Ruta realizada el 4 Enero 2013.
Fuimos Guille, Rodri y yo, el que
les escribe.
Desde Benaoján nos dirigimos
hacia Cortes de la Frontera y, justo antes de entrar al pueblo, nos encontramos
con una pequeña rotonda situada al lado del Instituto de enseñanza Secundaria
Andrés Pérez Serrano. Tomamos la calle que, en subida, tira a la derecha y
bordea por detrás el centro de enseñanza, aparcando junto a la cancela trasera
de entrada al edificio.
El camino asfaltado termina justo
ahí, a partir de este punto se convierte en carril de tierra.
Con las mochilas a la espalda y
las botas de montañas bien amarradas y sujetas a los pies, iniciamos nuestra
ruta.
Al momento dejamos a nuestra
izquierda un solar, limitado por un muro de ladrillos, para albergar ganado. Siempre
nos encontramos con perros guardianes que nos ladran a nuestro paso.
De seguida
nos topamos con una gran cancela, (que siempre la he visto abierta) para cerrar
el paso del carril. Nosotros tomamos un sendero, que sale justo al lado por su
derecha, desviándonos de la trayectoria que traíamos por el carril.
Pasamos junto a fincas
particulares, dónde los dueños tienen en pequeños recintos a muchos perros,
principalmente podencos, que nos están ladrando todo el tiempo.
El sendero comienza a tomar algo
de pendiente y, así la mantiene hasta depositarnos de nuevo sobre el carril. Realmente
se trata de un tramo para recortar la longitud dicho carril.
Por el camino nos entretuvimos
cogiendo espárragos. Existen muchas esparragueras por este sendero que, por
supuesto, terminaron en una buena tortilla con espárragos.
De nuevo sobre el carril, pronto
vemos una fuente con abrevadero de construcción reciente y, al frente, ya
observábamos la falda para subir a la cordal del Martín Gil.
Pasamos por más fincas privadas
junto al cortijo del Valle, que se nos queda a nuestra izquierda, hasta llegar
a una portilla grande que cierra completamente el camino.
Proseguimos hasta una curva
acentuada que describe el carril, ahora con firme hormigonado, y nos desviamos
por un sendero a nuestra izquierda, que funciona igual que el anterior, para ir
recortando trayecto del carril principal.
Más arriba, nos deja de nuevo
sobre el camino a la altura de una fuente con un gran abrevadero cerca del
cortijo del Rosario. Lástima que en esta ocasión el gran abrevadero de esta
fuente no estaba lleno por estar conduciendo el agua hacia regadíos, ya que
aquí, siempre he tenido la suerte de ver pequeños tritones en su fondo.
Un poco más arriba, de nuevo nos
salimos del ancho carril para tomar otro sendero que, en esta ocasión, no
abandonamos hasta llegar al collado superior y, por supuesto por aquí, seguimos
con la incansable tarea de recolección “esparraguil”.
Arriba, tras conectar por tercera
o cuarta vez con el carril, (ya perdí la cuenta) nos encontramos con una
bifurcación. Un camino tomaba dirección hacia el pico Pinos y el otro hacia los
Llanos de Líbar que es por dónde continuamos. Recuerdo que existía una tercera
dirección que se dirigía como hacia la falda por dónde se subiría hacia el
Martín Gil.
Tenemos que abrir una nueva portilla para seguir nuestro camino.
Desde este punto ya vemos perfectamente
el Peñón de Líbar aparentemente infranqueable pero, a medida que nos vamos
aproximando caminando dirección a los Llanos, vamos contemplando el único paso
posible para subirlo, una marcada línea en su falda, (como una línea de máxima
pendiente de un plano) con un marcado color marrón que se diferencia del resto
gris blanquecino de la roca kárstica que lo forma.
Seguimos andando hasta que
observamos que el sendero por el que circulamos, a unos 15 metros, se une a un carril
más ancho. En este punto hay que intentar dar con un senderillo que nos sale a
nuestra izquierda y se dirige directamente hacia el Peñón.
Esta información os la doy porque
fue a la vuelta, en la bajada del Peñón, cuando me di cuenta de este sendero y
la verdad, es muy cómodo.
Para atacar al Peñón, nosotros
emprendimos el acercamiento al inicio de la subida cuando estuvimos
prácticamente enfrente de ella por lo que tuvimos que cruzar un gran caos de inmensas piedras. Aunque, tengo que admitirlo, también
fue bastante divertido y atrayente.
Una vez en la base, enfilamos la
subida con tranquilidad, que aunque corta es intensa, parándonos en bonitos
resaltes y echando multitud de fotos.
Todo empieza a cambiar!! Nos
metemos poco a poco como en otro mundo y cambia totalmente la naturaleza. Del
mundo verde de plantas, árboles, arbustos y algunas rocas, pasamos al mundo
cien por cien pétreo. Parece mentira que arriba del Peñón lo que encontremos
sea como un torcalito increíblemente bonito formado por multitud de
hundimientos por los que puedes pasar de unos a otros y, todos ellos, formando
la cumbre de este espléndido Peñón de Líbar.
He estado aquí arriba al menos
tres veces y no me canso de patear, bichear, observar y llenarme completamente
de este paisaje.
Ahora mismo, me estoy acordando
de mi amigo y compañero de multitud de rutas, Juan José. Para él, su lugar
preferido, y que no se cansaría de ir y de repetir, sería ese bello rincón de
Las Jauletas, cerca del conocido Salto del Cabrero y, curiosamente para mí,
sería este Peñón del que os escribo.
Es un lugar que no te imaginas
que se encuentre allí arriba, tan diferente del resto de lo que le rodea.
Lugar para disfrutar, subir y
bajar rocas, llegar a sus partes más bajas y luego a las más altas, escudriñar
todos sus recovecos, descubrir otras encantadoras zonas justo detrás de las que
en ese momento estás viendo e internarte en esos laberintos rocosos y pasillos,
con la incertidumbre de no saber que te encontrarás después.
Bueno, bueno, que se me cae la
baba. Se nota que es uno de mis lugares mágicos.
Prosigo que me pierdo.
Encumbramos por supuesto su punto más alto, soltamos las mochilas en un lugar
que, a priori, creíamos que era fácilmente reconocible y que, a la vuelta, nos
hizo dar más de una vuelta para dar con él.
Tras comer varias piezas de
frutas, bocatas y barritas de cereales, iniciamos el descenso.
Regresamos por el mismo camino de
subida y, llegados al vehículo, nos cambiamos de calzado y tomamos dirección a
nuestro pueblo imán, Montellano, dónde en esta ocasión, lo que cayeron fueron
buñuelos con café y chocolate.
Todo un lujo y toque final, para
un magnífico día.
En esta ruta, igual que me
ocurrió con la anterior, no disponía de mi gps por avería, así que no puedo
aportar ningún dato de interés técnico de la ruta aunque, si estáis interesados
en visitar el Peñón, en: “Todas mis rutas en Wikiloc” podréis ver al menos dos,
creo recordar, donde subo al Peñón de Líbar.
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