Ruta realizada el 16 Marzo 2013.
Fuimos Pilar, Juan José, Conchi,
Pepe, Espino, Eugenio, Mª José y yo, Antonio, el que les escribe.
Realizamos una ruta circular por
la zona de Trassierra, próxima a Córdoba capital, pasando por los Baños de
Popea y la fuente del Elefante, entre otros puntos a destacar.
Dejamos los vehículos en los
aparcamientos de la venta que se encuentra en la misma rotonda donde convergen
las carreteras CO 3314 y CO 3402 y, también, donde hay una amplia gasolinera.
En este punto se encuentran las
urbanizaciones de Serranía del Sol y la del Cruce.
Cuando todos los componentes de
este nutrido grupo estuvimos preparados, esto es mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, comenzamos nuestra andadura tirando entre la citada
venta y la gasolinera y dejando, a nuestras espaldas, las carreteras.
Al comienzo el sendero, muy
marcado entre un denso y tupido bosque de árboles y arbustos de mediano porte,
nos conducía mediante infinidad de curvas y en ligero ascenso hasta que se
llegó a un punto dónde se descendía continuamente hasta alcanzar un puente de
madera que salvaba un riachuelo.
A partir de aquí, tomó sentido
ascendente suave hasta alcanzar un collado mirador. Había una especie de
asientos para disfrutar las magníficas vistas que desde aquí se podían
contemplar.
Todo un inmenso pinar, limitado
por el perfil montañoso a lo lejos,cuyas copas observábamos desde arriba; desde nuestra
envidiable atalaya.
De nuevo nos tocó descender un
corto tramo flanqueado al principio por unas barandillas de madera.
Conectamos con un amplio paso
bordeado de alambrada por ambas partes, con la curiosidad de que estaba plagado
de grandes charcos de agua debido a las lluvias caídas en días anteriores
llegando, algunos de ellos, de lado a lado del camino, con lo que tuvimos que
pasarlos con cierto cuidado e ingenio.
Así, caminando, llegamos a la
altura del cortijo del Caño, lugar dónde conectaríamos de nuevo tras realizar
la circular programada.
Allí mismo nos tomamos unas
frutas y, otros, no perdonaron sus bocadillos o, como alguno dice: “su segundo
desayuno”.
El campo estaba muy florido y
verde y se notaba que había retenido agua ya que, los pequeños cursos iban con un gran volumen de agua. Vamos, que
parecía que estábamos en otras zonas geográficas diferentes de nuestra querida
Andalucía.
Nos encontramos con un cartel que
anunciaba “la casa del Coronel”, aunque lo que quedaba de ella eran unas
ruinas.
Íbamos en dirección al arroyo
Bejarano, como nos indicaban algunos carteles o postes informativos.
Entre un denso bosque nos
acercamos al arroyo del Bejarano, lo pasamos y, desviándonos inmediatamente a
nuestra derecha, entramos en una zona que nos conducía a un salto de agua tras
pasar por una pequeña cancela.
Lugar bello que invitaba a
quedarse un rato y contemplarlo.
Acto seguido invertimos el sentido, volvimos a
pasar la cancelita y abrimos otra que se encontraba enfrente de ésta.
Caminábamos paralelos al arroyo, es más, lo cruzamos para observar de cerca un
antiguo molino.
Los árboles que nos rodeaban no eran
pinos. Creo que se trataba de álamos aunque la verdad es que, para distinguir
la flora y vegetación no soy el más adecuado, no me quedo con las variedades
aunque me lo digan varias veces. Muchos de ellos tenían un engrosamiento en sus
troncos que, según me indicó Pepe, se trataba de una enfermedad que les
transmitía un tipo de insecto.
Pasamos otros arroyuelos y
portillas. La presencia de agua por todas partes era abrumadora, como
omnipresente.
Había zonas en las que se veía o
intuía la gran cantidad de agua que en muchos puntos debía de haber pasado,
bien por existir árboles tumbados o rotos, bien por la maleza colgada a cierta
altura de las ramas de los arbustos y árboles.
