Ruta realizada el 6 de Julio de
2013.
Fuimos Mª José, Rodrigo,
Guillermo y yo, Antonio, el que les escribe.
Mi propósito con esta tercera
ruta por la zona, era la de patear y coronar todos los tres miles orientales de
Sierra Nevada. Encumbrar todos los tres miles situados en el Norte de esta
Sierra.
Así que, por tercera vez
consecutiva, en tres fines de semana seguidos (éste último si reservamos noche
en Guejar Sierra) subimos a nuestra ya conocida y difícilmente olvidada cadena,
donde dejamos el vehículo.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, recorrimos por tercera vez esa larga subida al Puntal
de los Cuartos. Por supuesto pasando por Papeles y el refugio de Peña Partida.
Creo que me atrevería a ir a este
pico con los ojos cerrados.
La proporción de nieve respecto a
la anterior semana había menguado de una forma bastante sensible. Seguían
existiendo neveros pero con bastante menos nieve.
Antes de llegar al Puntal, en el
pequeño murete abrigo, nos encontramos con el rebaño de cabras, que en todas
las rutas que aquí realicé me he encontrado, liderado y dirigido por dos
grandes mastines que, aunque no tienen ganas de ser amigos, tampoco son
peligrosos con los caminantes, pero no tienen buenas pulgas y hay que estar con
cierto ojo.
Picamos antes de enfrentarnos con
el final más duro de esta ya conocidísima cuesta o pendiente.
Una vez arriba, coronado por
tercera vez, el Puntal de los Cuartos, de 3.154m de altitud y nuestro primer
tres mil del día.
Aquí tuvimos un contratiempo.
Rodrigo decía que ya no seguía. Con este pico ya tenía suficiente y, así
obcecado, decidió bajar hacia los Lavaderos con lo que Mª José, por no dejarlo
sólo, lo acompañó y realizaron, prácticamente, la ruta que realicé en primer
lugar en esta zona.
Nos quedamos Guillermo y yo con
ganas de tirar en sentido contrario al Covatillas, hacia el pico de la
Justicia. De entrada, sabía que se trataba de un itinerario duro y algo largo,
pero nunca pensé o calculé lo duro, largo y fuerte que al final resultó. Menudo
castigo le infligí a Guille, que llegó exhausto, igual que yo.
Bueno, vamos por partes.
Desde el Puntal de los Cuartos o
La Buitrera, nos dirigimos hacia el pico de la Justicia, por su cordal, una marcada
cresta de piedras caóticas que limitaban un alargado y estirado nevero que caía
hacia las lagunillas de Juntillas.
A mitad de cordal llegamos al
pico de los Escarpes, La Mojonera o Atalaya Norte, según creo por varias fuentes que he estado ojeando. Se trata
de un tres mil, pero no sé si reconocido en algún listado oficial y que parece
que no existe en esta Sierra (de lo que se quejan muchos montañeros). Parece
que eso no ocurre en las montañas Pirenaicas.
Esta Atalaya Norte de 3.141m de
altitud, se compone de un caos de rocas y promontorio a mitad de camino del sí
reconocido pico Atalaya o Justicia. Por si acaso, nos sacamos nuestras fotos.
Nos pasaron en este momento un
nutrido grupo de montañeros con los que coincidimos durante un largo trayecto.
Varios objetivos comunes.
En una corta y pequeña subida nos encontramos con nuestro segundo
tres mil “oficial” de la jornada, el pico de la Justicia o Atalaya de 3.141m de
altitud.
Fotos con diferentes panorámicas
y fondos y a continuar con nuestro proyecto. Hacia el siguiente tres mil.
Avanzábamos detrás del grupo que
nos abría el camino a seguir. Aunque estaba señalizado con hitos y era evidente,
perdimos 150m de desnivel ya que tuvimos que bajar la ladera de la Atalaya
hasta llegar al Collado de la Buitrera para, después, tener que subirlos y
coronar nuestro tercer tres mil, el pico o atalaya del Cuervo, de 3.147m de
altitud.
