Ruta realizada el día 21 de Marzo
del 2016.
Segunda ruta consecutiva por esta
Sierra. Nos trasladamos hacia el mismo punto que lo hicimos cuando realizamos
el macizo de Navazalto, al embalse de Aguascebas, pero en esta ocasión, la ruta
se planteaba hacia el lado opuesto.
Aquí utilicé varios track que fui
combinándolos a medida que iba avanzando en el itinerario, pero principalmente,
me orienté, usando el de mi primo José Antonio, Pepe Koete, en Wikiloc, que veo
que se ha pegado por esta Sierra, más de una escapada. Saludos y un abrazo.
Procedentes de Chilluévar y
dirección al embalse de Aguascebas, dejamos el vehículo próximo al cortijo de
la Canaleja. En el carril de tierra, a la derecha, anterior al Camino a la
Fresnedilla, situado unos quince metros antes.
Este camino nos llevaría hacia el
cortijo Tranco Acebo.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos esta ruta sabiendo que en cualquier momento,
y con más seguridad, por la tarde, nos podría caer bastante agua, pero como el
día amaneció fenomenal, quisimos intentarlo.
Anduvimos por el carril donde
dejamos el coche, dirección al citado cortijo, algo antes de encontrarnos unas
puertas con candado que cerraban el carril, lo abandonamos para pasar por la
elevación de El Caracho.
Siempre por sendero marcado y con
bastantes marcas, de dos líneas blancas, sobre muchos troncos de árboles,
fuimos ascendiendo hacia esa primera cumbre. Su parte alta, era rocosa y se
podía utilizar como un estupendo mirador natural sobre el embalse de Aguascebas
y el macizo de Navazalto, realizado la semana anterior.
Ahora nos tocó descender,
siempre, insisto, por senda clara, hasta alcanzar unos hermosos llanos,
ubicados en el fondo del valle.
A continuación, otra vez para
arriba, en su inicio por un hermoso pinar, y al terminar de atravesarlo, nos
dejó en una zona algo más despejada de árboles, aunque no por ello exenta de
ellos.
Nos encontramos con un vallado
lateral y su correspondiente puerta, límite del recinto de un cortijo allí
existente y al que se accedía por un carril de tierra que moría en él y era
perpendicular al que llevábamos. De hecho, había un todo terreno aparcado junto
a la puerta.
A partir de aquí, la subida se
acentuó. En poco tiempo estábamos subiendo entre rocas y algunas con formas
especiales. Una de ellas me recordaba, en pequeño, al Roque Cinchado, en
Tenerife, el de las antiguas mil pesetas. Por lo visto esta zona la conocen
como el Paso de Tranco del Acebo.
Tras fotografiarnos con esas
piedras singulares, continuamos con nuestra ruta. Continuamos caminando junto a
un vallado que mantuvimos durante un corto trayecto, se trataba de la finca del
cortijo de Tranco Acebo o de Almagreros, según otros.
La senda nos llevó en suave
ascenso entre pinares, resultaba un caminar relajante, tranquilo, siempre
acompañado de los cantos de los pájaros, además de ellos mismos, que tanto
trabajo, me dieron para fotografiarlos con una compacta que siempre llevo.
Según el IGN, caminábamos por el Camino de la Cumbre.
Curiosamente, a lo largo de esta
senda, se alternaban el pinar, más o menos frondosos, con zonas amplias y
despejadas de vegetación, de forma alternativa y repetitiva.
Alcanzada la máxima elevación de
este tramo, nos tocó de nuevo, descender, ahora con dirección hacia el collado
Palancares, al que llegamos en breve tiempo.
Veníamos caminando y hablando
sobre esta ruta, ya que después de la impresionante, dura y preciosa ruta del
día anterior, temíamos que ésta nos defraudara un tanto, pero nada más lejos de
ello, era diferente, pero igualmente bella. Te inspiraba relajación y
tranquilidad, igual por la tensión llevada en la ruta de ayer, pero, a su
estilo, bonita y disfrutona. La verdad, es que es difícil encontrar una ruta
fea o pesada en esta Sierra.
Situados en el collado, decidí
subir a una de las elevaciones que lo limitaban, que había observado al ir
acercándome a ese punto.
Cierto es, que cuando subidos sobre la primera de las
cumbres principales, que pretendíamos realizar, el Pardal, me di cuenta que
podríamos haber realizado un trazado diferente, algo más amplio (que no fue el
día propicio), por la línea de cumbres, situadas al Sur, que limitaban nuestra
trayectoria elegida para subir a la elevación. Para otra ocasión queda.
El pico al que subí, mientras Mª
José descansaba y comía unas frutas, creo que es la Cruz del Helado, según IGN,
situado al Norte del collado.
Su cumbre rocosa y marcada con un
enorme hito de piedras, tenía unas vistas excelentes hacia todas partes,
incluido nuestro primer objetivo, el Pardal.
Regresé rápido al encuentro con
ella y partimos hacia la citada elevación, encontrándonos con una fuente en
primer lugar, para más tarde, pasar junto a las ruinas del cortijo de los
Palancares.
