Ruta realizada el día 22 de Marzo
del 2.014.
Fuimos Patxi, Juan José y yo,
Antonio.
Salimos bien temprano desde
Sevilla, por la autovía de Málaga, y desayunamos en Estepa. Pasado Archidona y la venta de Riofrío, nos
desviamos dirección Zafarraya, justo antes de llegar a la altura de Loja. Ya
por la carretera A-341, llegamos a Zafarraya y posteriormente a Ventas de
Zafarraya, donde dejamos el vehículo a la altura del Puerto de Zafarraya, en la
salida de este último pueblo, dirección a Velez-Málaga. Es un aparcamiento, a
una cota más elevada, habilitado al pié del Tajo de la Cueva, en el mismo
Boquete de Zafarraya, y justo en un extremo de una vía de tren de miniatura,
supongo que turístico, que recorre parte del pueblo.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos nuestra ruta que, sin calentamiento inicial,
nos metió en una fuerte subida de inmediato.
Se trataba de un sendero muy
claro y marcado que nos llevaría a dos miradores excepcionales con barandillas
de madera. El nombre oficial que ponía en los carteles de la Junta, que luego
encontramos en cada uno de los miradores, era de sendero “Tajo de la “U””.
Fuimos subiendo sin tregua por la
inclinada ladera y realizando varios zigzags para atenuar la pendiente. En lo
alto nos observaban un grupo de cabras montesas que fueron las únicas que vimos
en todo el día.
Pronto alcanzamos el primer
mirador denominado “Mirador el Pradillo”. Las vistas desde aquí de todos los
Llanos de Zafarraya y sus parcelas geométricas, curiosamente cada una de ellas
con su propia alberca o pequeña laguna de agua, eran impresionantes. También la
del propio pueblo de Ventas de Zafarraya (casi a vista de pájaro) y, por
supuesto, todas las sierras que nos rodeaban, junto con el otro extremo que
formaba el Boquete de Zafarraya destacando, entre todas, la inmensa mole del
macizo de la Maroma.
Unas fotos y continuamos con
nuestra ascensión en busca del siguiente mirador.
Este trayecto, de mirador a
mirador, se encontraba por la propia arista que dividía la ladera de la Sierra
del Cabrero, denominada Rodadero de los Puertos, con la cara interior de un
lateral que formaba el propio Boquete.
Mucho más salvaje, con vista de
toda la larguísima cordal que pretendíamos realizar y por un terreno mucho más
abrupto, aunque con el sendero perfectamente definido.
Vistas magníficas, no me cansaré
de decirlo, tanto del propio Boquete como de la inmensa y plana superficie de
los Llanos, y todas las sierra de los alrededores. Llegando casi al segundo
mirador, observamos a nuestra izquierda una amplia oquedad y … hacia allá que
nos desplazamos como hipnotizados.
Cual fue nuestra sorpresa, cuando
descubrimos una oquedad que comunicaba la ladera contraria con la nuestra. Un
túnel natural!!! Encima, poseía como una especie de segundo piso o, más bien,
una gran ventana superior. Nos introdujimos y estuvimos explorando todos sus
rincones. Por cierto, corría un aire fuerte y frío que pasaba como un vendaval
a través de ella.
Tras un rato, nos salimos para
tomar algo el sol, como las lagartijas, porque allí, te quedabas pajarito y, en
ese momento era preferible, ser lagartija.
Bicheamos otra segunda y muy
pequeña cavidad, con la idea de intentar encontrar algunas huellas de nuestros
antepasados, ya que habíamos leído del descubrimiento de cavidades con restos
derivados del paso de Neardentales por ellas, pero no vimos nada.
Conectamos con el sendero que nos
trajo hasta aquí y alcanzamos el segundo mirador, en este caso, denominado
“Mirador Tajo de la “U””, aunque indicaba en el cartel informativo, en esta
ocasión, sendero “Cuna Boquete”.
Supongo que el trayecto que
llevábamos recorrido, los técnicos de la Junta, lo habrán dividido en dos
partes y le han puesto nombres diferentes. Aunque bueno, eso es lo de menos. Lo
importante es que era un recorrido muy interesante de hacer, con magníficas
vistas, aunque con cierto desnivel, que también hay que decirlo.
