martes, 9 de mayo de 2017

Circular por la cordal de la Sierra de San Servan

Ruta realizada el día 11 de Abril del 2015.

Fuimos Patxi, Juan José, el organizador y guía de esta ruta, y yo, Antonio, a realizar una cordal por una sierra que yo no tenía ni idea de que existiera.

Por la ruta de la Plata, desde Sevilla, dirección Merida, nos desviamos hacia Almendralejo y tomamos la carretera comarcal BA-012, que nos llevó al pueblo de Arroyo de San Serván. Lo atravesamos por la carretera comarcal que lo recorre y nos desviamos dirección al polideportivo y piscinas municipales, saliendo a una carretera conocida por el “Camino de la Ermita”, a la altura de unas casas de alojamiento rural, todas ellas pertenecientes a un complejo ubicado en un recinto vallado, dejamos el coche.



Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, iniciamos esta ruta que según el “guía”, nos la íbamos a merendar en un rato y estaríamos de vuelta temprano. Esa predicción no se acercó ni en broma, a lo acontecido.

Como íbamos de “sobraos”, y queríamos realizar la cordal completa, pues.... vamos a recorrerla entera, desde un extremo a otro, no??

Nos desplazamos lo más al Oeste posible para empezarla desde su inicio.

Comenzamos la ruta con un corto trayecto campo a través, para dar con un marcado sendero, que la recorría por su base, paralelo a la dorsal. Se trataba de una senda de tierra clara y marcadamente diferenciada de su entorno, era una línea marrón señalada sobre un manto verde de hierbas y jaras, además de algunos arbustos, que se destacaba de forma muy evidente sobre el resto.

Nos condujo prácticamente al comienzo e inicio ascendente de la propia dorsal, casi a la altura de un gran depósito cilíndrico de agua, que quedó a pocos metros de donde cambiamos de dirección para empezar su ascenso.




De repente nos topamos con un ancho tramo despejado de maleza, se trataba de un cortafuego con severa pendiente que nos hizo sudar enseguida. Ni habiéndolo programado y estudiado, nos hubiese salido mejor, porque en esa sierra era difícil caminar sin senderos por culpa de la vegetación tupida existente.

Subiendo por el cortafuego, dejábamos atrás unas amplias vistas de un terreno evidentemente llano, con la Piscina en primer lugar, una especie de enorme alberca situada junto a una subestación eléctrica y la urbanización las Mazas, entre otros lugares característicos.



Hasta que de repente, cuando habíamos alcanzado una cota respetable, se terminó el cortafuegos en una especie de charca con agua, como bebedero para el ganado.


Ante nosotros estaba la maleza y comenzaron a divisarse algunos riscos de roca, aunque no era caliza, que es sedimentaria, más bien diría yo, de tipo metamórfica. ¡ Y eso que aprobé naturales con un cinco pelón !

Dimos comienzo a un tramo, donde buscábamos los mejores pasos, principalmente de piedras en piedras a ser posible, aunque de vez en cuando, la vegetación nos ponía el avance en serias dificultades, pero cuando empezamos a pensar que aquello podía ser una odisea difícil de realizar, llegó de nuevo la Diosa fortuna, ¡ un sendero marcado que poder seguir ¡





Este sendero nos llevó por la misma divisoria de cumbres, dirección hacia un montón de antenas de diversos tamaños y formas ! no había más porque no cabían !

Teníamos unas bonitas vistas desde arriba del pueblo de Arroyo de San Serván y también de la planta de energía fotovoltaica cercana a la población, que aunque en esos momentos y desde la lejanía, no tenía claro en qué consistían esos numerosos recuadros negros que veía, ya a la vuelta y pasar junto a ellos, quedó esclarecido.


Entre jaras de flores blancas principalmente, nos fuimos acercando a la maraña de aceros que formaban todas y cada una de las antenas, las más viejas y las más nuevas, las de colores brillantes metálicos y las oscuras oxidadas.





Por esa zona me pegué un buen susto, al pisar entre la hierba, me salió una culebra, que al querer escapar de mí y yo de ella, estuvimos como en un baile durante un instante eterno, pisaba con diferentes piernas para esquivarla y la serpiente huía de pie a pie como rebotando de uno a otro, hasta que logró escaparse y yo tranquilizarme, je, je… es un bicho que me da miedo y detesto.

Por fin, sobre el poste geodésico del Cerro San Serván, de 608m de altitud, situado, mejor dicho, formando parte de las ruinas de la Ermita de San Serván y San Germán y del mogollón de antenas y casetas instaladas en lo alto.





Las vistas, a pesar de la baja cota, espectaculares, sobre todo por lo llano del terreno que nos rodeaba, sobre el que emergían las diferentes y aisladas sierras de los alrededores, así como el Guadiana y la ciudad de Mérida que teníamos a escasos kilómetros.