Caminábamos a media ladera, a una
cota más elevada que el cauce del arroyo de las Aguascebas del Chorro Gil, que
quedaba al Norte de nuestra posición, ya con decidida dirección hacia el
Pardal.
Cruzamos diferentes aportes de
aguas que alimentaban el arroyo. Por mantener la cota y no bajar y subir, nos
internamos en un pinar, donde realizamos un corto trayecto campo a través, para
dar con un marcado y claro sendero de forma casual, que nos vino de lujo,
dejándonos a los pies de la ladera del pico, junto a unas nuevas ruinas de
cortijos abandonados.
Éste último, estaba al lado de
unos de los ramales que formaban el arroyo anterior en una de las dos vaguadas
que lo formaban y causaban su nacimiento.
Toda la zona colindante estaba
formada por diferentes gradas o terrazas, por donde también discurría el
incipiente arroyo. La atravesamos, al principio longitudinalmente, para en un
punto desviarnos y en fuerte pendiente y por un terreno resbaladizo, por culpa
del barro y limo, dirigirnos a un claro collado, que no era más que el inicio
de la cordal del Pardal.
Desde aquí, ya veíamos el poste
geodésico y toda la pared longitudinal vertical que lo formaba, como un muro
pétreo, que se levantaba en lo alto de la loma donde se ubicaba.
Mirando hacia atrás, vimos por
fin a animales salvajes, ciervos, si no me equivocaba. Lo veníamos hablando
durante todo el recorrido, ! qué raro no ver fauna salvaje por aquí !
Nos dirigimos hacia esa
alineación rocosa, para alcanzar su extremo Sur, aunque mientras, durante el
recorrido, gozábamos de todos los curiosos rincones que encontrábamos, así
como, de las impresionantes vistas de los alrededores. Sierras lejanas aun
colmatadas de nieve, un bello espectáculo.
Ya encima de los enormes
paramentos pétreos que formaban la cumbre de ese pico, lo escudriñamos al
máximo, acercándonos a todos los salientes posibles. Magníficas vistas.
A esta altura el día comenzaba a
cerrarse y ponerse gris, las nubes iban en fórmula uno, incluso nos llovió
algo, e incluso nos granizó. Pero fue una cosa liviana y rápida. Lógicamente
nos hizo recapacitar, ya que nuestra intención era acometer la siguiente y
cercana elevación de la Corva, que nos supondría entre subir y bajar, entre
una, a una y media hora.
Al final desistimos de hacerlo y
enfilamos hacia La Morra.
Bajamos siguiendo hacia el Norte,
el resto de esa amplia cordal del Pardal, para una vez abajo, tomar dirección
Noroeste.
Durante un buen tramo el terreno
era bastante llano, fácil y cómodo de caminar, aunque aquí tengo una laguna de
fotos de la zona, porque las nubes decidieron soltar agua de forma continuada,
no fuerte, pero si lo suficiente para no sacar los aparatos electrónicos.
No hay cosa más incómoda que
caminar con la capucha del cortavientos colocada, siempre te va quitando visión
y constantemente hay que ir subiéndola.
Pasamos relativamente cerca de
las Casas de la Cañada del Avellano, que estaba habitado, con caballos y perros
por sus alrededores. Lo dejamos a nuestra derecha.
Aquí me quedé sorprendido, no
porque no esté acostumbrado a su presencia en las rutas que suelo realizar,
sino por no estarlo en esta Sierra de Cazorla. Vallas.
Nos encontramos con diferentes
vallados, que en principio, nos interrumpían nuestra trayectoria. Todo ello lo
contemplábamos desde cierta altura, ya que nos encontrábamos en un promontorio
rocoso, a modo de mirador.
Por esta zona dejó de llover, y
volvieron a emerger las fotos, sólo un paréntesis de ese recorrido dejó de ser
tomado por el ojo digital.
Delante nuestra y a una cota
inferior, teníamos diferentes cercados que limitaban extensiones colindantes y
no visualizábamos ningún paso claro, a más inri, algunos perros comenzaron a
ladrar. Decidí guiarme ciegamente por el track que llevaba, a ver por dónde nos
metía.
Primero nos hizo cruzar el arroyo
de la Cañada del Avellano, que aunque llevaba cierto caudal, con la ayuda de
unas piedras colocadas estratégicamente, lo pudimos vadear.
Después, nos encontramos con un
doble vallado a saltar, con la fortuna de que el primero estaba completamente
volcado y el segundo, disponía de un vado machacado y hundido. Sin ningún
esfuerzo lo superamos.
No sé si en un futuro, cuando los
dueño lo reparen, como se podrá pasar al otro lado sin necesidad de saltarlas.
Ya al otro lado, ! La salvación !
nos encontramos con un terreno enmarañado, rocas y vegetación espesa, aunque
con orientación del GPS e intuición montañera, logramos atravesarlo, ya en
ascenso, de forma rápida.
Se trataba de un lugar de roca
caliza, con hundimientos y elevaciones, característicos de este tipo de rocas,
en uno de esas depresiones, nos encontramos con un grupo de gamos, allí
resguardados.
