Ruta realizada el día 12 de Enero
del año 2.014.
Fuimos Juan José y yo, Antonio.
Procedentes de Alcalá de
Guadaira, pasamos Morón de la Frontera, donde dimos buena cuenta de un
suculento desayuno y, desviándonos por la carretera que lo une con Montellano, tomamos
nuestro primer contacto visual con la elevación que pretendíamos realizar.
Se trata de una elevación aislada
de cualquier otra, en forma alargada, formando una larga y preciosa cordal y
donde llamaba ostensiblemente la atención un inmenso bocado artificial de color
blanquecino producido por la cantera de extracción de la roca caliza para la
elaboración de la cal.
Dejamos el vehículo junto a la
Venta Guadaira, situada junto a la carretera y en la base de la falda de la
sierra de Esparteros.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos nuestra empresa caminando por un sendero
paralelo a la carretera, y entre un pequeño pinar, hasta alcanzar la Ermita de
Gracia, donde giramos bruscamente para tomar, en corta pero fuerte pendiente,
un tramo que atravesó un carril y nos llevó a la conexión con el sendero de
subida, claro y marcado.
La pendiente se suavizó e iba
bordeando la ladera, subiendo de forma cómoda, desde donde se observaba la gran
fábrica de cal funcionando constantemente y, toda ella cubierta de una gran
manto blanco, así como parte del pueblo de Morón.
Tras un rato de caminata,
llegamos a las ruinas de una especie de cortijo con su muro de piedra para el
ganado. Según el IGN, la Casilla del Durán. He leído en algunos blogs que
también le llaman la casa del Pastor.
Las vistas de las diferentes
sierras del alrededor, extraordinarias como todo su entorno.
A partir de este punto comenzó la
parte más dura del recorrido- Nos encontrábamos situados sobre la misma cordal
y ascendiendo hasta su punto más elevado.
Entre algarrobos, olivos,
palmitos y otras plantas íbamos superando el marcado desnivel hasta que
alcanzamos una nueva edificación derruida muy próxima a su poste geodésico.
Prácticamente arriba, existían
varios miradores naturales desde donde se intuían grandes tajos bajo ellos.
Fotos en la cumbre del Esparteros
con sus 585m de altitud y, acto seguido, continuamos por la cordal dirección al
extremo opuesto.
No existía un sendero claro, por
no decir que no había sendero. Utilizábamos los montículos rocosos para ir
avanzando y senderillos de cabras para sortear la vegetación que, a veces, se
tornaba espesa y apelmazada.
Prácticamente por la divisoria de
ambas laderas, teníamos unas vistas excepcionales en muchos puntos del recorrido.
En esta ocasión no vimos ni una
sola cabra montesa, aunque la semana pasada, si vimos un nutrido grupo de ellas.
Tras un buen tramo recorrido,
pasamos un vallado por un vado que estaba cortado y abierto su paso. Aún se
veía lejos el otro extremo de esta larga cordal.
Se fue complicando algo más el
caminar por la cumbre aunque íbamos salvando todos los escollos con gran
destreza y habilidad, buscando siempre los mejores y más continuos pasos.
De repente, nos dimos cuenta que
caminábamos por encima de la gran cantera nueva. Había una entrada a la misma
desde esta zona superior, justo donde un vallado protegía unas antenas con unas
placas fotovoltaicas y su cuadro de mando, así que aprovechamos y anduvimos
algo por su parte superior observando, a vista de pájaro, todos sus pisos y los
camiones y palas que utilizaban.
Una vez bicheada parte de la
cantera, continuamos con nuestra larga cordal encontrando una tercera y última
edificación derruida.
Ya si teníamos cerca de nuestro
alcance el último pico de esta crestería que, en poco tiempo, pisamos
convenientemente.
Sobre la cumbre del cerro del
Puntal, con sus 466m de altitud, nos tomamos unas frutas y debatimos sobre por dónde y cómo bajar de esta sierra.
Llevábamos cargado en el Gps un
track de bajada por la ladera Sur que, a medida que iba bajando, iba bordeando
paulatinamente la ladera hasta desembocar por la cara Norte y dejarnos en la
carretera pero nosotros, tras una
detenida exploración y observación, decidimos bajar directamente por la ladera
Norte.
La bajada, campo a través, con
gran inclinación y ayudándote de las ramas de arbustos y plantas recias para
apoyarte y asegurarte en el descenso, la hicimos de forma rápida, no sin poner
toda la precaución posible ya que las rocas, la mayoría llenas de musgo y muy
resbaladizas, no aseguraban para nada la fijación de las suelas Vibram de
nuestras botas sobre ellas.
Una vez abajo, en su base,
visitamos una de las muchas canteras abandonadas que horadan la ladera Norte
del macizo, utilizada como vertedero de neumáticos y electrodomésticos que
afeaban y estropeaban enormemente lo bello del recorrido realizado hasta
entonces.
Alcanzamos la carretera y
anduvimos un trayecto por ella, la atravesamos y nos internamos por la Aldea de
las Caleras de la Sierra donde se veían almacenes con grandes sacas llenas de
cal y varios hornos ya en desuso, Se trataba de casas de trabajadores.
Terminamos nuestra ruta caminando
por el arcén de la carretera donde nos encontramos con grandes hornos de cal y
con el combustible con el que los hacían funcionar: raíces.
Una vez en el coche, cambio de
calzado y para nuestro pueblo a tomarnos unas cervezas, que mi compañero Juan
José estaba obstinado en dormir una placentera siesta dominguera y, por ello,
me llevó todo el recorrido sin aliento.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:
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