La climatología hasta el momento era estupenda y eso que en el pronóstico del tiempo no indicaba un buen día, incluso posibles chubascos, nos podrían caer, pero de momento, lo contrario.

Estuvimos observando los alrededores, era como una plataforma desde la que se divisaba toda la cordal restante que nos quedaba. Realmente, según el “guía”, la cordal no la habíamos comenzado aún, esto era un extra. Va… pa nosotros.. un calentamiento de piernas ¡!!



Tras el rato de contemplación del espacio exterior que nos rodeaba, reanudamos la marcha bajando por el carril “Camino de la Ermita”, el mismo que de continuarlo, nos llevaría a donde teníamos el coche aparcado, pero lo bajamos un buen trecho, haciendo los numerosos zigzag que marcaba y justo antes de otra curva cerrada, de las varias que pasamos, tomamos por un sendero marcado con un hito de piedra que nos subiría al collado del Puerto de Traspasierra, que nos dejó justamente debajo de una torre de alta tensión, de un tendido eléctrico que por allí pasa. Tuvimos que sortear un alambre en forma de valla y nos colocamos el “mono de trabajo”, comenzando a realizar el “calvario de cordal”.

Cordal con piedras, grandes y chicas y plagado de vegetación de todo tipo, árboles, arbustos, plantas grandes, pequeñas y medianas, es decir, para todos los gustos y para que nadie se queje.





Era un sube y baja incesante, constante y asfixiante y sin ningún tipo de sendero, ¡ ni las cabras se metían por allí ¡ Siempre buscando todos y cada uno de los pasos entre las rocas principalmente y de vez en cuando, pa despertarte, algún ramalazo que te endiñaba tu compañero de adelante al pasar entre la vegetación. Bastantes tramos lo hicimos con gafas puestas.



A medida que avanzábamos a duras penas por la cordal, cada vez quedaba más retirada la elevación de las antenas y casi no nos creíamos que pudiéramos caminar y fuéramos dejando un espacio cada vez mayor. Vistas a ambas vertientes completamente amplias en un terreno llano, enorme y vasto.






Incluso calor estábamos pasando, ¿dónde estaba esa posible lluvia que nos anunciaban los pronósticos? Algunos estaban con menos pilas que otros y necesitaban un descanso bajo sombra de urgencias, para reponer fuerzas, sales minerales y energía.

Realizamos la parada técnica, que todos agradecimos y que a alguno, le vino de maravilla.

Seguimos luchando contra la naturaleza, de vez en cuando te encontrabas, por desgracia, algún cartucho, prueba de que los cazadores también llegaban por aquí, y no éramos los primeros, aunque dudo que muchos de ellos, realizaran la cordal completa como nosotros. No hay tantos locos en esta vida.

Tímidamente encontrábamos unos mini llanitos sin rocas, ni vegetación incómoda, aunque se pudieron contar con la mitad de los dedos de una mano de niño chico, je, je.. qué tontería..






Seguimos con la misma tónica todo el trayecto, sube piedras, baja piedras, esquivas vegetación, que en alguna que otra ocasión, nos hizo poner cuerpo a tierra para poder continuar, incluso la propia dorsal pétrea en algún tramo se nos puso en contra y la tuvimos que bordear.

Encima, la climatología cambió, ¡ mira que van a tener razón con las predicciones ¡ Se acercaban directamente hacia nosotros un batallón de nubes con cara de pocos amigos. Nos pillaban seguro. Sólo hacía falta añadir a la rutita, la roca mojada y resbaladiza, sería la pera!!








Observamos como llovía al lado, sobre Mérida, una cortina gris que caía y se desplazaba hacia nosotros, casi resignados, miramos en nuestras mochilas para ir colocándonos los cortavientos, prendas impermeables que todo montañero que se precie, debemos llevar siempre encima, pero sorprendentemente, el viento cambió y vimos como la borrasca pasaba a nuestro lado pero con otra dirección.

Bueno, al menos la cordal iba a permanecer, al menos, como la teníamos en ese momento, seca y con un buen agarre para las botas.

En ocasiones, observaba en la ladera, principalmente en la Norte, como unos espacios completamente libres de la más mínima vegetación y colmatados por cúmulos de piedras de color negruzco, eran como calvas rocosas entre la maraña vegetal, una cosa muy curiosa que no he visto hasta ahora y que no consigo comprender su formación.









En lugar de buitres, nos sobrevolaban cigüeñas y tras culminar una elevación, venía otra, parecía que no tenía fin la cordal. Nuestras fuerzas empezaron a menguar, cada vez estábamos más cansados.

