domingo, 21 de noviembre de 2021

CIRCULAR DESDE LA NAVA DEL RICO AL MORRO DEL CEREZO Y ALTO DE PEÑA RUBIA

 

Ruta realizada el día 18 de Marzo del 2017.

Fuimos Mª José y yo, Antonio, que vimos el momento adecuado para acercarnos de nuevo a nuestra queridísima sierra de Cazorla, Segura y las Villas, y sin pensarlo mucho, tiramos para allá flechados, como imantados y eso que para nosotros, no está al lado que digamos. Pero es más fuerte las ganas de patear por este entorno, que la distancia que nos separa.

Otra vez en el precioso pueblo de Cazorla y el Hotel que rige nuestra ya amiga Felisa, Hotel el Parque, en el que nos encontramos como en nuestra casa.

En la madrugada del sábado, partimos hacia el embalse de Aguascebas, desde el que hemos realizado ya, varias y estupendas rutas y como casi siempre, entrando por el pueblo de Chilluévar, donde solemos desayunar, cada vez que nos dirigimos hacia el pantano. En esta ocasión lo dejamos atrás y paramos recorridos unos 4 o 5 Km, en una pequeña entrada junto a un carril, en la zona conocida por la Nava del Rico, donde a pie de carretera hallaremos un doble cartel que nos indica “Vivienda Rural Las Castañetas” y “Carril: Prao de los Chopos-La Escalera”, allí estacionamos el vehículo.


Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, dimos inicio a nuestra nueva aventura, siguiendo como recorrido orientativo el track de Alexandermágina, al que agradezco que lo haya publicado. En el recorrido circular que planteaba, subía entre otros, a la Corva y a la Morra, picos que yo ya había encumbrado anteriormente, uno de ellos, recientemente y en principio, no entraba en mis planes, pero sí el Alto de Peña Rubia, que al final subimos.

Soy seguidor de su blog, “Por los cerros de Úbeda” y muchas ocasiones he pensado en llamarlo para intentar formar parte de su grupo, para realizar con ellos, alguna ruta que me descubran bellos rincones de esta sierra, pero la distancia que nos separa, siempre me hace retraerme de esa idea.

Comenzamos caminando por el citado carril, en una curva de las preliminares vimos los restos de la casa de Juan Rodríguez y algo más adelante, una fuente con multitud de tornajos. El carril se metió en un denso y bonito pinar, para al salir de él, encontrarnos con la Casilla de la Cruz, ésta, si estaba en uso.


Al momento, el carril sufría una bifurcación, lugar donde cerraríamos la circular, tomando por nuestra izquierda, donde un cartel de madera, anunciaba “Vivienda rural: Majada la Carrasca”.

Continuamos por el mismo, de forma relajada y en progresivo ascenso, pasamos junto a la casa rural, que estaba ocupada por clientes, de hecho, uno de ellos, nos acompañó un tramo buscando a su mujer, que salió un tiempo antes, hasta que comenzó a descender, teniendo unas preciosas vistas de una pequeña planicie con los murallones calizos que la delimitaban al fondo, la Lancha de la Escalera.


Aquí abandonamos el carril, que de seguirlo, nos llevaría de nuevo a la carretera de partida, pero en otro punto, junto a la Traviesa.

Dejamos al lado, el cortijo Raso de la Escalerita y pasamos a la vertiente contraria, la que nos encontramos enfrente nuestra. Por un difuso senderillo, que poco a poco  se hizo más marcado, nos fue dirigiendo entre un denso pinar entremezclado con arbustos y algo de maleza, aunque salvables, a la senda clara y rocosa que nos subiría por el paso de la Escalera.

Fuimos tomando altura y comenzamos a tener vistas desde arriba de toda la nava que atravesamos al abandonar el carril, además de los diferentes cortijos situados sobre ella, como el mencionado del Raso y el de la Cruz de Juan Núñez.





Superamos la mole caliza, por la hendidura que era la Escalera y llegamos a la parte superior de esa plataforma. No pudimos retener la tentación de asomarnos a su borde, donde comenzamos a tener unas espectaculares panorámicas.




Continuamos ascendiendo por la misma vaguada que desembocaba en el paso de la Escalera, para salir de nuevo a otro carril, el Camino de la Cañada del Avellano. Lo seguimos en un corto trecho, para abandonarlo enseguida y ascender a la elevación situada al Noreste de la Majada de la Hiedra, una elevación que llamaba poderosamente la atención, de hecho, creí durante un instante que se trataba del Morro del Cerezo ya que disponía en lo alto, de dos hitos cónicos formado por piedras y de otro con una especie de antena, que resultó ser un palo vertical.