Para nosotros, prácticamente, se
podía decir que la ruta comenzaba desde aquí.
Últimamente no paramos de
realizar cordales y crestas de las más variadas y entretenidas.
Terminamos una,
que nos deja un muy buen sabor de boca, cuando nos liamos con otra, que supera
a la anterior y, ésta, tenía una pinta pero que muy atractiva.
El día acompañaba. Sol, luz
clara, buena temperatura aunque con algo de viento y algunas que otras ráfagas
más potentes. Eso, en esos momentos, era lo más negativo de la jornada. En
ningún momento pensamos en cómo terminamos … nubes grises oscuras, niebla
cerrada, algo de lluvia y fortísimo viento que nos desplazaba. Pero eso es la
montaña y hay que ir preparado. Hay que sacarle siempre los aspectos positivos.
Por supuesto, el precioso y bien
trazado sendero, se acabó. Quedaba delante nuestra una larga cordal formada por
cúmulos de bloques calizos de todo tipo y formas, rodeados de plantas de
pequeño porte, como el hipérico, tomillo, santolina, además de un tipo de
esparto muy abundante, entre otros. Se trataba de una roca caliza diferente a
la que solemos pisar, menos blanquecina, bastante más oscura y plagada de
líquenes de color amarillento.
Fuimos buscando los mejores pasos
entre las caprichosas formas que tomaban las rocas.
En varios puntos se trataba de
una cordal bastante aérea con vistas a ambas vertientes, una granadina, la más
vista por nosotros hasta ahora, y otra malagueña, prácticamente toda la comarca
de la Axarquía malagueña, con el embalse de la Viñuela en primer plano.
Disfrutamos como enanos!!! Este terreno
es el que más nos gusta, aunque tengo que advertir que no es apto para
cualquier persona. Es aconsejable tener experiencia en este tipo de terreno
para afrontar estas rutas.
Entre grandes bloques,
avanzábamos subiendo diferentes chimeneas, trepando y probando posibles
opciones. Te sentías en el techo del mundo. Sólo las cordales de este tipo te
ofrecen estas sensaciones.
Oteábamos desde nuestro alto mirador
a todo nuestro alrededor. Teníamos un campo de visión de 360º completos y
divisamos la gran mancha verde del pinar que se encontraba en la ladera Norte,
hacia la parte granadina de la sierra del Cabrero, en la zona marcada en el IGN
como Rodadero de los Puertos. Las vistas sobre el amplio Llano de Zafarraya,
con todos sus cortijos y sus pequeños y particulares embalses de agua, era
curiosísima.
De repente, la cordal sufrió un
corte drástico. Desembocó en una pequeña llanura en todo lo alto, en su
coronación. Se trataba de la antesala de la mayor cota de esta sierra, la
cumbre del Hoyo del Toro.
Cruzamos, por esta relativa
llanura, un nuevo y marcado sendero. Daba la impresión de tratarse de un paso
de una vertiente a otra. La superficie se encontraba plagada de cardos entre
rocas dispersas.
Seguimos un corto tramo del
sendero que nos llevó a la Cueva de los Guaicos, indicada mediante un poste de
madera donde aparecía su nombre. Desde aquí enfilamos directamente hasta el
poste geodésico, alcanzándolo rápidamente.
Desde él, mirando hacia atrás,
observamos esa rotura en la cordal de la que proveníamos, con ese singular
“llano algo inclinado” que tuvimos que atravesar y con la Maroma, de fondo, que
empequeñecía cualquier cosa.
Bueno, una vez conseguida esta
cota, con todo el esfuerzo realizado, no representaba más de un cuarto de la
cordal que aún nos restaba por delante y, otro tanto y más, de vuelta.
Comenzamos a descender por
terreno mixto, piedras y claros con hierbas y vegetación de bajo porte.
Caminábamos
por la mismísima divisoria de la cordal contemplando a lo lejos la larga cresta
y lo que nos quedaba por realizar. A la vez, observábamos la línea, espesa y
compacta, de nubes que se estaba formando y que se disponía a venir hacia
nosotros.
