Ruta realizada el día 24 de
Agosto de 2013.
Fuimos Mª José y yo,
Antonio, el que les escribe.
Bueno, continuando con el
proyecto que me he propuesto, pisar todos y cada uno de los tres miles que
existen en Sierra Nevada, alquilamos una habitación en los apartamentos Siete
Lagunas situados en la parte alta del pueblo de Trevelez y desde ellos,
directamente, iniciamos nuestra ruta, con mochilas a la espalda y botas de
montaña en los pies, a eso de las 8h de la mañana, tras un rápido y pequeño
desayuno.
Caminamos por varias calles
preciosas de ese pueblo granadino que, mediante diversos carteles metálicos,
nos iban indicando las calles a seguir, siempre dirección a 7 lagunas.
Alcanzamos rápidamente la
última calle que nos dejó frente a un camino empedrado. Ni que decir tiene que
todo el recorrido, hasta la propia Alcazaba, era cuesta arriba y sin frenos,
je, je.. Pocos y cortos trazados horizontales.
Entre fincas y pequeños
cortijos íbamos subiendo. A veces, las fuentes derramaban sus aguas encharcando
nuestro camino. Pronto alcanzamos la acequia Nueva que pasamos de un lado a
otro mediante un pequeño puente.
Cruzamos el Barranco Porras,
a la altura del cortijo de la Umbría superamos el Barranco Madrid y, cuando
llegamos a la altura del cortijo Piedra Redonda, pero a una mayor altitud,
giramos hacia nuestra izquierda unos 90º en un acusado ascenso respecto a lo
que llevábamos caminado anteriormente, bordeando una inmensa piedra (supongo
que el cortijo tiene su nombre debido a ella). Subíamos por la zona conocida como
las Majadillas.
Superada esta bola pétrea,
nos acercamos a un cartel que nos informaba sobre el valle del río Trevelez.
Salvado este primer, largo y
fuerte repecho, caminamos durante un buen rato paralelos a la acequia gorda que,
aunque apenas se veía, si se escuchaba perfectamente.
A la altura del Barranco
Cueva Agustín, en la zona de los Posteros, nos encontramos con un poste
indicativo que nos daba información sobre la dirección y distancia a la
Campiñuela y a Siete Lagunas.
Seguimos su indicación y,
tras superar una portilla, nos vamos introduciendo poco a poco en un pinar de
bajo porte, como de reforestación de hace algunos años.
Mientras caminamos por este
bosquete, poco a poco la senda se va tornando más pendiente y por la zona de
Prado Largo es cuando más se acentúa que, tras atravesar la acequia del Mingo,
nos dejó directamente en la zona conocida como la Campiñuela, formada por una
extensión más o menos llana donde existía una cabaña pequeña para refugiarse
los pastores y una era a su lado.
Allí nos tomamos algo de
picar para reponer fuerzas por esa continuada ascensión y para poder seguir
subiendo. Tras ese breve descanso, nos pusimos de nuevo manos a la obra y ahora,
con una pendiente más suave y más o menos paralelos a la acequia anterior pero,
cada vez y de forma progresiva, tomando más altitud respecto a ella, caminábamos
por los Cahorros de las Hoyas hasta que el sendero era cortado por el cauce del
río Culo de Perro.
Nosotros lo atravesamos por
el dique derruido que allí queda (para mí, el mejor lugar de vadearlo sin
arriesgarse a mojarse las botas y calcetines por un imprevisto resbalón en
cualquier otro punto del cauce).
De nuevo la misma tónica de
esta ruta, seguir subiendo. Aún seguíamos por el sendero de subida a las 7
lagunas, por la zona del Prado de las Yeguas, pero pronto llegamos al punto
donde iniciamos nuestro desvío del sendero anterior.
Nos comenzamos a separar del
río Culo de Perro casi de forma perpendicular, atravesando la acequia de Prado
Llano y tomando, progresivamente, mayor altura.
Dejábamos a nuestra
izquierda todas las Chorreras Negras, procedentes del vaciado de las Siete
Lagunas y caminábamos por toda la dorsal que se enfilaba directamente hacia
nuestro primer objetivo del día, nuestro primer tres mil del recorrido.
Se trataba de otra larga y
tediosa subida, pero en cuyo final se advertía el pico a superar, aunque por
supuesto pagando un alto esfuerzo, ya que la pendiente en este último tramo se
volvía a incrementar.
