este mismo
día.
Entre colocarnos las botas,
mochilas, ect… pasó un tiempo, lo justo y necesario para que llegasen dos
cazadores que, al vernos, nos advirtieron de la actividad que pensaban realizar
en esta sierra de Alcaparaín.
Nos informaron que se trataba de
una batida formada por unos doscientos cazadores y otros tantos perros y que se
iba a realizar caza mayor, principalmente enfocada a los jabalíes, y que la mayoría
vienen con rifles que disparan balas de un alcance mínimo de 500 metros,……
El panorama nos lo pintaron tan
negro que, la gran mayoría de nosotros, optamos por subir a otro pico
diferente. Veíamos demasiado arriesgado subir por la misma ladera en la que
pretendían cazar.
Todos salvo nuestro querido Juan José al que le costó horrores
bajarse del burro ya que, primero, no le gusta nada (igual que me pasa a mí) la
actividad de cazar animales indefensos y, segundo, se había currado los
diferentes planos y trazados para servirnos de guía en dicha ruta.
Menos mal que, al final, decidimos
realizar un itinerario alternativo por la cordal que teníamos en frente (al principio
un poco a regañadientes) pero que, al final, nos resultó una atractiva e
interesante ruta.
Así que, con mochilas a la
espalda y botas de montañas en los pies, el nutrido grupo cruzó la carretera y
comenzamos subiendo por un carril bien definido que nos llevaría a la carretera
que une los pueblos de Yunquera y Alozaina si lo siguiéramos en su totalidad.
Anduvimos un buen tramo. Pasamos
un desvío a la derecha que indicaba hacia la Fuente de los Hornaos y un
senderillo que se abría a nuestra izquierda que nos llevaba a una calzada
romana indicada mediante otro cartel de madera situado justo al lado opuesto. Se
trataba del antiguo camino de la Dehesa, según contaba un pequeño muro
informativo que nos indicaba y daba información sobre el mismo.
Cuando el carril se dirigía,
alineado perfectamente con una barranquera o vaguada y describiendo una marcada
curva hacia la izquierda, nosotros dejamos el camino y continuamos campo a través
por el propio curso del barranco. Parte del grupo tomó un sendero que vieron y
otros nos fuimos por el cauce.
Nos reunimos todo el grupo en su
parte superior y visitamos nuestra primera elevación de 905 metros de esa
cordal que comenzábamos a seguir. Aquí aprovechamos y nos tomamos un tentempié
viendo toda la Sierra de Alcaparaín con el Grajo como punto más alto y, frente
a nosotros, por supuesto, vimos las jaurías de perros y a los cazadores
avanzando por la falda de ese monte.
Tras el breve descanso, tomamos
por toda la cordal que teníamos delante de nosotros por su borde, en muchos
puntos, bastante escarpado y con vistas espectaculares.
Alcanzamos el siguiente
promontorio, esta vez de 1.073 metros de altitud, que se desmarcaba y sobresalía
cuando nos aproximábamos pero que, cuando lo subimos, no era más que otro pico
inferior respecto a los que nos quedaban por pisar.
Se trataba de una cordal que iba
en continuo ascenso, con pequeñas elevaciones a lo largo de ella que destacaban
y sobresalían.
Así seguimos, durante un buen
trayecto, subiendo y bajando diferentes elevaciones a lo largo de la cordal y
cerca de su borde, con algunas respetables caídas verticales, hasta alcanzar el
punto más alto de 1.183 metros donde decidimos iniciar la bajada hasta conectar
con el carril que abandonamos al comienzo de este trazado y que nos acompañó bastantes
metros más abajo relativamente paralelo a nuestra trayectoria.
Desde arriba veíamos un grupo
enorme de senderistas que nos fue acompañando todo el trayecto, nosotros por
arriba y ellos por abajo, por el carril, hasta que de repente nos cruzamos en
el punto anterior antes de iniciar nuestra última subida, donde coincidimos y
cambiamos alguna información.
La bajada la realizamos por la
vaguada que formaba este pico campo a través, con acentuada pendiente y
buscando el mejor paso. Existía mucha vegetación que no facilitaba dicha tarea,
es más, hacía más dificultosa la bajada puesto que resbalaba.
Y si no, que se lo cuenten a dos
compañeros del grupo. Uno, Maxi, que por dos ocasiones dió vueltas hasta de
campana al ir bajando, aunque por suerte sin problemas. Peor suerte corrió
nuestra amiga Pepa que, al intentar no caer forzó una pierna en la que tenía un
problema de menisco y notó un fuerte chasquido aunque, tras una pequeña sesión
de masajes, (suerte que nuestro compañero Manuel, de Jerez, es fisio) parece
que no llegó a mayores consecuencias.
Tras sudar de lo lindo en esa
dichosa bajadita, por fin todos reagrupados de nuevo, emprendemos el camino de
vuelta por el carril dirección a los vehículos cerrando nuestra ruta de forma
circular.
Por el carril, yendo de regreso,
dejamos un cruce que, mediante postes indicativos de madera, nos informaban
sobre la dirección al Puerto de la Jácara (más tarde nos enteramos de la existencia
de la cueva de la Jácara. Una pena no haberlo sabido en ese momento).
Durante el trayecto de vuelta
vimos rincones y plataformas como auténticos balcones naturales de toda la
costa mediterránea. Málaga se veía a la perfección y, por supuesto, Casarabonela,
casi a vista de pájaro. Inmejorables panorámicas de toda la zona.
Llegamos a otra zona en el carril
donde un nuevo pequeño muro, a título informativo sobre azulejos, nos indicaba
la localización de una pista de despegue para los parapentes, “La pista de
Levante”.
Poco a poco, ya que el carril era
largo, nos íbamos acercando a nuestro destino mientras Miguel y yo, los más
retrasados del grupo nos dedicamos a coger las ricas tagarninas que crecían por
los bordes del camino.
Una vez en los coches y tras el
cambio de botas y ropas, nos despedimos de varios de los componentes del grupo
y, sólo dos coches, nos dirigimos a nuestro ya clásico bar Rural de Montellano
para reponer las sales minerales perdidas en la ruta y recargar las baterías
con unas magníficas tapas que ya van siendo habituales, como unas carrilleras.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
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