Hasta palomas salvajes, supongo escapadas de algún palomar, estuvimos contemplando,  nos observaban tranquilamente a poca distancia, pequeños charcos sobre rocas cóncavas en pretiles rocosos. La cordal daba para mucho, otra culebra que nos salió al encuentro e igualmente se fue, incluso una enorme escolopendra entre las rocas.

















Teníamos en nuestro punto de vista la última elevación, conocida con el nombre de la Moneda, última elevación con la que podíamos cerrar una magnífica cordal, a la que difícilmente le dedicaremos otra jornada, Lo bueno y “breve”, dos veces bueno, pero ni ganas, ni tiempo, disponíamos, así que una vez descendidos de nuestra "enésima...n elevación que nos dejaba sobre el Puerto de la Moneda, todos los tuvimos muy claro. A tomar viento fresco esa última elevación, nos recogemos.

Bajamos la ladera Sur por un sendero marcado entre la vegetación, desde el propio Puerto abriendo una portilla con un cartel indicativo de finca privada, prohibido el paso.


Continuamos con la bajada y las jaras fueron dando paso a esbeltos eucaliptos y entre ellos conectamos con un carril que se cruzaba perpendicularmente a nuestra dirección. Camino que conectaba el cortijo de la Moneda con la Ermita la Encarnación y con el propio pueblo de Arroyo de San Serván, ese camino es conocido con el nombre de “Camino de la Zarza”.


Cuando llevábamos un trayecto por el carril, paramos para descansar y tomar unas últimas latas y frutas que aún nos quedaban, cuando al mirar hacia atrás descubrimos un bello Arco Iris, aunque también las nubes portadoras de agua que seguían nuestros pasos.


Estaba claro que de una mojada no nos librábamos, pero al menos, ya no había peligro. La verdad, es que fueron varias durante el trayecto de regreso, nos cayeron de forma intermitente, aunque la peor y más intensa, fue la última, a poca distancia del núcleo urbano.

Eso sí, y encima lo tuvimos que agradecer, con el viento reinante, nos dio el tiempo suficiente para llegar al coche y que llegáramos relativamente secos, aunque casi todos o todos, nos cambiamos de ropa completa al final de la ruta, ya que con la predicción con la que llegamos hasta aquí, todos habíamos echado una muda completa.

Mientras caminábamos por ese camino, quitándonos y poniéndonos las capas y cortaviento una y otra vez, disfrutamos de bellas extensiones de terreno colmatadas con cantahueso menor, una especie de lavanda que coloreaba el terreno, observábamos las paredes que desde lejos se apreciaban y formaban parte de la ladera de la cordal recorrida, que poseían unos tonos amarillos donde se suponía que deberían haber pinturas rupestres, que también traíamos como una opción a visitar, tras comernos en un periquete esa insignificante cordal. Para otra ocasión quedará.





Más adelante dimos con unas minas abandonadas, que mediante un cartel y un vallado roto por todas partes, indicaba el gobierno de Extremadura-Consejería de Agricultura, Desarrollo Rural, Medio Ambiente y Energía, casi ná ¡!

Como en ese momento tuvimos un claro en el tiempo, la visitamos y fotografiamos, un montón de ranas croaban antes de saltar a la charca al vernos.



Nos ocurrió una anécdota acogedora y conmovedora, cuando más llovía, que el agua nos chorreaba por todos los contornos de nuestros cuerpos, pasó una pareja en un 4x4, no viejo y sucio, sino uno nuevo de alta gama, que se pararon y nos indicaron que nos montásemos, para acercarnos al pueblo. Empapados le agradecimos su proposición, pero no lo veíamos conveniente ya que le íbamos a dejar el coche fatal. Llegaron a insistir, pero nos dio reparo acceder a su ayuda. Es una alegría de que existan hoy en día personas tan hospitalarias.

Luego dimos con las ruinas de la Ermita de la Encarnación, un viñedo que parecía estar sobre un mar de piedras, la tierra no se alcanzaba a ver desde ninguna parte.




Ya con el ocaso, con las primeras casas a nuestra izquierda, tomamos por una senda que marcada en los mapas de nuestros GPS, nos llevaban directamente al coche, se trataba de un sendero muy perdido que dividía dos campos de labor, pero que cumplió perfectamente su función, llevarnos al coche.


Cambio completo de vestimenta, llamar a las mujeres, era muy tarde y buscar un bareto en el pueblo, para al menos, llegar con algo en el estómago, tras probar varios, donde casi tan sólo te servían la cerveza, nos mandaron a una pizzería bocatería. Unos pidieron unos montaditos y le endiñaron media barra de las grandes, os podéis imaginar que me pusieron a mí, que pedí un bocata je, je…

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




 Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:




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