Entre un gran caos de
piedras donde te ayudabas de los diferentes hitos colocados de forma
estratégica, llegamos por fin a nuestro codiciado pico.
Encima y pisado, nuestro
primer tres mil, el Peñón del Globo con 3.289m de altitud. Otro para el bote ¡!
Un fantástico mirador
natural sobre el paraje de las Siete Lagunas, con el Mulhacén y la Alcazaba a
uno y otro lado.
Se veía perfectamente el
trazado a seguir que teníamos proyectado, con el pico del Globo Occidental a
continuación y, al fondo, el Puntal de la Cornisa.
Tras disfrutar de ese
momento, iniciamos la bajada entre caos de piedras buscando los mejores pasos
hasta alcanzar terreno firme y proseguir con la subida casi inmediata a nuestro
segundo objetivo, atacándolo ligeramente por su derecha, hasta alcanzar su
cumbre.
Segundo tres mil de la
jornada, El Globo Occidental con sus 3.296m de altitud.
Pico espectacular por sus
vistas y por sus lascas de grandes piedras que burlaban la ley de gravedad
mediante grandes losas que formaban un fantástico balcón volado. No apto para
asomarse a personas con vértigo.
Las vistas eran similares a
la del anterior pico con la gran diferencia de la sensación de vacío al
asomarte por su extremo. Impresionante ¡! Recuerdo que cuando íbamos de vuelta,
que ya detallaré más adelante, y pasamos por debajo de él, me temblaron las piernas,
pues es cuando comprendí exactamente dónde nos estuvimos moviéndonos,
sentándonos y asomándonos al vacío.
Tras las fotos de rigor,
bajamos dirección al siguiente pico de la jornada, esta vez la bajada fue más
cómoda y prácticamente nos dejó junto al hito que marca la bajada hacia el
Coladero, sendero bastante pendiente, formando marcados zigzag y de terreno
suelto por el que bajaríamos una vez conquistada la Alcazaba y que nos llevaría
hacia las Siete Lagunas.
Allí nos encontramos con
varios machos de cabras montesas que comían plácidamente y con total
tranquilidad. Más bien, parecía que les costaba trabajo retirarse de nuestro
camino!!!
Pronto comenzamos a subir a
nuestro tercer pico, aunque en lugar de buscar su parte más alta, nos dirigimos
hacia el frente, dirección en la que íbamos caminando y, al asomarnos a la otra
ladera, descubrimos otros rincones muy diferentes de los anteriores, con la
laguna de la Mosca abajo, derramando sus aguas
y creando el inicio del río Valdecasillas y esos grandes y profundos
espacios que forman toda la extensión comprendida entre el Mulhacén y el Veleta
por su cara Norte.
Tras estar contemplando
durante un buen rato esta maravilla, nos dirigimos a su punto más elevado, con
lo que llegamos a nuestro tercer tres mil de la jornada, el Puntal de la
Cornisa, con sus 3.316m de altitud.
Fotos desde todos los
ángulos y recogiendo buenas panorámicas, por supuesto una con el Mulhacén de
fondo y otra con la Alcazaba y, acto seguido, ponemos rumbo a nuestra 4ª cota
del día.
Desde este punto, la
Alcazaba se encontraba alineada con nosotros, sólo restaba caminar hacia ella
en sentido ascendente, de forma relativamente suave, pero durante el trayecto
existían varias elevaciones de menor entidad, a las cuales me fui subiendo y
fotografiando en cada una de ellas.
La primera que nos
encontramos, según he estado investigando, creo que se trataba de nuestro 4º
pico de tres mil metros, La Antecima SW de la Alcazaba, con sus 3.315m de
altitud, de la que inmortalizamos alguna que otra imagen.
Descendido este peñón
rocoso, nos dejó en la base de la mole de nuestro objetivo principal del día
del que ya se observaba desde abajo su esbelto hito y que, a medida que íbamos
subiendo, descubrimos que tenía otro algo más retirado pero de similares características.
Prácticamente sin darnos
cuenta, llegamos al hito primero de la Alcazaba, donde nos sentamos a
contemplar las magníficas vistas y a tomar un picoteo para reponer las fuerzas
perdidas. A continuación, dejando las mochilas allí, pisamos el segundo hito
observando claramente toda la cordal o estribación donde se me han quedado algunos
de los picos emblemáticos aun por realizar: el Puntal de Vacares, Puntal de la
Caldereta y el Goterón (que no sé por dónde los tendré que hacer sin repetir
muchos itinerarios), y todos los tres miles más orientales.
