Ruta realizada el día 9 de
Diciembre de 2013.
Fuimos Guillermo y yo, Antonio.
Procedentes de Ronda por la
carretera que la une con San Pedro de Alcántara, pasado el desvío hacia
Igualeja, tomamos la entrada al Parque Natural de la Sierra de las Nieves, al principio
asfaltado y luego de tierra, que sube hasta Quejigales.
Pasamos el camping situado en la
zona de la Hoya del Navacillo y la entrada hacia el cortijo de las Carboneras y,
donde el camino de Quejigales se bifurca en dos (cuando cruza el arroyo de la
Fuenfría), dejamos a nuestra izquierda el que se dirige a la Nava y sube al
refugio de Quejigales (Camino de Tolox) y tomamos el ramal derecho (Camino de
Marbella), que prácticamente nos lleva paralelos todo el tiempo al citado
arroyo.
Aparcamos justamente al lado de
las ruinas del descansadero-abrevadero de la Fuenfría, cerca se halla el
cortijo de la Fuenfría, vigilado por dos grandes mastines, que seguro, repelen
a cualquier visitante de lo ajeno.
Pillamos un día muy nublado, con
niebla baja y bastante viento, pero eso no nos impidió realizar nuestra ruta
proyectada.
Es la segunda vez que iba a subir
al Cascajares, de 1416 m de altitud, aunque intuía que, en esta ocasión, íbamos
a ver poco o nada. Y así sucedió.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos nuestra corta y rápida ruta.
Tomamos por el carril que nos
conduciría hacia el puerto del Robledal. Es una zona minera con varias minas
abandonadas y una gran cantera en activo (cantera Villagrande) para la
obtención de áridos.
Con subida constante, y no excesiva,
fuimos cogiendo altura. Las laderas estaban tapizadas de helechos, la mayoría
secos.
Se veían balsas, supongo de la
actividad minera o igual como medidas contraincendios.
Nos pasamos y buscamos algunos
minerales en la mina del Robledal, que prácticamente pasamos junto a ella. La
verdad es que no tengo claro qué tipo de mineral existe en esta zona pero vi
varias piedras con láminas amarillentas muy diferentes al material de las rocas
sobre las que se encontraban, como de textura de plástico.
Seguimos con nuestra subida y las
vistas hacia atrás hacía presagiar lo que más tarde nos ocurrió, que la niebla
nos engulló.
El camino era cortado por
senderos que lo trochaban y así, poco a poco, conseguimos llegar al puerto del
Robledal, donde la niebla era la dueña.
Continuamos con la ascensión, de
nuevo por un carril empedrado menos claro, que nos llevó hasta la misma base
del pico. Sólo nos restó subir su ladera, entre rocas calizas y firme de tierra
entre ellas, y en poco tiempo estuvimos en su cumbre.
Realmente, sólo nos sirvió para
atestiguar haberlo pisado y haber estado allí porque, lo que son vistas,
ninguna.
Recorrimos algo su cumbre
alargada y divisamos una sima relativamente cerca al poste geodésico. Tiramos
varias piedras para comprobar su profundidad y nos sorprendió que se escuchara
rebotar las piedras durante un tiempo mientras descendían por su interior.
A veces, entre pequeños huecos,
se dejaba ver la gran cantera situada por los Hoyos del Naranjal, aunque fueron
contados los momentos. Viendo que la situación no tenía pinta de mejorar, tras
esperar un buen rato en su cumbre, decidimos emprender la vuelta.
Descendimos de nuevo al puerto
del Robledal por el mismo camino de subida pero yendo por la propia cresta,
empeño que nos propusimos sin mucho sentido ya que las vistas eran
prácticamente nulas y la roca bastante resbaladiza al encontrarse totalmente
mojada.
Alcanzado el puerto, continuamos
por la cordal para realizar un trazado circular.
Nos tocó en esta ocasión subir de
nuevo a un primer promontorio rocoso con bastante tensión en cada paso, ya que
patinábamos fácilmente.
Pasamos por un pinar con formas
retorcidas y curiosas que nos dio bastante juego como entretenimiento y para
podernos fotografiar.
Cuando fuimos a enfrentarnos con
la subida del Peñón del Robledal de 1379 m de altitud, curiosamente la roca
caliza desapareció y vino en su lugar otra de tono marrón oscuro, un cambio
radical y llamativo.
Había que tener aún más cuidado
pues era más resbaladiza que la caliza.
Superada esta última elevación,
ya sólo nos quedaba un largo descenso hacia el coche.
Primeramente nos metimos por
terreno de matorral bajo mezclado con pinos, aunque dispersos, que permitía un
caminar cómodo. Así fuimos siguiendo un sendero relativamente marcado que nos
condujo directamente al puerto de los Realejos, donde se encontraban 2 camiones
y maquinaria que estaban utilizando para despejar cortafuegos y limpieza y
mantenimiento del bosque.
Nos entretuvimos un buen rato
observándolos. A un camión trituradora, que ponía los pelos de punta, no había
tronco que se le resistiera, de hecho, existía un gran montón de madera
triturada, además de multitud de troncos apilados. Por otro lado, el otro
vehículo se trataba de una grúa portaba y movía troncos de un lugar para otro.
Parecía endeble, pero tuve la suerte de verla funcionar unos días antes que
estuve por aquí y, los grandes troncos de los pinos los manejaba como si se
tratara de palillos de dientes.
Desde el puerto de los Realejos
tomamos un carril relativamente ancho aunque algo, enfangado, que nos llevó
paralelos al arroyo del Realejo y que nos dejó en el descansadero-abrevadero de
Aguafría, donde teníamos el coche.
A lo largo de este camino
existían muchas pequeñas edificaciones. Se trataba de aljibes, algunos cerrados
y otros que se podían ver por dentro, que transportaban el agua de unos a otros
hasta hacerla llegar a los lugares que se necesitasen. Supongo que al
descansadero entre otros.
Ya en el coche, un cambio de
calzado y ropa de forma rápida, ya que el frío se estaba instalando en la zona
y, rápidamente, hacia Montellano a reponer sales minerales.
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6181563
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