Aquí descansamos junto al esbelto
hito cimero aprovechando la mínima sombra que daba para resguardarnos del
implacable sol que tuvimos durante todo ese día. Nos tomamos varias latas de
isotónica, agua y frutas. La subidita nos la jugó fuerte.
Parece que el grupo que nos
precedía pensaba pasar la noche en este pico y se lo tomaban con mucha calma,
pero nosotros teníamos un largo recorrido aún por delante y, tras el merecido
parón, reanudamos la marcha.
Descendimos de nuestro pico en
suave pendiente y pasamos de nuevo por otro tres mil no oficial, según el IGN
de 3.098m de altitud, donde también cayeron algunas fotos, para llegar a
nuestro último tres mil de la jornada.
Para llegar a él tuvimos que
subir a una pequeña plataforma que se convirtió en una cordal de piedras con
una caída a nuestra derecha bastante vertical, continuarla durante un tramo y
coronar el hito cimero, colocado en un lugar estratégico, con unos cortados que
impresionaban, cuya ladera y la de la loma de Maitena, formaban la vaguada por
la que discurría el río Vadillo.
Se trataba del cerro del Mojón
Alto o Tajos Negros, según unos u otros autores, de 3.117m de altitud. Atalaya
de ubicación estratégica y con vistas espectaculares de una gran parte de Sierra Nevada. Nuestro cuarto tres mil y
último del día.
Antes de continuar con el relato,
quiero comentar que dudé muchísimo el intentar el Puntal de Vacares (Ya que no
pienso volver a la cadena por mucho tiempo ¡¡¡), puesto que se trata de un pico
de difícil acceso si no se hacen travesías, y se me va a quedar en el tintero
por esta zona, pero no íbamos demasiado bien de tiempo y Guille no las llevaba
todas consigo, por ello decidí atacar el Mojón Alto y regresar al punto de
partida.
Aquí nos ocurrió la anécdota del
día. Nosotros éramos los observadores desde lo alto de varios buitres que
sobrevolaban realizando círculos aprovechando las corrientes térmicas de aire.
El caso es que uno de ellos, el que menos se parecía a un buitre, nos superó en
altura y tomó el papel de observador, pero se limitaba a hacer círculos sobre
nuestras cabezas bajando progresivamente hacia nosotros, tanto es así que se
llegó a quedar a unos dos metros por encima nuestra y lo repitió en varias
ocasiones. Era un pájaro enorme, de unos 2 a 2,5m de envergadura y creo que se
trataba de un quebrantahuesos.
A la segunda vez que nos hizo esa
bajada, no nos fiábamos ni un pelo del bicho.
Menos mal que al final se fue
alejando y retirándose del lugar.
La bajada del Cerro del Mojón
Alto, fue por camino sin señalizar, campo a través, sin hitos, pero cómodo,
factible y claro.
Nos dirigíamos hacia una laguna
bordeada en su mitad de la periferia por unos grandes y gruesos neveros y,
parte de ellos, estaban descolgados del resto y tumbados sobre la laguna. Como
si se tratase de un frente glaciar!!!
Igual me he pasao con la
explicación pero es para que os hagáis una idea.
Era tan impresionante y diferente
de todo lo que he visto por la zona que nos paramos un buen rato para
observarla, fotografiarnos e, incluso, meter los pies en esas gélidas aguas.
Tras tomarnos unas piezas de
frutas, continuamos bajando campo a través hasta, por fin, dar con el marcado
sendero que no era otra cosa que la vereda o cañada Real de Vacares.
Una interminable, digo bien,
interminable bajada por la Cuesta de la Barraca, según el IGN Loma del Calvario
que, aunque con vistas impresionantes del corral de Valdeinfiernos y de los
impresionantes saltos de agua del río Valdeinfierno, y de intuir, más que de
ver, el río Guarnón uniéndose al río
Real que discurría al fondo de la inmensa vaguada que dejábamos a nuestro lado
izquierdo, resultó una bajada bastante tediosa, larga, cansina y sin final.