Nos dirigimos hacia él, y alcanzado su collado, descubrí el auténtico Morro, con la casetilla en lo alto, nos acercamos a los hitos que desde abajo había divisado y recorrimos toda la cordal, para acceder, otra vez en ascenso a la cumbre del Morro del Cerezo.

Allí descansamos, y tomamos unas frutas, escudriñando, a la vez, toda esa zona, incluso recorrimos una pequeña dorsal caliza, como un saliente rocoso, a forma de mirador natural que posee en la misma cima.. La caseta de vigilancia, aunque algo derruida, daba la impresión de haber sido restaurada en alguna ocasión.















Reemprendimos la marcha, bajando paralelamente al tramo de subida y tomando una clara dirección Sur, hacia los otros picos que teníamos previsto conquistar, entre ellos, el Cerro de la Nava de Domingo Viejo y la Piedra de los Desesperados.

Recorrimos fielmente la cordal que los unía, subiendo a dos elevaciones intermedias que se interponían entre las que queríamos realizar, bajando de la última, la más cercana al cerro de la Nava de Domingo Viejo, pasamos por la divisoria de la cabecera de dos barrancos, hacia el Este, el que originaría el arroyo del Membrillo o Zarzalar y al Oeste, el que alimentaría al Arroyo de la Cañada del Avellano, ya desde allí, se tenían unas estupendas vistas de la elevación que pretendíamos alcanzar, un saliente rocoso cortado a pico.









Para subirlo, lo envolvimos algo por el Oeste y en pocos minutos nos encontramos sobre él. Una plataforma con vistas espectaculares a todo su alrededor, pero de la que disfrutamos poco tiempo, ya que paramos un mínimo tiempo, para continuar con la ruta.

De la anterior cumbre, tras su bajada, iniciamos la subida a la Piedra de los Desesperados, siguiente a coronar. Por no bordearla algo y así coronarla más fácilmente, la ataqué directamente, superando un paso algo delicado, pero que con cuidado no tiene el menor problema.

La parte superior de esta nueva cumbre era algo caótica y repleta de arbustos bajos que te impedían caminar libremente, además para alcanzar su extremo y la Piedra en sí, sólo había un recorrido posible a realizar, donde había que ir buscando los mejores pasos para acceder a la única entrada posible.

Cortados de vértigo y pasillos aéreos preciosos. Otra extraordinaria plataforma para la contemplación del paisaje de los alrededores.




Tras contemplar y observar todos los posibles rincones de esta nueva elevación, continuamos dirección Sur nuestra andadura. Por un terreno cómodo de caminar y sin un claro sendero, nuestro próximo objetivo podría ser la Corva, que desde el punto de vista que lo observábamos, no tenía o mejor dicho, no se le veía el característico saliente rocoso que la hace inconfundible.

Lo habíamos subido recientemente y nos no llamaba mucho la atención el coronarlo y como pretendíamos alcanzar el Alto de Peña Rubia e íbamos sin track orientativo, preferí dejarlo y continuar hacia la elevación, por si nos encontrábamos con alguna sorpresa inesperada, muy posible en esta sierra.

Nos encontramos con un largo vallado, sería el límite de la finca del cortijo de la Berraza y aunque en ningún momento fue un obstáculo a nuestro avance, si nos modificó un poco nuestra dirección, obligándonos a seguirlo paralelamente durante un trayecto, nos obligó a pasar por una zona estrecha limitada entre el vallado y una formación rocosa en el otro lado y entre ellos un arroyuelo de transparentes aguas.





Dimos con un tenue carril que tomaba dirección hacia la Corva y que tomamos durante un corto trayecto, para abandonarlo enseguida y dirigirnos hacia nuestra siguiente elevación, intentando perder el mínimo desnivel posible.

Pasamos junto a la cancela de entrada a la finca del cortijo del Pardal, para acto seguido, encontrar un claro sendero que transcurría por el limite de un pinar, donde aprovechamos la sombra para tomarnos unas frutas. Este senderillo no lo abandonamos hasta el momento que vimos que se retiraba levemente de la dirección de nuestro objetivo, que similar a la Peña Corva, aunque de menor entidad, disponía de un prominente saliente rocoso muy característico.

Nos dirigimos hacia él, ascendimos por una especie de ancho pasillo entre paredes verticales y en un momento estuvimos en lo alto y junto al borde, después nos dimos cuenta que el Alto de Peña Rubia, se encontraba algo más retirado de donde nos ubicamos encima del saliente rocoso que veíamos desde abajo y tuvimos que caminar por esa atractiva cordal hasta alcanzar su punto más elevado.










