Ruta realizada el día 15 de Junio
de 2013.
Ruta familiar para hacer con
niños y bañarse, de camino, en las aguas del Atlántico.
Fuimos Fernando con Jara, Mario,
Laura y Pablo y yo, Antonio, el que les escribe, con Elena.
Procedentes de Cádiz por la
carretera que la une con San Fernando, y justo antes de entrar en ella, nos
desviamos a nuestra derecha por la vía de servicio (donde hay una gasolinera)
desviándonos, de nuevo a nuestra derecha en la rotonda, dirección playa de
Camposoto.
Llegamos tarde y fue difícil
encontrar aparcamiento en toda la inmensa recta con aparcamientos a ambos lados
que dispone la playa de Camposoto. Paralela a ella, nuestro objetivo, o
comienzo de ruta, se encontraba justo al final de esta carretera, donde hay un
puesto de la Cruz Roja.
Pretendíamos almorzar en los
bares situados en la playa de la Casería o Casería de Ossio (playa de fango y
poco arenosa), lo que antiguamente se conocía por la costa o playa de San
Fernando y, nuestro tope eran las 15,30h largas para llegar allí. No fuese que
no nos permitieran comer y, menuda faena con la tropa de niños que nos
trajimos.
Así que con una mochilita a la
espalda, para llevar agua y crema protectora, y con sandalias en los pies (este
comienzo de frase, me rompe los esquemas ¡!!) iniciamos nuestra ruta, algo más
rápido y menos relajado de lo que en un principio pretendíamos.
Situados en el final de la
carretera de servicio de la playa de Camposoto, cruzamos por su último puente
que pasa el caño de la Calavera no sin antes pararnos y fotografiar una especie
de babosa marina que nadaba en círculos, como confusa. Es la primera vez que
veo como se mueve un bicho de esos!!! De camino, también fotografiamos los
típicos albures o lisas que tanto frecuentan este caño.
Pasado el puente, justo a la izquierda,
se encuentra un gran letrero informativo sobre la ruta a realizar cuyo final
sería la batería de Urrutia y vuelta por el mismo itinerario. Una ruta lineal.
Nosotros le daremos toda la vuelta, por la propia orilla del mar, para
convertirla en circular.
El trazado se realiza por
tableros de madera que nos acompañarán durante gran parte del recorrido de ida,
aunque bastantes tramos se encuentran bajo las arenas que se van desplazando
con el viento. Caminamos por la antigua vereda de Chiclana a Cádiz.
Pasamos junto a las salinas y
granja marina de la Calavera y, más al fondo, vemos el paraje natural de las
marismas de Sancti Petri mientras vamos caminando entre vegetación adaptada a
las brisas y entornos marinos de las que nos informaba otro letrero informativo
que nos indica las plantas más comunes existentes en ese entorno. Había
muchísimos lirios blancos marinos.
Otro entretenimiento que tuvimos,
durante el paseo, fueron los cangrejos violinistas que corrían despavoridos
cuando los niños intentaban alcanzarlos y se introducían en sus cuevas agujero
que tenían a lo largo de casi todo el recorrido.
Pasamos junto a la abandonada
salina de San Nicolás y, la vegetación a nuestra derecha, era la barrera
natural para acceder a la otra orilla de esta punta de arena, constituida
principalmente por retama, por donde, en alguna otra ocasión, he llegado a ver
incluso conejos.
Llegamos a una especie de terraza
o tarima en alto, construida también completamente de madera, que disponía de
un gran cartel que informaba sobre el castillo de Sancti Petri. Incluso desde
este mirador se veía a lo lejos la citada edificación.
Cogimos un día de marea
extremadamente baja y se veía perfectamente toda esa lengua,
paralela a la costa, que llegaba hasta el propio castillo. La verdad es que incitaba
a intentar acceder a él caminando.
Continuamos nuestro paseo y
llegamos al cartel que indicaba fin del sendero. Estábamos en las ruinas de la
batería de Urrutia, una de las varias baterías afincadas en esta punta. Tengo
entendido, aunque no las vimos, que existen las baterías de San Genís y de
Aspiroz pero, con los niños, casi no nos da tiempo de ver ni siquiera ésta, la
de Urrutia, con sus dependencias (supongo que almacenes y zonas de guardias),
con los techos agujereados y maltrechos y esas magníficas almenas y merlones
describiendo un sutil arco.
La dejamos atrás y salimos al río
o caño de Sancti Petri. Allí recuerdo que los dos niños se fueron como balas a
la última población de cangrejos que nos topamos. Justo en frente estaba el
puerto deportivo y, no sé si es que las regalan o las venden baratas, pero
estaba toda la orilla por la que caminábamos llena de embarcaciones varadas y
los ocupantes montando diferentes tinglados, entre sombrillas y toldos, para
pasar el día.
Nos encontramos con una
estructura de barco de madera (lo que quedaba de él) que, por primera vez, vi
completamente fuera del agua. Siempre lo he visto semihundido.
Ahora llegó el momento de las
dunas y … todos los niños a remontarlas para después tirarse rodando y
revestirse de una capa de harina, Uy!! Estaría pensando en croquetas?? Como se
pusieron!!! No sé quién tenía más arena, si los niños o toda la Punta del
Boquerón.
Nada, tras varias subidas y
bajadas rodadas de estas atractivas montañas arenosas, estaba claro que tocaba
un baño. Pues ala, entre un barco y otro que en esos momentos quería atracar,
nos dimos un baño en esas aguas bien frías al menos para mí porque, los enanos,
digo niños, entraban y salían del agua como si nada.
En estos momentos, al mirar el
reloj, nos dimos cuenta que no íbamos nada bien de tiempo y, en lugar de
bordear por todo el perímetro como en otras ocasiones hemos hecho, directamente
cruzamos a la orilla contraria, comiéndonos el mayor espacio posible, para adelantar
algo de terreno y, por supuesto, tiempo.
Por esta manga de arena seca y
caliente que te obligaba a ponerte las chanclas cogí varios huesos de jibia o
de choco para mis pájaros.
Al estar la marea tan baja dejaba
al descubierto, en el tramo de orilla ya de vuelta, unas losas de barro
compactas que, al subirse en ellas, eran como una pista de patinaje. Se trataba
de un barro gris muy compacto que, en ocasiones, se veía desperdigado a lo
largo de la orilla de arena en pequeños bolos aislados.
Llegamos a la altura del primer
bunker. Su estado, cada vez que lo vuelvo a ver, está peor, con más rajas o las
que tenía más abiertas e incluso más volcado. Eso no impidió que los niños se
subieran a él y les inmortalizara con esta instantánea aunque, casi sin parar
el ritmo de regreso que nos habíamos impuesto.
Más tarde sobrepasamos el segundo
bunker que estaba en peor estado que el anterior.
Así caminando llegamos al final
del itinerario, justo al lugar desde donde partimos.
Antes nos limpiamos algo
los pies de arena en los servicios que allí hay, algo de agua en la fuente y,
rápidamente, al coche para ir a comer al bar, que llegamos a las 16h, pero que
tuvieron la amabilidad de atendernos y, la verdad, que comimos bien y a un buen
precio.
Tras el almuerzo nos fuimos a
Chiclana, a la playa de la Barrosa, donde nos dimos un buen y merecido baño. Ya
muy relajados y, antes de regresar para Sevilla, unos helaitos reconfortantes.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:
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