De vez en cuando, nos
tropezábamos con postes que indicaban Periana, escrito en ellos. Tuvimos que
pasar, siguiendo un sendero, entre pinos que coronaban la ladera Norte.
Desde lo alto, fotografiamos el
puente del Aguadero situado en la vía verde por donde teníamos previsto volver.
Se trataba de un caminar cómodo,
lo que para nosotros representa ir de roca en roca pero sin grandes bloques. Siempre con el límite del
pinar hacia nuestra derecha, que lo conservamos durante un tramo, y buscando
los mejores pasos entre las diferentes plantas que nos íbamos encontrando.
Llegamos a la parte más baja de
este tramo para tener que subir de nuevo a otra cota superior. Realmente. La
cordal se componía básicamente de tres alturas o cumbres a lo largo del
recorrido. Ya superamos la primera, Hoyo del Toro y nos aproximábamos a la
segunda, sin nombre y teniendo, muy al fondo, la tercera mucho más majestuosa,
La Torca con 1.500 m de altitud.
Entre rocas más abundantes y
apiñadas fuimos superando este segundo gran escalón, siguiendo, en parte,
algunos senderos y, en otras ocasiones, la propia intuición.
Pasamos a la altura del cortijo
Carrión, que quedó abajo, próximo a la vía verde de vuelta y, en poco tiempo,
alcanzamos esta segunda elevación de 1.274m de altitud.
Tras las fotos y toma de dato
para el GPS, iniciamos el descenso hacia el Puerto o collado que separaba la
aldea de Marchamona, por donde más tarde pasaríamos, y los Llanos de Zafarraya
y el propio pueblo.
Esta bajada tuvo un terreno de lo
más diverso, desde zonas de pura roca que había que ir de una a otra y pequeños
llanos libres de ellas, hasta zonas de matas pinchosas, tipo aulagas, que había
que ir evitando, pasando de roca a roca, para seguir progresando.
Llegando al collado, nos cruzamos
con un marcado sendero que ponía en comunicación las dos poblaciones
mencionadas anteriormente y, además, marcados con altos hitos, construidos con
mortero y piedras, y señalados con flechas rojas pintadas sobre ellos.
Decidimos encumbrar en el hito cimero que marcaba el mencionado collado o
Puerto. Se trataba del collado Veredas Blancas,
donde coincidimos con una pareja de senderistas que estaban realizando
un trazado por la zona como preparativo, para una jornada senderista, que
pretendían realizar con su club.
Desde este punto, bajamos un poco
hasta llegar a la base de nuestra tercera, última y gran subida de esta larga y
disfrutona cordal.
En el corto recorrido, pasamos
por lo que sería un puesto de caza de los varios que vimos a lo largo del
trayecto realizado, pero éste se llevaba la palma. Decenas, igual cientos, de
cartuchos tirados y abandonados en el suelo, formaban un conjunto multicolor de
lo más desagradable y sucio, además del plomo esparcido por sus alrededores. Sin
comentarios…
Junto con la primera parte de
nuestro recorrido, ésta subida fue bastante exigente respecto al esfuerzo
físico a realizar. Sin tregua y entre grandes bloques calizos, aquí cambió la
tonalidad de la roca que estamos acostumbrados a pisar con nuestras botas y, en severa pendiente, nos hizo sudar, de
nuevo, de lo lindo.
Aunque existían senderos de
cabras que nos ayudaban a tomar el mejor paso, otros eran por nuestra propia
intuición.
Fuimos tomando altura y las
perspectivas de la cordal caminada iba adquiriendo forma. Se podía ver completa
desde el mismo Boquete de Zafarraya donde comenzamos esta aventura. Era
impresionante ver lo recorrido hasta ahora y nos hacía pensar en lo que aún nos
quedaba.
Poco a poco fuimos ascendiendo
entre los bloques calizos, superando algunas curiosas chimeneas hasta que, por
fin, conseguimos coronarla.