Escudriñamos la zona, recorrimos un tramo más, llegando a un mojón de señalización y en lugar de descender por donde mismo subimos, bajamos por su ladera Oeste, por una hendidura cómoda, buscando directamente el sendero por el que llegamos, pero a una altura algo más alejada de donde lo abandonamos.

Una vez en la senda, la recorrimos en sentido inverso y a la altura aproximada de la cancela del cortijo del Pardal, nos fuimos desviando de la trayectoria que trajimos, para seguir el curso del arroyo del Pardal.

Una zona muy relajante, plana y cubierta de hierba corta, donde dimos con una fuente abrevadero, compuesta de unos seis de ellos escalonados unos sobre otros, realizada con materiales de construcción, ya que los restos de los antiguos tornajos de madera, yacían delante y desmontados.









Continuando junto al arroyo, nos encontramos con una manada de caballos que pastaban tranquilamente en la idílica pradera. Dejamos el cortijo de los Rasos a nuestra izquierda, un carril que cruzamos nos llevaría a su entrada. Subimos una zona rocosa que luego tuvimos que descender y que nos llevó de nuevo al curso fluvial. Allí encontramos un vallado que limitaba la finca de un derruido o antiguo cortijo de la Berraza, supongo, ya que el actual, se encontraba algo más alejado hacia el Noreste.

Cruzamos el arroyo, realizamos un corto ascenso para pasar por las ruinas de otro enorme caserío, y al descender dimos con otra pequeña nava por donde discurría  el arroyo de la Cañada del Avellano, mismo curso pero con distinto nombre tras recibir aporte de otros arroyuelos, aquí también descansamos y nos entretuvimos un rato, ya que se trataba de un lugar precioso y relajante.

Tras el merecido descanso, reemprendimos la marcha y nos tocó ascender nuevamente por la vertiente contraria, aunque enseguida estuvimos en lo alto para comenzar el descenso y de esta manera, desde arriba, divisar el cortijo de la Cañada del Avellano, que disponía de diferentes zonas para el ganado doméstico, principalmente vacuno. Debíamos dirigirnos hacia él para bordearlo y dejarlo a nuestra izquierda, recuerdo a un enorme perro blanco que aunque huidizo, era muy ladrador y en ocasiones, incluso nos enseñaba los dientes, siguiéndonos en nuestra trayectoria un tramo del recorrido, al que no le perdí el ojo en ningún momento, por si acaso.

Con esa tensión en el cuerpo, conseguimos pasar toda la longitud de vallado del citado cortijo y arremeter acelerados, como una salvación, la nueva vertiente a superar, tomando un claro sendero entre una zona caótica de caliza.

Mientras subíamos, echamos la vista atrás, principalmente por asegurar que el can no nos siguiera, y segundo para contemplar la Corva y el Pardal, que ya iban quedando al fondo y a lo lejos.

Coronada la pendiente, comenzamos con el descenso, donde desapareció la caliza casi por completo, internándonos en un pinar que acababa en una pequeña nava, aprovechada antiguamente para terrenos de labor, por lo escalonado de sus terrazas. Quedando a nuestra izquierda una nueva vivienda donde celebraban una barbacoa y como no, otro perrito suelto que se nos puso a ladrar en nuestro camino, sin dueño que mediara, menos mal que se trataba de los de raza pequeña, que no tenía ni una mala patá para embarcarlo.
















Pasada la nava entramos en la cabecera de lo que llaman la Escalera romana, dudo mucho que tenga ese origen. Allí volvimos a recuperar fuerzas, siendo observados desde lo alto, por un numeroso grupo de montesas, a las que le dejamos algo de pan.




Se trataba de una bajada por un perfecto sendero enlosado y bien fabricado, siguiendo el curso de un arroyuelo, cuyas aguas vertían sobre el de Aguascebas de la Fuente del Tejo, que discurría más abajo.

La senda nos dejó en un carril que ya nunca abandonamos hasta alcanzar nuestro coche. Éste nos llevó haciendo suaves ascensos y descensos, nos hizo cruzar el anterior arroyo por un puente, nos pasó junto al cortijo del Prado de los Chopos, junto al de la Cruz de Juan Nuñez, donde existía una bifurcación que tomamos a nuestra izquierda y por último, junto al cortijo Casilla de la Cruz, donde enlazamos con el itinerario de ida de esta mañana.









El resto del camino lo hicimos por el mismo de ida hasta el vehículo.







DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:

https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/circular-desde-la-nava-del-rico-al-morro-del-cerezo-y-alto-de-pena-rubia-89430944

 

 

 

 

 

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