Ruta realizada el 8 Diciembre
2012.
En esta ocasión fuimos: Lidia,
Pablo, Maxi, Pepe, Juan José, Patxi, Concha, Paco y yo (el que les escribe).
Realizamos una ruta casi lineal
por la parte Norte del Parque Natural de los Alcornocales.
Desde la venta del Mojón de la
Víbora hasta lo alto del cerro de La Fantasía hay un fantástico mirador natural
desde el que se divisaba perfectamente la zona denominada Las Motillas que
alberga una compleja red subterránea, de un gran interés espeleológico, con
bocas de acceso como Parralejo, Cueva del Agua, Ramblazo, etc…
Llegamos a la venta procedentes
del precioso pueblo de Ubrique y, aunque llegamos temprano, no hubo forma
humana de tomarnos un café o un té, ya que en este grupo existe el apartado
extremo “en contra del desayuno en carretera”. Qué le vamos a hacer!!!.
Dejando la venta a nuestra
espalda, con las mochilas cargadas y botas de montaña en los pies, caminamos
por la carretera un corto trayecto hacia nuestra izquierda y, rápidamente, vimos
una gran cancela con un cartel de “reserva andaluza de caza” a nuestra derecha.
La tuvimos que saltar, pues tenía
una cadena con un gran candado pero, al ser de travesaños horizontales, fue muy
cómoda de superar.
Continuamos caminando por un
carril embarrado para vehículos y con una niebla densa que se disipó
rápidamente. Era un ambiente muy húmedo.
Teníamos un cierto nerviosismo ya
que la venta estaba abarrotada por multitud de cazadores esperando a que la
niebla levantara y nuestro principal interés, en estos primeros metros de la
ruta, era obtener una buena y prudencial distancia de estos “pegatiros” de los
que yo, personalmente, no me fío nada. Es un poco angustioso caminar por el
bosque y escuchar disparos cercanos.
Nos vamos internando en un
impresionante y espeso bosque con una amplia gama de verdes,
agua mezclada con
la hierba que pisamos, barro, humedad, cielo cubierto, el sol luchando por
participar y, así, caminamos hasta encontrarnos con nuestra primera valla que
disponía de ese vado abierto.
El camino se va internando cada
vez más en el bosque y, de vez en cuando, pasamos de zonas arboladas a pequeños y curiosos claros despejados de
vegetación.
No existía tronco sin musgo que
lo envolviese y una naturaleza, cada vez más salvaje, nos ofrecía un suelo
tapizado de hojas secas y multitud de setas variadas sobre las que nuestros expertos en micología, Lidia y Pablo,
nos iban aportando datos y curiosidades.
Nos encontramos con nuestra
segunda valla y, tras una breve búsqueda, localizamos la portilla que, por
cierto, nos llevó un buen rato abrir, ya que tuvimos que aflojar el nudo que le
habían colocado.
Íbamos por galerías formadas por
las ramas de los árboles, vegetación exuberante, piedras recubiertas de musgo,
multitud de charcos, fango e incluso tuvimos que cruzar dos arroyos que venían
algo creciditos y nos hizo agudizar nuestro ingenio.
En un rincón de postal nos
tomamos un tentempié tras el paso de nuestro segundo cauce fluvial.
Tras caminar por parajes
variopintos,
cada cual más bonitos,
salimos a un carril de tierra con un firme
bastante bueno y menos enfangado que los tramos anteriores aunque, de vez en
cuando, salpicado de charcos.
Atravesamos una gran cancela que
encontramos abierta y abarcaba toda la anchura del carril con un amplio mataburros.
Llegamos a un punto dónde el
camino se divide en tres brazos y tomamos el de la derecha
que, mediante unas
pilastras, nos anunciaba que entrábamos en la Dehesa Fantasía
y que, tras
caminar un rato, nos condujo a una nueva cancela que tuvimos que pasar. En ella
estaba colocado un cartel que indicaba ganadería brava. Nosotros no vimos
ningún animal.
Nada más cruzar la cancela
tomamos, campo a través, dirección al cerro Fantasía que se veía desde ese
punto pues quedaba a una cota similar a la que estábamos. Tuvimos que bajar,
perder algo de altura, ya que entre la cancela y el cerro existía una especie
de hondonada.
A estas alturas ya estábamos
acostumbrados a doblar el espinazo
constantemente pues, el paso entre la vegetación, así te lo imponía y, por esta
zona, no iba a ser menos. El caso es que llegamos a una nueva alambrada que
tuvimos la suerte de pasar cómodamente pero casi con el cuerpo a tierra, ya que
poseía grandes huecos entre los alambres.
Más tarde, el siguiente reto fue
abrir una portilla para, por fin, enfrentarnos a la subida del cerro.
Antes de ello, Juan José y yo,
nos pusimos a bichear por una zona de piedras muy resbaladizas por ver esa
parte mientras,
el resto, aprovechó para picar algo y descansar. Cuando nos
reagrupamos enfilamos la subida al cerro y, tras caminar por un bosque de
árboles leñosos y bajos, llegamos a su cumbre.
Es una pequeña plataforma de
tierra dónde destacan dos bloques principales de piedra a modo de miradores
naturales con unas vistas espléndidas y amplias.
Es una maravilla estar oteando a
todo tu alrededor y ver esas extensas superficies completamente saturadas de
árboles. Esperemos que se conserven durante muchos años.
Tras el almuerzo - algunos parece
que se han traído todo lo que tenían en la cocina de su casa - emprendemos el
regreso, esta vez por otro camino, intentando crear una ruta circular y, de
repente, nos topamos con una nueva valla que, para mí, fue la más puñetera de
salvar.
Caminamos durante un largo trecho
en sentido ascendente, no muy acusado pero constante, pasando entre la
vegetación, pinchándonos, rozándonos y empujando en muchas ocasiones.
Pasamos por zonas despejadas de
maleza y arbustos
con superficies de hierba dónde curiosamente se observaban
agujeros de unos 3 a 4 cm de diámetro que albergaban el nido de unas enormes
arañas parecidas a las tarántulas que se asomaban al pisar junto a ellas.
El cansancio hacía mella. Pisábamos
continuamente sobre fango, agua y encima llevábamos el sol, que lució poco,
durante la subida.
Contactamos de nuevo con el carril por el que anteriormente
pasamos y aquí, cerramos el bucle.
Seguimos durante un cierto
trayecto por el mismo carril de la ida pero, llegado un punto, nos volvimos a
separar para realizar otro pequeño trazado circular
en el que nos encontramos
con unos restos de edificaciones.
Poco después conectamos con el sendero de ida
otra vez y, en esta ocasión, no lo abandonamos hasta concluir nuestra ruta.
Llegados a la venta: un té
enriquecedor y reconfortante, compra de algunos quesos y embutidos, algún que
otro dulce y …. directos a Montellano, dónde nos esperaba nuestro ya clásico
bar Rural para reponer fuerzas perdidas y sales minerales con la ingesta de
cervezas y tapas variadas o, algunos Seven up o caseras con tres gotas contadas
de tinto.
Todos no vamos a ser perfectos,
digo yo ¡!
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
EL TRACK DE LA RUTA LO PUEDES DESCARGAR EN EL SIGUIENTE ENLACE:
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