Nos encontrábamos en el reino
calizo por excelencia, 100% roca, y nos quedaba un buen y largo tramo por
recorrer. Por otro lado, las nubes nos iban tapando cada vez más deprisa. El
color celeste fue dando paso al gris claro que, según rachas, se iba tornando
más oscuro y el viento comenzaba a soplar cada vez con mayor fuerza. De hecho,
las nubes parecían “de carreras”, iban a toda velocidad.
De momento, en esas condiciones, nos tocó
continuar. Eso es la montaña … cambios imprevistos cuando menos te lo esperas.
Continuamos de piedra en piedra,
avanzando por la cordal, hasta que nos refugiamos entre grandes bloques para
comernos los bocatas al refugio del fuerte y frío viento reinante. Entre tanto
la niebla nos iba cubriendo cada vez más y había momentos que no alcanzábamos
con la vista más que pocos metros, pero se trataba de una niebla que se
desplazaba rápidamente y permitía de vez en cuando algunos claros.
Tras el descanso, nos
incorporamos a la ruta ya inmersos en una densa niebla. Nos encontramos
enseguida con un gran hito que no entendíamos muy bien lo que representaba,
supongo que una elevación puntual o un límite provincial.
Junto con la espesa niebla, nos
comenzó a llover ligeramente y la roca se puso más resbaladiza. Nosotros
continuamos realizando la cordal aunque perdimos todas las referencias visuales.
Sólo el GPS nos iba guiando y no apreciábamos correctamente las distancias a
recorrer.
Cercanos a la mayor elevación de
la cordal, existían algunas inferiores intermedias y, desde una de ellas, se
apreciaba tímidamente una pequeña charca sobre un rellano que se formaba en la
ladera malagueña. Nos replanteamos incluso la terminación de la aventura, pero
los track de escapada, que teníamos preparados para salir de la cordal, nos
obligaban a terminarla para enlazar con ellos de todas formas, con niebla,
lluvia,… me voy a ir cuando estoy al lado de su cumbre?? Tas chalao!! A seguir,
hasta el último piquito ¡!
Así que tras debatir las mejores
opciones, acordamos llegar a La Torca y, aunque en el GPS marcaba que estaba al
lado, íbamos subiendo a diferentes picos que nos íbamos encontrando hasta que
por fin divisamos algo parecido a un poste geodésico entre la niebla y, para
allá que nos encaminamos y, por, fin lo encumbramos.
La Torca con sus 1.500m de
altitud!! Hasta es bonito su número, ¿cómo no lo íbamos a subir?
Fotos en la niebla y a comentar
las posibilidades de bajada de la cordal.
Teníamos previsto bajar por la
parte granadina, hacia el Norte, pasando por el bosque de pinos pero, sin
ninguna referencia visual posible y con tramos trabajados directamente sobre el
mapa, preferimos la aventura de regresar sin track cargado por la ladera
inversa, la malagueña, que fuimos inspeccionando a medida que trazábamos la
cordal.
Comenzamos la bajada por la
ladera, ya perteneciente a la sierra de Guaro y llamada Hoya de la Majada de
las Vacas, justamente por la vaguada paralela y anterior a la que discurría el
río Guaro o, al menos, su cauce.
Realizamos el descenso con mucha
precaución, ya que a las rocas húmedas se le sumaba las plantas que las
rodeaban y que al pisarlas hacían aún más complicada la bajada. Por suerte, a
medida que perdíamos altura, ganábamos en visión ya que la niebla se mantenía
en la zona superior pero no en la inferior que comenzaba a despejarse.
Fuimos bajando por la vaguada
aprovechando un sendero medianamente marcado que iba dirección a la unión con
el citado río pero, cerca de su posible
contacto, nos desviamos algo campo a través, aprovechando senderos de cabras y
manteniendo en lo posible las curvas de nivel para no perder demasiada altura.
De todas formas ya teníamos en nuestro punto de vista el marcado sendero al que
teníamos que llegar, precisamente procedente de los alrededores del río Guaro,
que subía por la ladera por la que caminábamos y continuaba dirección hacia la
aldea de Marchamona.
De nuevo por la sierra de Alhama,
y por la ladera de la cordal por la que antes caminábamos en sentido contrario
y por su cumbre, regresábamos cerrando la circular entre grandes arbustos de
retama, principalmente, y entre otros árboles como almendros, sembrados sobre
diferentes terrazas, con un aspecto de abandono bastante elevado.