Así que, en este momento, se
podía decir que conseguimos nuestro 5º tres mil, el pico de La Alcazaba, con
sus 3.369m de altitud.
El reto había sido
conseguido y, aunque prácticamente, éramos los últimos en estar en esta zona (ya
que el único grupito que vimos lo dejamos cerca de la antecima), nos quedamos
un buen rato contemplando las inigualables vistas en todas direcciones que nos
ofrecía esta magnífica atalaya.
También nos vino bien el
descanso y el tomar algunas piezas de frutas para reponernos del esfuerzo
realizado. Una vez que nos empapamos a tope del lugar, y viendo la hora, algo
tarde, decidimos emprender el camino de regreso.
Bajamos de la Alcazaba
buscando un marcado sendero que se veía desde lo alto. Atravesamos toda la
planicie cóncava, paralelamente y por la base de todas esas pequeñas
elevaciones, por un sendero que, comunicaba directamente la Alcazaba, con la cabecera del Coladero.
Bajamos por él por un camino
serpenteante con muy pronunciada pendiente con terreno arenoso y de pequeñas
rocas sueltas. Mientras bajaba, pensaba en lo duro que debía suponer el
ascender por el Colaero para llegar al pico Alcazaba.
A mitad de trayecto, como
comenté al principio de este relato, miramos hacia arriba, ya que íbamos
custodiados por una inmensa y alta pared rocosa, y vimos unas grandes losas que
sobresalían de la pared en forma de balcón volado, dónde horas atrás estuvimos
sentados sobre ella cuando coronamos el Globo Occidental. Se me pusieron las
carnes de gallina!!! Mira que si le da por caerse a una losa de esas!!! Menudo
susto!!
Llegando a la parte inferior
del sendero, donde te depositaba sobre la extensa superficie de las Siete
Lagunas, observé una protuberancia rocosa, más alta que el último tres mil que
pensaba hacer en este día, el Cerrillo de Laguna Altera, y allí que me fui y me
fotografié, para que quedara constancia.
Mª José siguió el
senderillo. Ella ya no quería saber nada más de elevaciones, pero yo, tras éste
me dirigí hacia mi 6º tres mil y esta vez, sí el último, subiéndome entre un
gran caos de rocas de diferentes tamaños y colocaciones en el Cerrillo de
Laguna Altera con sus 3.089m de altitud donde, tras fotografiarme y mirar con
tranquilidad mi nuevo entorno, todo el circo de las Siete Lagunas, me di cuenta
que otro tres mil, el Puntal de las Siete Lagunas, situado a mi espalda, me
quedaría para otra ocasión, ya que ni por tiempo, ni ganas, ni fuerzas, lo
podía conquistar.
Tras bajar de este último
pico, bajada suave y cómoda, me encontré con Mª José y nos dedicamos a recorrer
esta llanura o mezcla de diferentes mesetas suaves, siguiendo los diferentes
cursos de agua que entre las diversas lagunas se iban alimentando unas a otras
hasta verter toda su cuenca en la última y más grande, la laguna Hondera.
El caminar por toda esta
zona, además de lo bello y agradable, con vistas espectaculares, fue el pisar
sobre hierba mullida, esponjosa, que se hundía levemente a nuestra pisada y que
te reconfortaba y relajaba.
Así llegamos a la altura de
la última laguna, La Hondera, que vertía sus aguas dejándolas caer formando las
Chorreras Negras, lugar de inigualable belleza y un clásico de Sierra Nevada. Durante
un buen tramo fuimos junto a ellas bajando y observando todos sus rincones, a
cada cual más llamativo.
Algo más adelante,
conectamos con el punto donde, por la mañana, nos desviamos para atacar al
Peñón del Globo y ya, el resto del itinerario, transcurrió por el mismo de ida.
Llegados a Trevelez, que
parecía que no se iba a dar nunca (no es largo ni ná!!!), llegamos a nuestro
apartamento donde una larga, merecida y amplia ducha, nos dejó como nuevo. Y de
postre, una merecida cena en el bar de más abajo, en el mesón pizzería El
Goterón.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Si quieres descargar el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:
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