Durante la bajada, dejamos atrás
el cruce de la cañada Real de Vacares que llevábamos con la vereda de San Juan, prácticamente donde comenzaba un pinar. Seguimos bajando hasta prácticamente
alcanzar la acequia las Nogueras junto a unos depósitos de agua tipo albercas
circulares, , cerca del cortijo del Peñoncillo, donde giramos a nuestra derecha
cambiando drásticamente de dirección y siguiendo el curso de la citada acequia.
Caminábamos entre el pinar, que
nos sirvió de parapeto del sol pero, a esa altura, prácticamente no llevábamos
agua y, aunque pasamos varios barrancos con agua, la utilizábamos para
refrescarnos, mojándonos la cabeza y la cara. Prácticamente este tramo era
horizontal y llaneamos durante un largo trayecto.
Alcanzamos el río Vadillo, que
cruzamos por un puente con tableros de madera. Llevaba bastante agua y era un
lugar precioso para patear y descubrir todos sus rincones. Lástima que, en este
punto de nuestro recorrido, solo pensábamos en llegar a nuestro destino. Prácticamente
sin agua, sin comida y con un sol que nos estuvo castigando durante todo el día,
más los kilómetros que ya llevábamos en
las piernas y lo incierto del camino, sin tener claro que nos íbamos a encontrar
más tarde, nos impidió quedarnos y disfrutar de ese bello rincón.
Nos tocaba subir un desnivel de
unos 150m entre el pinar haciendo multitud de zigzag, hasta alcanzar una cota
suficiente para, ya sobre la ladera que nos conduciría a nuestro vehículo y por
la zona denominada Haza del Lastonar, tomar un sendero, de nuevo muy horizontal
que, aunque bastante claro y marcado, no parecía ser muy transitado, por lo que
mi intranquilidad aumentaba por momentos, con la duda de que en algún momento
se interrumpiese, lo cual no ocurrió.
La tarde se iba echando, el sol
escondiéndose, nuestra meta aún se encontraba lejos y, Guillermo, cada vez más
cansado y agobiado.
Racionamos el agua hasta el
límite, con buches que prácticamente mojaban los labios, pero tuvimos una grata
sorpresa, me encontré una manzana en una bolsa perdida, nuestra salvación ¡!
Le hicimos los honores merecidos.
Nos sentamos sobre una gran piedra y, de camino que descansábamos, nos tomamos
aquella rica manzana que todavía degusto. Nos supo a gloria y nos repuso algo
de nuestras energías perdidas.
El trazado horizontal, pero
también interminable, aumentaba nuestras ganas de llegar a pesar de que
caminábamos a media ladera por encima del río Vadillo cuyo curso circulaba por
el fondo del barranco. Se trataba de un bello paraje, pero ese detalle era lo
último en lo que, en esos momentos, pensábamos.
A la altura de la zona denominada
Los Barracones le di el último disgusto a Guille!! Otra subida a vencer, de
unos 100m de desnivel, cuando no podíamos ni levantar nuestras botas del suelo.
Menos mal que esa manzana ¡! nos dio alas ¡!
Además iba más repuesto y menos
agobiado que antes, con lo que al subir esta última cuesta y conectar con el
sendero que por la mañana tomamos en sentido inverso y, ya en suave descenso,
con los coches en nuestro campo de visión, nos relajamos completamente.
Por fin todo el grupo reunido de
nuevo!!! Ellos llevaban más de tres
horas esperándonos junto al coche y con la consiguiente preocupación,
aunque nos comunicamos por móviles.
Tras el cambio de ropa y calzado,
directos a una buena ducha y a un merecido y gran menú de cena, y luego a la
habitación. Suerte que esta vez no tocaba una larga vuelta a Sevilla en coche.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Si quieres descargarte el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:
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