Llegamos a la altura de un cartel
indicativo con el siguiente rótulo: “Bejarano Calzada romana”, pero,la verdad,
no vimos ni rastro de ella. ¿Se la habría llevado la crecida de las aguas, je,
je..?
Entre maleza y árboles, aunque
con el sendero bien definido, nos topamos con un antiguo molino, “el molino del
Molinillo”, que escudriñamos por todas partes, por abajo, por su interior y
también por arriba del mismo.
Continuamos con nuestra aventura
por el, realmente entretenido sendero, siguiendo, de forma más o menos fiel, el
curso del arroyo Bejarano. Unas veces a su nivel y otras veces a unas cotas
superiores.
El caudal iba en aumento
constante por los diferentes aportes de regueros que le llegaban de todas
partes. Había puntos donde te podías acercar a su curso para contemplar la
formidable belleza del lugar.
Distraídos con tanta belleza
alcanzamos una zona en la que había varias cuevas donde, según tengo entendido,
se extraía cobre principalmente. Yo, con mi pasado de espeleólogo, no pude
resistir la tentación de entrar y bichear un rato, aunque sin demorarme en
exceso para no entretener a mis compañeros.
Continuamos con nuestra ruta y
conectamos por fin con el río Guadiato que estaba hasta las “trancas” de agua.
Es increíble los metros cúbicos que transportaba, aunque se veía sobre los
árboles muchísimos ramajes y maleza colgada a una altura superior a la nuestra,
lo que nos daba una idea de cómo debió ir.
Allí decidimos hacer la parada
del almuerzo y tuvimos la compañía continua de un simpático pajarillo que
parecía no tenernos el más mínimo de los respetos. Nulo miedo a los humanos!! Un
insectívoro que se dejó fotografiar de todos los ángulos posibles.
Tras reponer fuerzas continuamos
con nuestra principal actividad del día, pasar diferentes cursos de agua, unos
más complejos que otros, hasta que llegamos a un paraje de suma belleza: “los
Baños de Popea”.
Se trata de una zona donde hay
varias construcciones, de relativa buena conservación, ubicadas a lo largo del
curso de este otro arroyo que vierte sus aguas también en el río Guadiato.
Dispone de un espectacular y gran
salto de agua que cae por un precioso tobogán natural a una majestuosa poza que,
si no fuera por la fecha y temperatura que hacía, te obliga a zambullirte en
sus aguas.
Lugar idílico donde los troncos
de los árboles y rocas del curso del arroyo están tapizados, prácticamente en
su totalidad, de ese musgo esponjoso verde que le da al entorno un toque mágico
y diferente.
Tras gozar un buen tiempo de este
maravilloso lugar retomamos el sendero, caminamos paralelos a este nuevo arroyo
y pasamos por una especie de presa que facilitaba que se depositase y remansara
el agua.
Así, siguiendo el camino, nos
fuimos desentendiendo del arroyo para ir a buscar nuestro siguiente
objetivo:" la fuente del Elefante" que, tras pasar entre fincas,
propiedades privadas y preciosas, llanuras plagadas de flores, y encontrarnos
con un canal artificial construido para la conducción del líquido elemento, nos
llevó a ella.
Se trataba de una fuente estanque
por donde pasa el arroyo del Molino. Según el cartel informativo, se trataba de
una estatua en forma de elefante de la que manaba agua que caía al estanque de
época romana.
También existían carteles para
llamar la atención de no molestar a los anfibios que se suponía que allí
encontraríamos pero no vimos ninguno, ni siquiera una simple rana.
Ya sólo nos quedaba caminar un
corto trayecto para alcanzar el punto del itinerario donde cerraríamos nuestra
circular, a la altura del cortijo del Caño, para, posteriormente, caminar por
el mismo camino de ida pero en sentido contrario hasta llegar a nuestros
vehículos.
Ya en la venta, tras cambiarnos
de calzado y alguna ropa, dimos por finalizado una fácil, bonita y pintoresca
ruta en las cercanías de la ciudad de Córdoba.
En este enlace te puedes descargar el track de la ruta:
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