Ruta realizada el 19 de Octubre del 2013.
Fuimos Begoña, Pepa, Concha, Mª
José, Manuel, Patxi, Juan José y yo, Antonio, el que les escribe.
Ruta atípica, de principios de
temporada, que discurre en su mayoría por carriles o caminos de tierra.
Procedentes de Puerto Serrano,
por la carretera que lo une con Algodonales, la A-382 y a la altura del puente
o viaducto que supera el río Guadalete, sobrepasado éste, giramos
inmediatamente a nuestra derecha, por un tramo de carretera que vuelve a pasar
el Guadalete, esta vez por el puente de la Nava,.
Acto seguido, se une con una
pista asfaltada, algo deteriorada, denominada Cordel de Morón que describe una
amplia curva que pasa el viaducto por debajo. A unos 500 metros dejamos los
vehículos.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos nuestro recorrido que, durante un largo
tramo, transcurre por un carril de tierra llamado Cordel de Morón según
indicaban algunas señales verticales que fuimos encontrando en el camino.
Al principio, el ruido de motos y
coches que pasaban por la carretera general próxima era impactante pero, poco a
poco, nos fuimos adentrando en el bosque y el ruido se transformó en sonido, el
sonido del viento sobre las ramas y el canto de los pájaros.
Pasamos entre encinas y alcornoques.
Al principio, creo recordar, que se trataban de eucaliptos. Por desgracia, se
trataba de un camino muy transitado y usado para diversos usos, como romerías,
zonas de áreas recreativas, ect.. y se notaba en los restos de basuras que
había por la parte inicial de este trayecto.
Tras pasar varias portillas, nos
encontramos a nuestra izquierda con una derruida edificación que se encontraba tras un vallado que fuimos
dejando a nuestra derecha.
Pronto conectamos con el arroyo
del Cañuelo las Toscas del Boquino o, más bien, con su cauce seco y
marcadamente hundido sobre el terreno, como una amplia zanja profunda que, con
la ayuda de raíces de los arbustos cercanos, pudimos atravesar para pasar al
otro lado.
Durante un tramo fuimos paralelos
al arroyo hasta que, poco a poco, nos fuimos separando y tomando altura por la
ladera que formaba la Peña Gorda.
Fue en esta zona donde tuvimos
las primeras vistas de las angosturas del Guadalete que discurría por el fondo
de las vaguadas formadas por las diferentes laderas que lo limitaban. Laderas
tupidas de vegetación prácticamente vírgenes y de muy difícil acceso.
Caminábamos por un insignificante
senderillo con una gran pendiente lateral. Desde aquí tuve la oportunidad de
fotografiar, por primera vez, un buitre leonado posado en su risco desde el que
estaba oteando.
Llegó un momento en que el
senderillo se difuminó y desapareció.
Decidimos en ese momento, y campo
a través, tirar por la máxima pendiente de la ladera y coronar el cerro la Peña
Gorda de 469m de altitud.
Un cerro con un cúmulo de rocas
en su cumbre, salpicados de encinas, que nos dieron una estupenda sombra que
aprovechamos para nuestro segundo desayuno del día.
Tras las fotos de rigor para
guardarlas en la carpeta de los picos realizados, comenzamos con el descenso
(también campo a través), al principio, por una zona despejada de matorral y
árboles que luego se transformó en todo lo contrario. Por supuesto, al igual
que en la subida, en esta ocasión, por la máxima inclinación.
Una vez abajo, el siguiente
obstáculo fue un vallado que pasamos por un saltadero colocado para la ocasión.
Lo más divertido es que quince metros más abajo había una portilla, pero bueno,
qué más da!! No nos gustan las cosas tan fáciles!!
Pasamos junto a una impresionante
higuera enorme y, a continuación, tuvimos que atravesar el mismo arroyo pero
por otro punto.
Pronto conectamos de nuevo con
otro carril de tierra que, en esta ocasión, nos acompañó muchísimo tiempo. Realmente
hasta el área recreativa de La Toleta, cerca de la Junta de los Ríos.
Fuimos bordeando el cerro de la
Arena, que dejamos a nuestra izquierda, para posteriormente pasar entre el
cerro de Cueva Morena y el del Cincho.
Caminábamos a cierta altitud
sobre el Guadalete que, más que verse, se intuía en su fondo.
Discurría por la vaguada formada
por las laderas del cerro del Cincho y la del cerro del Morisco situado al lado
contrario al que caminábamos, todas ellas tapizadas de una rica, exuberante y
tupida vegetación entre la que nos encontramos madroños con frutos en su
momento óptimo de madurez como pudimos comprobar y catar.
Cuando llevábamos bordeados unos
180º del cerro del Cincho, divisamos a lo lejos unas viviendas de las que
resaltaba una en particular. Parecía desde aquí, una casa cortijo amplia o una
especie de monasterio pero, a medida que nos fuimos acercando, comprobamos que
se trataba de una edificación en construcción con una torre central más esbelta
culminada en una cubierta a cuatro aguas. Más tarde nos informamos de que
varias de las viviendas eran para turismo rural y que se estaba equipando la
zona para albergar un hermanamiento de varios pueblos de la zona. Una romería
donde el alcohol iba a brillar de lo lindo.
Algo más adelante llegamos al
área recreativa la Toleta y aprovechamos sus instalaciones para comer al cobijo
de la sombra de los árboles. Al igual que en el inicio de esta ruta, los restos
y despojos de las personas, por desgracia, se encontraban esparcidos por el
terreno. El aspecto no era el ideal ni el más agradable.
Hacía bastante calor y el agua de
nuestras cantimploras estaba bajo mínimos, pero nos encontrábamos próximos a la
Junta de los Ríos, así que decidimos llegar hasta allí. Caminábamos en esta
ocasión por el Cordel de Algodonales.
Atravesamos un rebaño de ovejas
con sus crías recién paridas. Fue un espectáculo curiosísimo además de
extraordinario y, a continuación, llegamos al lugar donde el río Guadalporcún
se unía con el Guadalete: la Junta de los Ríos.
Regresamos por nuestros pasos
hasta el área recreativa y continuamos, bordeando el resto del cerro del Cincho,
siguiendo a cierta altitud en esta ocasión, por el arroyo de la Armada, con la
misma espesura vegetal que llegamos.
Cerrada esta circular, dejando en
su interior tanto al cerro de la Arena como el citado anteriormente, conectamos
de nuevo con nuestro trazado, pero en sentido contrario, volviendo por nuestros
mismos pasos de ida, salvo la subida que realizamos por la mañana, a la Peña
Gorda.
Una vez en los coches, tras el
cambio de calzado y algunas prendas, nos despedimos de nuestro compañero Manuel
que regresaba a Jerez y, el resto, nos fuimos a Montellano que, con la caló que
pasamos, íbamos como zombis hacia esas preciadas rubias.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Si quieres el track de la ruta, no tienes nada más que picar sobre el siguiente enlace:
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