Ruta realizada el día 14 de Junio
del año 2.014.
Fuimos Patxi, Juan José y yo,
Antonio.
Comienzan los calores y el patear,
en la mayoría de las sierras del Sur peninsular, comienza a ser un suplicio con
la salvedad de Sierra Nevada que, por su altitud, mantiene, incluso en verano,
unas temperaturas aptas para la realización de esta actividad.
Además, para mí, se reanuda el
proyecto de los tresmiles de Sierra Nevada. Los tengo en una pestaña de este
blog justo encima de esta entrada.
Nos desplazamos desde Sevilla
hacia Granada, por la autovía. Luego, tomamos dirección hacia Motril y, a
continuación, en la salida hacia Nigüelas, nos desviamos.
Atravesamos el pueblo hasta cruzar, por un pequeño
puente, el río Torrente que, aunque no muy caudaloso, si portaba aguas
transparentes.
A partir de este instante, el
carril, asfaltado al principio, se tornó en fuerte pendiente ascendente
y con numerosos zigzag para suavizar su severidad.
Algo más arriba, dejamos el
asfalto y se transformó, hasta la zona donde aparcamos, en un carril de tierra
donde no aconsejo meter un turismo a no ser que no se le tenga demasiado
aprecio. Cierto es que vimos algunos aparcados que llegaron a la misma zona. Cada uno
que lo valore ¡!
Aparcamos sobre el mismo carril,
en un pequeño ensanchamiento al pasar una casita, junto a la fuente de Mailópez
de la que nace el arroyo del Tranco.
Con mochilas a la espalda y botas
nuevas, Boreal, de montaña en los pies, iniciamos nuestro itinerario con el
propósito de conquistar el pico o Cerro del Caballo, de 3.011m de altitud, para
anotar un nuevo tresmil en mi listado de picos en esta sierra y regresar por el
curso del río Lanjarón.
Avanzamos un buen tramo por el
propio carril por el que llegamos en coche. Este cortaba la ladera de color
verde con tonalidades amarillas plagadas de plantas de bajo porte y típicas de
alta montaña, y la separaba mediante una banda terrosa marcadamente diferente.
Atravesamos el Barranco del Toril,
teniendo enfrente la enorme Loma de los Tres Mojones, con algunos neveros
repartidos en sus zonas más altas.
Desde este punto observábamos un
extenso trazado del carril y, a lo lejos, se veía una acusada curva que salvaba
un arroyo que discurría por debajo. Hasta allí llegamos avanzando
tranquilamente por el camino.
Aquí abandonamos el cómodo carril
y comenzamos nuestra “eterna” subida hacia el Caballo por el mismo barranco,
denominado Prado Largo, prácticamente campo a través. Por momentos, avanzábamos
por el mismísimo cauce, con un pequeño hilillo de agua, o apartados de él.
A esa zona, según el IGN, se le
conoce por Rinconada de Nigüelas y Prado de Isidoro.
Laderas tapizadas de plantas
adaptadas a las altas cotas y, entre ellas, algunas zonas despejadas con lascas
sueltas
A medida que ascendíamos, la
vegetación se fue perdiendo y las laderas comenzaron a ser una superficie de
multitud de piedras de diferentes tamaños, principalmente en forma de lascas
sueltas.
Alcanzamos nuestro primer nevero
y, como niños chicos, nos lanzamos hacia él dando rienda suelta a nuestra
imaginación más infantil. Vamos, que “hicimos un rato el ganso”!!!
Conectamos con un marcado sendero
cuando subíamos por la ladera dirección hacia la Loma del Caballo, dirección
Este, próximos a las Chorreras de Prados Colorados.
Este sendero nos cambió la
dirección y, prácticamente, nos condujo alineados hacia el tresmil.
Íbamos a una cota algo inferior a
la propia divisoria de la Loma del Caballo, de perfil formada por algunas
elevaciones redondeadas y suaves. Terreno pedregoso de piedras sueltas y
despejado de vegetación.
Divisábamos la mayor parte de la
Loma de los Tres Mojones, por debajo de nosotros, y la inmensa ladera del
propio Caballo, frente a nosotros. Nos asomamos previamente a una de esas
elevaciones de que se componía la larga Loma, alcanzando a ver la inmensa
cordal de la Loma del Cañar (futuro objetivo de ruta).
Fuimos poco a poco subiendo por
la ladera, y a la vez de cota, cuando percibimos que lo que subíamos era una
ante cumbre previa al Caballo, descubriendo las caras más abruptas de este pico
y dos grandes neveros desparramados hasta el fondo del valle del Lanjaron, por
la zona del Hoyo del Zorro.