El sendero nos iba a llevar a la
unión con el carril que nos acercaría a la citada aldea pero, antes, nos dejó
junto a un cortijo abandonado usado como corral de animales.
Una vez en el camino o carril de
tierra nos paramos a tomar nuestras últimas piezas de frutas y chocolate,
curiosamente, antes de conectar, aprovechamos y cogimos bastantes espárragos
bien gordos que, en pocas matas, nos dio para unas buenas tortillas para cada
uno.
El camino que teníamos que seguir
terminaba en el extremo contrario, en una edificación. Creemos que se trataba
de una ermita, aunque tenemos nuestras dudas.
Desde nuestra posición, se veía
todo el trazado del carril, junto con el tramo de cordal visible y la aldea a
la que teníamos que llegar, situada sobre un peñón rocoso y con una marcada
cavidad en su base.
Cogimos el carril, ya relajados,
como cuando sabes que se ha hecho todo lo correcto y, charlando, en poco tiempo,
estuvimos en la aldea de Marchamona formada por unas pocas viviendas.
Las vistas de la cordal, desde
nuestra ubicación, delataban claramente la diferencia de materiales de la que
estaba compuesta. La parte de La Torca era caliza clara y gris blanquecina
mientras que el resto era más oscura.
Pasada la aldea, nos encontramos
con un poste indicativo que informaba la dirección para llegar al collado de
Veredas Blancas, que ya pisamos.
Continuamos por el carril,
pasamos unas pequeñas minas abandonadas y llegamos a un cruce de caminos. Uno
de ellos nos llevaría a la aldea de Guaro, girando a nuestra derecha según el
sentido de marcha. Por otro lado podríamos seguir de frente para, después, algo
más adelante, girar bruscamente e invertir casi el sentido para seguir
bordeando toda la ladera de la cordal recorrida, pero decidimos una tercera opción,
girar a nuestra izquierda para recortar el carril y, de camino, iniciar la vuelta
por la vía verde que íbamos buscando, la Vereda Real de Málaga a Granada,
coincidente en parte con la GR-7.
Pasamos junto al gran cortijo
Carrión, la noche fue ganando espacio y las luces desapareciendo.
Teníamos unas
preciosas vistas sobre el embalse de Viñuelas, pasamos bajo el puente del
Aguadero y, ya con la noche encima, pasamos por el túnel que nos llevó al
aparcamiento donde teníamos el coche, no sin antes retratar el magnífico peñón
iluminado que forma el Boquete de Zafarraya.
Felicitaros por esta magnífica ruta. Nosotros también vamos a intentarla pronto.
ResponderEliminarGracias por el reportaje. Un saludo.
Hola Rafael, gracias por tus felicitaciones, y más, si viene de un gran experto montañero como tú.
EliminarRuta preciosa y dura que realizamos ya hace un tiempo. En Marzo del 14.
Ya ha llovido desde entonces, pero que me dejó gratos recuerdos, espero que os guste y tengáis una grata jornada montañera.
Un saludo
Estupenda ruta. La acabo de hacer hoy, en solitario, y me ha encantado; he ido buscando seguir toda la cordal en su parte más alta, a pesar de que hoy soplaba el aire de lo lindo. Al final me he despistado un poco hasta encontrar la salida buena a Marchamona y, como he salido tarde (para no variar) no he visto la cueva que indicabais en la zona del Hoyo del Toro pero quedan para otra "ronda" que haré con mi club. Gracias por compartirla
ResponderEliminarMe alegro Matt, merece la pena asomarse a esa curiosa cueva.
ResponderEliminarTengo un agradable recuerdo sobre la ruta, aunque ya han pasado algunos años, habrá que repetirla.
Muchas gracias.
Un saludo
Muy buena ruta y muy bien explicada.
ResponderEliminarGracias por compartirla, un saludo
Hola Choco, gracias por tu comentario.
EliminarUna cordal impresionante, lástima que se torció el tiempo a última hora, espero que os haya gustado.
Un saludo