No era cómodo caminar por ese
tramo, había que dar muchas revueltas para alcanzar los diferentes puntos de
nuestra trayectoria, así que cuando vi la ocasión, me desvié hacia un pinar que
limitaba con nosotros y ya por él y de forma más cómoda y rápida, avanzamos
hacia nuestro siguiente objetivo, la Morra o cerro del Avellano.
Por el pinar, al principio, campo
a través, intentando no perder cota, para terminar por un sendero que nos dejó
en la base de la cordal de la elevación, una zona despejada relativamente de
árboles.
Las vistas desde este punto eran
magníficas, desde la Caseta de Fogoneros, en el Navazalto, al pueblo de
Iznatoraf, la Corva y el Pardal entre otros.
Sólo nos quedaba una rápida
subida por una coronación caliza algo caótica, que formaba la cumbre de la
Morra. Vistas excepcionales a todo el alrededor, aunque lo que más llamaba la
atención era el embalse de Aguascebas.
Desde arriba estuvimos estudiando
un poco el recorrido que aun nos quedaba, intentando identificar los diferentes
puntos, a priori, conflictivos. Estaba claro que todavía nos quedaban por bajar
dos enormes terrazas a diferentes cotas, antes de terminar sobre el carril que
nos llevaría al coche. Pero de momento, nuestro siguiente objetivo era
llegarnos al mirador sobre la cascada de Chorrogil.
Comenzamos la bajada de la
cumbre, casi por nuestros pasos de subida, para poco a poco ir dirigiéndonos
hacia la Cañada del Avellano, a través de un pinar, para antes de alcanzarla,
desviarnos por el único paso posible para descender a la cota inferior, la
siguiente terraza. Supongo, ya que no he podido obtener ningún dato, el paso
del Avellano.
Por un claro y poco confuso
sendero, nos fue dirigiendo y bajando, de una terraza o otra inferior, pasando
por una especie de precioso circo pétreo, por un terreno resbaladizo, por la
multitud de piedrecitas que formaban la senda.
Continuamos sobre la terraza
inferior, por un terreno mixto, tierra, piedras y arboleda no tupida. Nos llevó
en primer lugar a una casa cortijo, para más tarde dar con una curiosa fuente.
Al final, llegamos a una
encrucijada, el punto por donde bajaríamos al carril desde esta cota, pero
antes, nos tocaba seguir hacia adelante por esta terraza para buscar el mirador
de la cascada.
Siempre por claro sendero, fuimos
conducidos por este terreno relativamente llano, pasamos junto a una curiosa
casa con su techo azul y algo más adelante, dimos con un terreno rocoso, donde
había que pasar con cierto cuidado, para descender en fuerte pendiente y con el
cortado como límite y final del recorrido, donde existía un hito enorme.
En cierto modo, me llevé una
desilusión, ya que preveía que iba a ser como la cascada de las Tres Colas,
donde nos podíamos asomar justo encima y ver su nacimiento real, pero este
mirador de Chorrogil, no era así, el inicio de la cascada, donde se generaba,
estaba algo retirado y se intuía, más que se veía, aunque no por ello, restaba
belleza al lugar, ya que si se veía perfectamente un tramo del arroyo con
diferentes caídas de agua.
Iniciamos el regreso, por el
mismo camino de ida hasta alcanzar la encrucijada anterior, ya por entonces,
otra vez se puso a llover y ya no paró, además acompañado de aparato eléctrico,
con el acojone de ir con el GPS, que no sé si es capaz de atraer, en alguna
medida, los rayos.
Bajamos de este nivel al camino,
de forma rápida y veloz, casi corriendo, aunque poco a poco nos fuimos
tranquilizando, al observar que la tormenta eléctrica se iba retirando en otra
dirección diferente a la nuestra.
Una senda perfecta que nos
depositó en el camino de tierra resbaladiza a causa del fango que formaba su
superficie.
A un ritmo rápido, el máximo que
nos permitía mantener el equilibrio, fuimos caminando dirección hacia la base
del Chorrogil. Recorrimos el resto del camino, denominado de la Fresnedilla,
hasta dar con la carretera. Subimos unos veinte metros y dimos con nuestro
vehículo.
Alguna pirueta que otra, tuvimos
que hacer en el interior del coche, para cambiarnos de calzado y no mancharlo.
NOTA:
Con este
blog solo quiero dejar constancia de algunas de las salidas que hago,
normalmente acompañado de mis amigos, por las Sierras por las que me muevo.
Sólo pretendo aportar mi experiencia personal, en el momento puntual de
realizar mis itinerarios, que como comprenderéis pueden ser cambiantes en
cuanto a climatología y estaciones del año y no es mi intención que las
explicaciones, comentarios y fotos que acompañan a cada una de las entradas de
este blog sirvan de guía para otros montañeros, ya que no tiene por qué ser ni
la mejor opción de ruta, ni las mismas condiciones del tiempo, ni tampoco los
tiempos empleados.
Deseo que os guste, sea de vuestro
agrado y os sirva la información.
Gracias por vuestra visita.
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Hola, dime tu comentario o mensaje e intentaré responderte lo antes posible, gracias