Aquí nos dimos cuenta de lo que
es la alta montaña, paredes verticales, tajos de impresión. Todo ello salpicado
de manchas blancas de los diferentes neveros existentes.
Coincidimos con el más numeroso
rebaño de cabras monteses que he visto hasta ahora y que obligamos a levantarse
e irse metros abajo por pasar nosotros por su lugar de descanso.
Por fin alcanzamos la máxima cota
de este recorrido, el Cerro del Caballo, 3.011m de altitud, con su poste
geodésico adornado con un aro de telas de colores, estilo nepalí.
El Caballo es un lugar
privilegiado por su ubicación. Las vistas de Sierra Nevada son verdaderamente
una joya. Da la impresión de estar en una torre situada en lo alto del valle
del Lajarón, con una visión longitudinal del propio valle flanqueado, a un lado,
por la cordal que contiene a los Tajos Altos hasta el Tozal del Cartujo, y por
otro lado, de la Loma del Cañar a los Tajos de los Machos uniéndose a la altura
del refugio de Elorrieta y, de fondo, los tres monstruos, el Veleta, Mulhacén y
Alcazaba. Un lujo para los sentidos, un mirador envidiable.
Allí comimos y gozamos de esas
magníficas vistas durante un amplio periodo de tiempo.
Contemplábamos a vista de pájaro
la laguna del Caballo y su refugio, de nombre homónimo.
Tras el merecido descanso,
emprendimos la bajada dirección a la Cuerda Media, dirección Norte,
contemplando al numeroso rebaño de monteses tomando el sol algo más retiradas
que en la subida. Sobre la Cuerda, cambiamos de dirección, en este caso Este,
hacia la laguna, obligándonos a superar un nevero bastante inclinado que aún
quedaba en esa zona.
Llegados a la laguna, la
recorrimos por su contorno. Aguas trasparentes y frías, con su contorno característico,
similar al bocadillo de los comic, cuyo pico era el desagüe de la misma que, en
época de deshielo, produce una impresionante catarata.
Nos acercamos también al refugio,
de sección semicilíndrica, con algunos bancos, una pequeña mesa y algunas repisas;
un suelo hormigonado y su chimenea algo rústica.
Desde aquí fuimos bajando
paulatinamente dirección a la laguna de Nájera, teniendo como fondo de
escenario todo el valle por donde discurría el río Lanjarón y donde, finalmente,
queríamos llegar.
Pasamos junto a unos aportes
ferruginosos y entre algunos neveros, hasta que alcanzamos la segunda laguna
que meaba o alimentaba al Lanjarón.
Prácticamente, la totalidad de
este arroyo, estaba cubierto por un largo nevero que lo cubría en forma de túnel
y que nos dejó un hueco para internarnos y recrearnos como espeleólogos en un
mundo de hielo. Fue muy entretenido, aunque terminamos algo mojados “por jugar
con hielo”.
Terminamos sobre el mismo curso
del Lanjarón, en el fondo del valle, con toda la parte baja de la ladera
contraria a la nuestra con unas grandes palas nevadas longitudinales al río.
Allí nos sentamos, nos relajamos
nuevamente con este magnífico espectáculo, tomamos algunas frutas y de repente
¡! Mis dos compañeros se me echan una siesta reponedora ¡! Me dejaron tirado y
aburrido durante un cuarto de hora. Eso no es justo ¡!
Yo me encontraba en ese momento
en desventaja frente a ellos. Yo, a media batería y, ellos, con plena carga.
No lo volverán a hacer ¡?
Continuamos, junto al curso del
Lajarón, descendiendo suavemente por un marcado sendero que nos llevaba
paralelo a cierta cota aunque, en ocasiones, nos llevaba a su mismo cauce.
Aún quedaban borreguiles, en
ambas laderas, alimentando el caudal del curso fluvial principal. Este recorrido
era relajante y bello. Nos parábamos en todos sus rincones y saltos de agua,
muchos de ellos techados por una cúpula nevada que les daba un encanto
especial.
Pasamos bajo el Tajo de los
Machos, los Tajos del Cortadero, por donde se derramaban láminas de agua proveniente
de la laguna del Caballo y el Lavadero de la Reina.
En algunos puntos el grosor de
nieve acumulada en los neveros era impresionante.
