Ruta realizada el día 28 de
Diciembre del 2.013.
Fuimos Mª José y yo, Antonio.
Prácticamente, puedo afirmar que
mi nueva etapa senderista nació cuando realicé la circular corta al cerro Coros
hace ya algunos años. Cuando recorrimos mis tres hijos, mi mujer y yo esta
circular.
Se me apetecía volver y recordar
esas preciosas vistas pero, con la experiencia de hoy en día, me propuse un
trazado algo más largo para escudriñar rincones de la zona que no conocía.
Dicho y hecho, procedentes de
Montellano y dirección hacia Algodonales, nos desviamos hacia Zahara de la
Sierra y cogimos la carretera que se dirigía hacia el puerto de las Palomas.
Una vez en el puerto, aparcamos
el vehículo en el llano que hay para ello y, colocadas las mochilas a la
espalda y las botas de montaña en los pies, iniciamos nuestra ruta.
Al otro lado de la carretera,
justamente enfrente, existían unas escalinatas y peldaños para subir al mirador
del puerto de las Palomas.
Nosotros iniciamos nuestro
recorrido por un marcado sendero que, tras abrir una portilla, nos va
conduciendo a media ladera por la falda del cerro Coros.
El día comenzó frío y nublado,
además de húmedo. Todas las vistas estaban tapadas y sólo nos permitía ver el
camino a seguir.
Poco a poco, el día se iba
abriendo y, aunque con bastante lentitud,
nos mostraba parcialmente diferentes zonas, como el embalse de Zahara.
Las nubes fueron tomando altura y
las vistas mejoraron sensiblemente. Los Tajos de Lagarín y las Grajas,
aparecieron frente a nosotros.
Cuando el sendero se bifurcó, en
lugar de coger el superior (que nos llevaría a realizar la circular del Coros)
tomamos por el descendente que enfilaba con dirección a esa cordal-estribación
de Monte Prieto y los Espartales.
Si mirábamos hacia atrás veíamos
como aún, el Coros, se intentaba desprender de las nubes que todavía le
impregnaban.
Las vistas comenzaban a ser
amplias sobre el embalse y sus alrededores, aunque siempre con un límite nuboso
por encima.
Tuvo que pasar un buen rato hasta
que las nubes dejaron definitivamente de acariciar las laderas del cerro Coros
e incluso tuvimos rachas donde la niebla parecía no querer marcharse de aquí.
Intentamos subir a todos los
miradores naturales que nos íbamos encontrando en el camino.
En nuestro caminar nos
encontramos con rebaños de ovejas con sus crías y pasamos junto a una pequeña
charca que utilizarían para beber y bañarse, supongo.
Desde lo alto, fuimos testigos de
una carrera de montaña que se estaba realizando por uno de los muchos senderos
que existían por debajo nuestra (no hay más que ver, sobre el mapa de IGN, la
multitud de senderos marcados que existen por esta zona).
Continuamos, en descenso,
buscando el último mirador posible de esta estribación. Caminábamos ligeramente
por debajo de la propia cordal. Caminos con espacios abiertos y amplias vistas.
Nos adentramos separándonos del
sendero principal en un punto donde existían unos cúmulos rocosos muy
llamativos y, entre rocas, plantas y arbustos, nos fuimos introduciendo hasta
coronarlos. Era llamativo que, hasta arriba de esas rocas, existía un hito de
hormigón de los clásicos que representan al monte público. Curiosamente, había
multitud de ellos por todo el recorrido.
Regresamos por nuestros pasos
entre el ramaje hasta alcanzar de nuevo nuestro sendero patrón.
Siempre caminando con vistas
excepcionales, llegamos a pasar por debajo de las rocas que anteriormente
habíamos coronado.
El sendero tomo una mayor
pendiente descendente y nos hizo pasar por debajo de un farallón rocoso que
había tenido un derrumbe, y no de demasiado tiempo atrás. Daba algo de “yuyu”
pasar por la zona. Para más inri, volaban sobre nuestras cabezas un buen grupo
de buitres.
Poco a poco fuimos dejando atrás
esta delicada zona y, de repente, tras el camino que seguía hacia abajo sin
freno, nos topamos con lo que yo había leído en algún blog, “La Puerta”.
Se trataba de un hueco o paso en
una pared rocosa a la que había que desviarse para acceder así que, aquí, abandonamos nuestro sendero
principal para atravesar la Puerta a lo
desconocido. Un punto muy curioso y llamativo en este recorrido.
A partir de este momento la
pendiente se suavizó, se normalizó, casi llaneamos, pequeñas subidas y bajadas
hasta que alcanzamos el punto final de nuestro recorrido, por supuesto, también
marcado con un hito de monte público, un auténtico y maravilloso mirador
natural sobre el embalse de Zahara, el propio pueblo y los tajos de Lagarín y
las Grajas, entre otros.
Nos quedamos un buen rato
contemplando tan bellas vistas pero teníamos pensado aligerar en la ruta e
intentar comer en Grazalema, así que nos dimos la vuelta y, de forma rápida,
volvimos por nuestros pasos.
Alcanzado el punto de la
bifurcación donde nos tiramos hacia abajo (desde donde procedíamos en estos
momentos), tomamos la otra vía, que iba bordeando al cerro Coros.
Cuando nos encontrábamos por su
cara Sur comenzó lo más impactante de la ruta, tajos de vértigo, lugares de
residencia de un numeroso grupo de buitres.
Aunque el sendero que seguíamos
nos depositaba en la cordal para después, a media altura ,coronar su cumbre,
preferimos ceñirnos a toda su cordal y recorrer todos sus recovecos.
Era la zona de la verticalidad
pura, cortados a pico, salientes de uso exclusivo de los buitres. Un lugar
privilegiado para los amantes del vértigo.
La verdad es que estuve la mar de
distraído durante todo ese trayecto.
Una vez que tuve en mi punto de
vista el objetivo buscado, el poste geodésico del Coros, me limité a ir
directamente hacia él por una especie de plano inclinado tapizado de hierbas
verdes, con alguna que otra roca desperdigada, mientras gozaba de las inmensas
y amplias vistas que desde aquí se contemplaban.
Una vez en su cumbre llamaba la
atención el cerro de las Lomas, final de la estribación de la sierra de las
Cumbres.
En lo alto, nos encontramos
aparte del citado poste con 1.328m de altitud, un pluviómetro y una casetilla.
Supongo que como puesto de control de algunas antenas.
Mientras bajábamos y nos
empapábamos de las últimas vistas del embalse y del pueblo de Zahara con su
torre en primer lugar, decidimos completar la cordal dirigiéndonos hacia el
último saliente de 1.278m de altitud, donde también existía un aparato para
sacar datos y estudio del viento de la zona, un anemómetro totalmente vallado y
con un candado anti cacos.
Desde esta elevación tiramos campo
a través utilizando las sendas de las cabras hasta dar con una vivienda tipo
aljibe con una fuente y sus piletas. Una vez aquí, sólo nos restó bajar por el
carril que nos llevó, tras pasar una portilla, al aparcamiento donde estaba
nuestro coche.
Cambio de calzado al resguardo
del viento y del frío reinante y, rápido y veloz hacia Grazalema, al bar de
Zulema II regentado por Salvador, a tomarnos unas ricas raciones acompañadas de
sus cervezas correspondientes.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
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