Ruta realizada el día 27 de
Octubre de 2013.
Fuimos Rodrigo y yo, Antonio.
Procedentes de Sevilla y por la
autovía de Málaga A-45, tras pasar el desvío hacia el polígono industrial de
Antequera, tomamos el desvío por la vía de servicio que discurre paralela a la
autovía y nos lleva al hotel la Sierra y la Venta de la Yedra, situada junto a
la gasolinera, además de la conocida fuente de la Yedra.
Próximo a este desvío,
dejamos el vehículo.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos nuestra amplia circular.
Al principio retrocedimos unos
metros por la carretera que llegamos en coche, para inmediatamente conectar,
girando a nuestra izquierda, con un camino de tierra que, en su extremo final,
se unía con la carretera que circunscribía a toda la mole del Parque Natural
del Torcal de Antequera, la C-3310.
Caminando durante el primer
tramo, prácticamente en horizontal, pronto llegamos a la altura del Cortijo de
la Parrilla.
A continuación, cuando el camino
describía una curva de casi 90º, vimos varios coches con carritos para perros (supongo
que estarían cazando), lo que me preocupó de momento aunque, al no verlos ni
oír disparos, poco a poco se me fue olvidando.
A partir de este punto comenzó a
tomar pendiente, a veces fuerte. Pasamos junto a una finca, con sus viviendas,
en la que la trayectoria del propio carril parecía que nos llevaba directamente
a la verja de su entrada pero, al llegar a su altura, observamos como el camino
la bordeaba.
Continuamos en ascenso y, a
partir de aquí, los ladridos de varios perros no dejaron de sonar. El camino
nos llevó al núcleo de una cortijada, como establos para ganado, e incluso una
nave para extraer la leche a las cabras que es el ganado que vimos por aquí.
Por un momento dudamos por donde continuaba
el camino ya que todo este conjunto lo interrumpía, incluido los cinco o seis
perros que nos ladraban sin parar. Curiosamente allí no salió nadie, y eso que
todas las puertas de las naves estaban abiertas y se intuía que estaban
trabajando o realizando sus labores.
Retiré una valla a modo de puerta
y proseguimos con nuestra ruta. Conectamos de nuevo con el camino, lo continuamos
durante un periodo de tiempo mientras íbamos bordeando las primeras
estribaciones de la sierra de las Cabras y lo abandonamos para internarnos
entre ella y la ladera de los Lastonares.
Ya con una pendiente mayor, nos
fuimos internando por esa vaguada que formaban las dos laderas buscando los
pasos más cómodos y claros, ayudándonos de senderillos que se veían pero que,
rápidamente, se perdían.
Abundaban los majuelos que
formaban auténticas barreras naturales con sus pinchos asomados en las ramas.
Había que estar atento a por qué lado caminar, mirando al frente para ir
decidiendo la mejor opción, ya que a veces eran infranqueables.
Principalmente, subimos esta
vaguada por nuestro lado izquierdo, según ascendíamos, flanqueados por unas
murallas pétreas de formas caprichosas e imponentes.
Poco a poco fuimos llegando al
collado donde la pendiente se fue suavizando y, el terreno que pisábamos,
despejándose de árboles y arbustos. Por aquí nos encontramos con personas
buscando setas. Más concretamente las setas de Cardo, hongos que se confundían
por su color con las numerosas piedras diseminadas que en este llano algo
inclinado.
Al frente se vislumbraba toda la
elevación del pico Cabras, que posteriormente intentaríamos coronar, mientras
que, a nuestra izquierda, se encontraba el pico Yedra.
Sin pensarlo mucho, y por la
línea de máxima pendiente, tiramos “to parriba” y, en poco tiempo, pisamos su
cumbre que se trataba de una larga cresta con dos elevaciones rocosas de igual
altitud en sus extremos. Concretamente de 1.264m.
Tras fotos en todas las
direcciones, y con todos los fondos posibles, iniciamos la bajada, igual que la
subida, campo a través aunque cómodo de caminar. Teníamos intención de perder
la menor altitud posible para enfilar nuestro segundo pico por ello, nos
dirigimos, una vez en la base del Yedra, hacia el collado de los Lastonares a
través de una cordal marcada alineada con él.
Se trataba de una pequeña
crestería rocosa por la que se iba adecuadamente, por supuesto, si se tiene
experiencia en caminar entre rocos calizas y angulosas. En medio de esta cordal
tuvimos que sortear nuestra primera valla del camino. Aprovechando un vano bajo
y unas rocas estratégicamente colocadas pasamos este escollo.
