Ruta realizada el día 29 de
Diciembre de 2.013
Fuimos Juan José y yo, Antonio.
Partimos temprano procedentes de
Sevilla. En Estepa, nos desviamos hacia Puente Genil, Lucena, Cabra y tomamos
hacia Carcabuey, población que atravesamos para luego, por la comarcal que la
une con Rute, pararnos y aparcar el vehículo en el punto kilométrico 17 de la
comarcal CO-220 (un kilómetro antes de la aldea de los Villares), en un
ensanche de la carretera junto al arroyo de Fuentecastilla y unas ruinas de una
antigua edificación.
Se trataba de un día frío aunque,
por estas tierras, los he tenido bastante peores.
Nos colocamos las mochilas a la
espalda y botas de montaña a los pies, dando comienzo a nuestra ruta totalmente
desconocida para ambos y con la incertidumbre de saber si iba a ser de nuestro
agrado, ya que la elegimos el día que hicimos la circular de la sierra de Rute,
semanas atrás, cuando la vimos desde la lejanía, llamándonos la atención por su
orografía.
Se trata de una cordal, no
demasiado grande, que sobresale de entre un mar de olivos. Junto a ella se
encuentran las tres emblemáticas de las sierras Subbéticas, sierra Bermeja,
Alhucemas y la Horconera. Y otra sierra, similar a ésta, como es la sierra de
Pollos, posible excursión a tener en cuenta en un futuro.
Caminamos unos metros por la
carretera bajando por un carril de tierra que nos condujo al arroyo, el cual
tuvimos que atravesar. Todavía permanecía la escarcha en la hierba pero el día
auguraba un sol radiante y un cielo limpio y despejado, con una ausencia total
de viento.
Vimos un aporte, nacimiento o
fuente, que daba aguas al arroyo. Allí mismo existían tres grandes mangueras
captando sus aguas, para repartirlas a otros puntos.
Prácticamente, en ese momento
iniciamos nuestra subida por la cresta o cordal de roca caliza para lo que
tuvimos que hacer uso de las manos desde un principio hasta casi la altura de
la primera elevación visible de esta sierra (marcado en el track con Fin
trepada)
Se trataba de pasos que, aunque
carentes de un peligro visible, te exigían un esfuerzo continuado. Teníamos
tiempo. Suponíamos que esta cordal no nos iba a llevar todo el día como solemos
estar acostumbrados así que, escudriñábamos todos sus rincones y no parábamos
de hacer fotos.
Fuimos tomando altura y mirando
hacia atrás. Contemplábamos la sierra de los Pollos, posible objetivo para otro
día y, a nuestro lateral, el cortijo de la Gallinera, con ese resto de muralla
que lo bordeaba. Por supuesto, acompañándonos en todo momento, sierra Bermeja,
majestuosa.
Descubrimos rincones atractivos y
simpáticos, como el de una magnifica e impresionante oquedad en forma de hornacina
y, poco a poco, alcanzamos nuestro primer balcón natural.
Aquí terminó nuestra fase de
trepada y comenzó la de senderista-cabra, como nos gusta ser, hasta que
coronamos la primera de las tres elevaciones principales de las que se compone
esta sierra Gallinera.
Tras fotografiarnos con todos los
fondos posibles y gozar de las bellas vistas, continuamos por su divisoria.
Comenzábamos a intuir y observar
que la cara N era más abrupta y con buenos y grandes cortados mientras que, la
S era algo más suave y con bastante vegetación, pero eso a nosotros nos daba
igual, pretendíamos ir “por arriba del tó”, por la mismísima línea que dividía
las dos vertientes.
Los collados que unían las
diferentes elevaciones eran suaves, no se perdía demasiada cota de una
elevación a otra y nuestra siguiente meta era el pico Gallinera que, aunque aún
no divisábamos su poste geodésico, si se veía el promontorio rocoso donde se
enclavaba.
La cordal no tenía desperdicio. Se
disfrutaba en cada paso, era divertida, acertamos de pleno en realizarla, nos
estaba llenando. Había formaciones rocosas muy peculiares y balcones naturales
a cada paso.
Ensimismados con tanta variedad
de estímulos nos encontramos con el poste geodésico en nuestro campo de visión
de sopetón pero, en ese corto trayecto, aún nos dio tiempo de fotografiar
bellos rincones. Se trataba de una ruta muy atrayente donde no te encontrabas
con pasos similares. Todo era muy diferente y cambiante.
Fotos sobre su cumbre más
elevada, pico Gallinera, con sus 1.095 m de altitud, picar algo y tomar el sol
durante un breve intervalo de tiempo, gozando de sus espléndidas vistas a todo
su alrededor. Junto a él había una serie de tajos verticales prácticamente
inexpugnables.
Continuamos con nuestra ruta
descendiendo de esta cota para alcanzar el próximo y último collado, previo a
nuestra última elevación de la cordal. De nuevo rincones diferentes e
interesantes, cobijos en las paredes que dan a la cara N, piedras con diez mil
formas diferentes.
Vistas hacia la parte trasera, la
cordal recorrida, y hacia delante lo que nos quedaba por recorrer: impresionante!! No me canso de decirlo.
Poco a poco, tras bichear todo a
nuestro paso, alcanzamos la tercera cumbre, con vistas hacia Rute y su sierra,
así como a otras mucho más lejanas.
Encontramos una especie de banco
de piedra que te permitiría echar una buena siesta pero que utilizamos para
almorzar y comernos nuestros bocatas y frutas.
Este último peñón lo bordeamos
para bajarlo en lugar de complicarnos la vida destrepándolo por algunos pasos
delicados.
De repente, nos fuimos introduciendo en un inmenso matorral en el que la piedra fue perdiendo protagonismo y lo adquirió el suelo terroso. Terminábamos la cordal caminando entre romeros, aulagas, sabinas, enebros, matagallos, tomillos, .... buscando los mejores pasos sin sendero definido.
De repente, nos fuimos introduciendo en un inmenso matorral en el que la piedra fue perdiendo protagonismo y lo adquirió el suelo terroso. Terminábamos la cordal caminando entre romeros, aulagas, sabinas, enebros, matagallos, tomillos, .... buscando los mejores pasos sin sendero definido.
Al final de esta bajada nos
encontramos con un bosque de árboles cuyas ramas y troncos formaban una barrera
natural entre la ladera de sierra Gallinera y los campos cultivados de olivos,
donde terminamos.
Por ellos, se nos empezaron a
embarrar nuestras botas y sin perder excesiva cota, entre olivos, fuimos
avanzando hasta conectar con el camino que nos llevó directamente hasta el
cortijo de Mirasivienes, que pasamos junto a su fachada. Proseguimos por el
mismo hasta alcanzar el cortijo de Molejón, que tenía un curioso pozo en sus
proximidades.
Continuamos otro trayecto más
hasta que, al final, lo abandonamos y, campo a través, de nuevo entre el
olivar, alcanzamos el punto donde por la mañana vadeamos el arroyo de
Fuentecasilla y llegamos al coche.
Cambio de botas y algo de ropa, y
directos a Tomares a reponer la energía y sales perdidas.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6429325
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6429325
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