Pasamos por laderas, tapizadas de
verde por la hierba, junto a tonalidades y manchas amarillas debido a la
abundancia de florecillas de ese color. Por supuesto, de nuevo nos topamos con
el animal clásico de estas latitudes, las monteses.
Era un recorrido precioso, agua,
nieve, verde vegetal y la multitud de regueros que caían desde las laderas a
cada paso. Es difícil explicar la sensación que se siente en esos momentos.
Recorrimos un largo trayecto
junto al curso fluvial hasta que llegamos a una pequeña presa donde nacía una
acequia y era regulado el caudal. En este punto nos despedimos del Lajarón y
nos fuimos, progresivamente, separando de él siguiendo el trazado de la acequia.
A partir de este punto, el río
Lanjarón se transformó en un curso mucho más accidentado y encajonado entre
paredes verticales bajando de cota, respecto a nosotros, de forma muy extrema,
de tal manera que, a medida que avanzábamos por la acequia, la diferencia de
altitud respecto al río crecía enormemente y, cada vez, lo veíamos más profundo
sobre el valle.
Caminando junto a, y a veces,
sobre la propia acequia, pasamos por debajo de las Chorreras de Prados
Colorados para, más tarde, caminar por la zona de Hoya Prados y terminar sobre
la Loma del Piornal. Siempre guiados por esa acequia que, en todo momento, iba
tapada en la mayoría del trayecto por planchas o grandes lascas de piedras del
propio entorno.
En contadas ocasiones, estaba
destapada observándose el curso de agua que llevaba, que no era mucha.
Pasamos el Barranco Hiniestral,
que llevaba un buen aporte de agua, formando bellos saltos que aprovechamos
para fotografiarnos y, de camino, observar los parapentes que, en esos momentos,
volaban por encima de nosotros.
De nuevo, nos encontramos con
cabras monteses que corrían como locas, y sin aparente esfuerzo, sobre un
terreno difícil.
Curiosamente, cambió el tiempo y
se formaron unas nubes negras sobre nosotros, y principalmente por la zona del
Veleta, que comenzaron a descargar agua, obligándonos a ponernos los
cortavientos. Por suerte, duró poco tiempo.
Llegamos a una especie de pequeña
alberca o gran ensanchamiento de la acequia, aunque la acequia continuaba y
nosotros con ella. Había tramos que parecían, más bien, zanjas similares a las
cunetas de las carreteras secundarias y, otros, donde estaban construidas con
mucha mayor sutileza, formadas por piedras perfectamente colocadas aunque,
según mi criterio, poco impermeable. Es decir, que me daba la impresión de que
se tenía que perder mucha agua en ese traslado.
Pasado ligeramente el refugio de
Ventura, situado aproximadamente unos cincuenta metros debajo de nosotros,
abandonamos nuestra ya amiga acequia, más o menos, a la altura de unos pinos
muy torcidos y algo secos que se quedaron a nuestra izquierda en el sentido de
nuestra marcha.
A nuestra derecha había un
inmenso dado rocoso donde un enorme macho montés nos miraba y vigilaba totalmente
tranquilo y curiosón.
Subimos por la ladera de los
Tajillos, campo a través, encontrándonos con un numeroso grupo de machos
monteses, algunos de ellos batiéndose con las cornamentas.
Alcanzamos la cuerda divisoria. Mirando
hacia el Norte, veíamos el Morrón de los Cocones y, algo más al Noreste, el
Caballo de donde procedíamos.
Descendimos, ahora por la otra
ladera, campo a través, hasta conectar con un carril ancho de tierra del que recorrimos
un corto trayecto ya que, rápidamente, lo abandonamos, siempre con dirección
Norte.
Enlazamos con un sendero, a
continuación, salvando el barranco de Juan de la Villa. También lo dejamos casi
al momento, terminando todo el trayecto básicamente campo a través,
prácticamente hasta dar con el coche.
La peor zona fue la que encontramos
al atravesar el siguiente barranco, por donde pasaba el arroyo de las Cárdenas,
principalmente por la abundancia de vegetación punzante. Dimos con una pequeña
alberca o fuente por la zona de Loma Tatai y ya, sólo nos quedó bajar el resto
de la ladera hasta conectar con el carril donde, a pocos metros, teníamos el
vehículo.
Cambio de calzado y algunas
prendas y, como cohetes, de vuelta a Sevilla para reponer fuerzas y sales
minerales en un bar de Tomares.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Carril de acceso desde Nigüelas, en vehículo, al punto de inicio:
Siquieres los track de la ruta, pincha sobre los siguientes enlaces:
Acceso en vehículo:
Ruta: