Ruta realizada el día 26 de Diciembre de 2.013.
Fuimos a esta dura aventura Juan José y yo, Antonio, en un
lamentable estado físico tras salir de una fuerte bronquitis con una semana de
antibióticos.
Procedentes de Ronda por la
carretera que la une con San Pedro de Alcántara, pasado el desvío hacia
Igualeja, tomamos la entrada al Parque Natural de la Sierra de las Nieves, al
principio asfaltado y luego de tierra, que sube hasta Quejigales.
Pasamos el camping situado en la
zona de la Hoya del Navacillo y la entrada hacia el cortijo de las Carboneras
y, donde el camino de Quejigales se bifurca en dos (cuando cruza el arroyo de
la Fuenfría), dejamos a nuestra izquierda el que se dirige a la Nava y sube al
refugio de Quejigales (Camino de Tolox) y tomamos el ramal derecho (Camino de
Marbella), que prácticamente nos lleva paralelos todo el tiempo al citado
arroyo.
Pasamos justamente al lado de las
ruinas del descansadero-abrevadero de la Fuenfría. Cerca se halla el cortijo de
la Fuenfría, vigilado por dos grandes mastines que, seguro repelen a cualquier
visitante de lo ajeno, y tomamos el carril que subía paralelo al cauce del
arroyo hasta su parte alta, el collado de los Realejos, donde aparcamos.
Nos hizo un día despejado de
nubes que nos permitió obtener amplias vistas y, por contra, nos sacudió un
“huracán” (fortísimo viento) que nos desplazaba y nos zarandeaba a su antojo,
con el consiguiente sobre esfuerzo y tensión en cada uno de los pasos sobre las
rocas.
Realizar la cordal para acceder
al pico Encinetas y, si apetece y se puede, como hicimos, al siguiente, el Alto
Castillejo de los Negros (curioso nombre y un balcón excepcional sobre la costa
malagueña), es estar concienciado a realizar una cordal doble, es decir,
crestería en la ida y crestería en la vuelta.
También comentar que, aunque
normalmente vamos aprovechando sendas de cabras, las cuales hay que estar muy
atento de no perder, caminamos constantemente por rocas de todos los tamaños y
por un mar de matas pinchosas, tipo aulagas que, quieras o no, terminas la ruta
con las espinillas abarrotadas de puntitos rojos que, al ducharte, escuecen una
barbaridad y que te duran varios días como si de un tatuaje recién puesto se
tratase.
Dicho esto, a todos los valientes
que se aventuren a hacerla, esa paliza será la mínima que recibirán.
Advertidos
quedáis. Por supuesto que por vistas, sobre todo si se llega al último pico,
merece, y muy mucho, realizarla.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, comenzamos bajando por el carril algo más de un kilómetro
y medio, a veces con cierta pendiente y a veces más suave, alcanzamos el puerto
de Laurín, donde desaparecía o terminaba el camino y nos encontramos con un
vallado.
Por la portilla, lo superamos y
entramos en el verdadero recorrido que nos habíamos propuesto realizar.
Todo el recorrido hasta ahora era
por un pinar. De hecho, donde dejamos el vehículo había maquinaria de trabajos
agrícolas, y un inmenso montón (pequeña montaña) de virutas de maderas. Estaban
desbrozando el monte, así como cortando bastantes pinos que tenían, también,
apilados.
Al principio existía un sendero
definido y claro que, a veces, se perdía por la multitud de trozos de aulaga
cortada que se acumulaba en la zona. Menuda limpieza le estaban dando al monte!!
Desde primera hora fuimos por la
propia cordal, ciñéndonos a ella y en pendiente continua, hasta conseguir
nuestra primera elevación, el Puerto de las Aguzaderas.
Toda esta cordal es una
estribación de la sierra de las Nieves, formada por la unión de sierra de las
Trincheruelas y sierra Palmítera, donde se ubican los dos picos que
pretendíamos subir.
Caminando por la cordal, las
vistas comenzaban a ser simplemente espectaculares. Entre nosotros y la sierra
Blanca, con su máxima elevación en el pico de la Concha, situado encima
justamente de Marbella, existían otras dos espectaculares estribaciones: sierra
de las Apretaderas, con el Cerro del Duque como elevación prominente y
prometedora para una actividad futura, y sierra Real, con el Cerro del Pollo y
Plaza Armas como picos principales, que moría junto al pueblo de Istán.
La crestería era una
rompepiernas. Bajadas y subidas continuas entre matas pinchosas y rocas de todo
tipo de tamaños, pero de rocas peridotitas y no calizas.
Asi alcanzamos la segunda
elevación prominente, el cerro de las Trincheruelas y, de nuevo “pabajo”, “pa
luego, parriba”.
Algunas elevaciones eran cúmulos
rocosos difíciles de superar y había que ingeniárselas buscando los mejores
pasos. Todavía tuvimos que bajar y subir algunas veces más, antes de hacer cumbre
en el Encinetas de 1.473m de altitud.
Nos hicimos varias fotos pero nos
resguardamos pronto, por el fuerte viento reinante, en unas piedras, para picar
algo y comernos unas frutas. Al final Juan José se hace frugívoro.
Nos pegamos una buena paliza llegando
hasta aquí pero, como nuestro lema es el “poyaquestamosaquí”, propusimos hacer
otro piquito más de esta cordal. Total otro más, qué más da!!! Aunque en esta
ocasión perdíamos un desnivel de unos 150m para después remontarlos de nuevo.
Nada,nada, que para allá nos
enfilamos!!! Mucho menos transitado, incluidas las cabras, en poco tiempo nos
vimos en lo alto de nuestro segundo pico de importancia, el Alto Castillejo de
los Negros de 1.372m de altitud. Envidiable balcón sobre toda la costa de San
Pedro de Alcántara.
Sobre esta pequeña meseta, que
era la cumbre de dicho pico, nos lo tomamos con calma para deleitarnos con esas
magníficas y bellas vistas de toda la costa, del peñón e, incluso, de la costa
africana.
Había una casetilla metálica
oxidada tumbada y rota. También los mástiles de unas antenas estaban por ahí
tirados e Incluso dos grandes baterías, destrozadas y desbalijadas de su plomo
interior. Pero ni eso afeaba lo más mínimo todo lo que, desde aquí, se podía
contemplar. Una atalaya de primer orden sin lugar a dudas.
Tras intercambiar los diferentes
nombres de todas las sierras que desde aquí divisábamos (yo no acerté ni una)
decidimos regresar, con lo que todo el camino de ida lo íbamos a hacer de
vuelta, salvo pequeñas diferencias al pasar por algún que otro pico, que rodearíamos.
Nos lo tomamos con calma pero sin
pausa. El primero, que no encumbramos de nuevo, fue el Encinetas, que
preferimos rodearlo campo a través y buscando los mejores pasos, que no resultaron fáciles.
El resto del trayecto lo hicimos
principalmente por el mismo camino que el de ida salvo cuando estuvimos
llegando al final de la cordal, próximos al puerto de Laurín, dónde nos metimos
por un sendero que iba por el interior del pinar y casi nos dejó sobre la
portilla que, por la mañana, tuvimos que abrir.
Para colmo, como si no hubiésemos
tenido bastante, cuando nos incorporamos al carril, además de sortear árboles
que habían cortado y caído sobre el camino, .... encima cuesta arriba.
Pero eso es lo que quedaba si
queríamos llegar a nuestro vehículo.
Una vez en él, muertos de frío
porque estaba anocheciendo y la temperatura bajando, nos cambiamos de calzado y
ropa y, como un rayo, salimos escopeteados hacia Montellano y nuestro bar
favorito, el bar Rural, a reponer sales minerales perdidas, entre otras cosas.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
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