Una vez en el collado, nos tocó
subir de nuevo por un plano inclinado cubierto de hierba alta y sorteando
árboles aislados. A nuestra derecha existía una barrera rocosa que, en otra
ocasión, recorrí por su cumbre caminando por encima de esta crestería pero, en
esta ocasión, nos fue flanqueando en nuestra subida.
Alcanzada la base del pico
Cabras, nos asomamos a una espléndida ventana natural, hueco que dejaba libre
la barrera rocosa, cuyas vistas llegaban hasta nuestro continente vecino. Vistas
amplias e impresionantes. Recuerdo que también soplaba un viento fuerte que no
nos dejó mucho tiempo de observación de lo que se oteaba desde aquí.
Así que nos enfrentamos a nuestra
última subida de la jornada. Se trataba de una subida entre piedras, pasando de
unas a otras sin resbalar entre sus grietas. En poco tiempo alcanzamos su
cumbre de 1.283m de altitud.
Buscamos un pequeño hueco al
resguardo del viento y comimos en su cumbre, lógicamente, acompañado de una
buena ración de fotos.
La bajada del pico la realizamos
por un lugar diferente al de subida, buscando una pequeña vaguada, vertiente,
canal, no sé cómo describirlo mejor, a través de la zona de Tajo Prieto.
Una vez alcanzado el llano, tras
haber descendido del pico y atravesar un corto bosquete de árboles, caminamos
buscando el inicio del arroyo de la Yedra.
Durante un trayecto, llaneamos,
observando a nuestra izquierda, el pico Yedra a lo lejos y su collado, por
donde aparecimos antes de subirlo y a nuestra espalda, el Cabra y el collado de
los Lastonares.
Poco a poco nos fuimos internando
en una pronunciada vaguada que formaba el arroyo de la Yedra, caminando por
nuestra izquierda. Cogimos un senderillo relativamente marcado, cómodo de
seguir, pero con el inconveniente de que cada vez se alejaba del cauce y tomaba
cierta altitud, lo que nos obligó a dejarlo e ir en su busca, ya que el retorno
que conocía era por el mismo cauce.
Próximos al arroyo, tuvimos que
superar nuestra segunda valla del día. Buscamos un cómodo vano que, sin
esfuerzo y sin estropear el vallado, logramos pasar y, donde conseguimos dar
con otro senderillo que nos fue orientando. Caminábamos entre arbustos de
majuelos “pinchosos” aunque el sendero nos proporcionaba los mejores trazados
entre ellos. Luego, el problema se convirtió en una pronunciada pendiente
lateral que, con la hierba húmeda,nos hacía mascar la tensión y pisar con sumo
cuidado.
Pasados estos obstáculos nos
encontramos con un pequeño barranco, de paredes verticales y zarzas en su
lecho, pero con la suerte de que siempre existían apoyos cómodos y fiables
(tengo que recordar que todo este tramo que estoy comentando, no es apto para
cualquier persona. Hay que tener una mínima experiencia). Así, llegamos a una
oquedad o abrigo, en la propia pared del barranco, usada por las cabras para
reposar y refugiarse.
El resto del cañón lo fuimos
pasando con cuidado de no resbalar ni caer en esa inmensa bola de pinchos
vegetales que estaban aguardando un posible fallo. Tras pasar de un lado a
otro, conseguimos superarlo y pasarlo, pero de nuevo nos encontramos con un
otro vallado. Lo saltamos y ya, en campo abierto, sin mayores problemas, nos
dirigimos dirección hacia la gasolinera. Pasamos por su trasera y, para acceder
a la carretera, por supuesto: ¡! Otra valla ¡!
Menos mal que ya estábamos
entrenados!!! Pues nada, a saltar nuestra última valla, con lo que por fin nos
vimos en la carretera de servicio y donde estaba nuestro coche.
Dejada atrás la gasolinera, pasamos
por la Venta de la Yedra ya sobre asfalto. Al rato, pasamos junto a la fuente
de la Yedra, donde llenamos la botella de agua gracias a que, muy amablemente,
nos permitieron colarnos, una pareja de ancianos que estaban llenando multitud de
garrafas de 5 litros. A continuación pasamos junto al Hotel de la Sierra y, por
fin, ... el coche!!!
Cambio de prendas y calzado y,
por lo bien que se comportó Rodrigo, tiré dirección a Montellano para
compensarle con un magnífico serranito y algo más, que luego cayó, aunque ello
nos retrasara en 1 hora la vuelta por no
tirar por la autovía.
Pero mereció la pena ¡!
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
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