lunes, 1 de septiembre de 2014

Crestería sierra del Pinar. Del Torreón (máx. cota de Cádiz) al San Cristóbal

Ruta realizada el día 19 de Marzo de 2.011.

Fuimos Antonia, Mª José, Vicente (quien nos consiguió el permiso especial, que se solicita a la técnico del Parque, tras numerosos esfuerzos y tiempo empleado para ello), Paco, Pepe, Patxi, Miguel, Maxi, Juan José y yo, Antonio. Un total de diez personas que tuvimos la suerte de realizar, no el Torreón como pico más alto de la provincia de Cádiz, que también hay que solicitar el permiso al AMA, sino esa maravilla de cordal vertiginosa, larga y divertida, que se alarga hasta alcanzar el San Cristóbal. Una magnífica oportunidad que no siempre se puede conseguir.

También incluyo esta crónica como complemento a la carpeta de techos provinciales, realizada antes de la creación de mi blog.

Procedentes de Sevilla, pasamos Benamahoma, soltamos a los ocupantes de los vehículos en el aparcamiento junto al comienzo del sendero de subida al Torreón y nos fuimos, dos conductores en diferentes vehículos, para dejar uno de ellos en el aparcamiento de la carretera del Puerto de las Palomas que da comienzo al sendero del Pinsapar, donde preveíamos terminar.

Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, iniciamos la aventura.

Pasamos la carretera y lo primero que nos encontramos es un cartel informativo de la subida la Torreón. Tras caminar, entre grandes alcornoques y encinas, llegamos a una portilla por la que pasamos y caminamos por un sendero perfectamente marcado y usado habitualmente por centenares de visitantes.

Completamente rodeados de vegetación, entre árboles, arbustos y plantas de diversas y variadas especies, vamos subiendo constantemente, al principio bordeando la ladera de forma progresiva, hasta encontrar la vaguada que nos subirá directamente hasta nuestra primera cumbre.




Alternábamos pasos de piedras con pasillos cubiertos de frondosa vegetación que nos hacían de parapetos del sol. A medida que íbamos alcanzando cierta cota, las vistas iban mejorando y ampliándose.


Comenzamos a ver algunos pinsapos dispersos y entremezclados con otras variedades.


Antes de llegar a la parte superior de la sierra del Pinar hicimos una parada técnica (no todo va a ser esfuerzo físico) para tomarnos unas aceitunitas prietas, típicas del Arahal, que trajo Maxi, así como unas frutillas y demás viandas, como segundo desayuno. Necesitábamos energía para acometer el Torreón y toda la crestería siguiente.




Poco a poco nos fuimos encontrado con los riscos y formaciones rocosas que nos anunciaban la proximidad de la cumbre. Entre ellos caminamos hasta que alcanzamos la pared rocosa que daba paso al Torreón.





Trepamos de vez en cuando por la misma hasta que, por fin, nos vimos en su cumbre.









Desde allí se veía perfectamente toda la empresa que aún nos quedaba por completar y, al final de ella, se situaba el pico San Cristóbal con su silueta inconfundible. Hacia el otro lado sobresalía el Cerezo o Mellizo y, algo más abajo, el pico del Águila, otra posible cordal muy interesante, pero en sentido contrario al que pretendíamos realizar, aunque ignoro si se conceden permisos para ella.




Tras la batería de fotos realizadas sobre el “volatilizado” poste geodésico del Torreón y sobre sus cortados próximos, proseguimos con la ruta y lo primero que nos encontramos fue con una bajada, entre paredes y bloques de rocas, donde las plantas más abundantes eran las rupícolas y plantas de espartos, repartidas por todas partes.







Nos enfrentarnos, en seguida, con una nueva subida a la Cota Este del Torreón, con unos 20 m menos que su hermano mayor.

Toda esa zona era un caos de grandes bloques de piedras entre las que los espartos eran los nexos de unión. Caminábamos siguiendo la misma cordal junto a la cara Norte de la Sierra del Pinar. Las vistas sobre el cerro Cornicabra, cerro Coros, el mismo pueblo y embalse de Zahara, eran simplemente espectaculares.

Había que ir buscando continuamente el mejor paso entre las grandes rocas y, a veces, nos hacían retroceder algunos pasos para retomar otras vías. Nos encontrábamos pasos estrechos, formas caprichosas y vastas extensiones de moles calizas.

Esa fue la tónica de este itinerario, ir buscando la mejor opción para seguir caminando.












Desde el Torreón hasta el San Cristóbal se va descendiendo, suavemente, hasta alcanzar la base de este último donde se termina subiendo.

A mitad de cordal, aproximadamente, las vista a ambos lados eran espectaculares. Al Norte, las indicadas anteriormente mientras que, al Sur, tomaba protagonismo la zona del Coargazal y Jauletas, así como el Peñón Grande de Grazalema y la sierra del Endrinal, con el Simancón y Reloj como máximas alturas, entre otras.

Nosotros continuábamos con nuestra faena de bajar y subir bloques, buscar por aquí y por allá, y realizar las trepadas pertinentes.

Llegamos a un punto de la cordal donde había unos pinsapos muy altos y viejos que sobresalían  de las piedras cimeras, nos adentramos entre ellos y elegimos ese lugar como comedor provisional, donde los compañeros comenzaron a sacar sus viandas, botellas de vino y demás artículos comestibles, echando al menos una hora entre comida, bebidas y demás licores como postre. Todavía sigo sin entender cómo pudieron continuar la ruta tras ese suculento almuerzo y mantener el “equilibrio” tras los líquidos ingeridos.







Proseguimos con nuestra ruta partiendo en fila india y, aunque siempre teníamos el punto final de la cordada en nuestra línea de visión, parecía que no llegábamos nunca. Infinidad de destrepes ralentizaban el caminar. 




Está claro que prisas, no teníamos ninguna; había que gozar al 100% de esta magnífica oportunidad de patear esta crestería.

Los obstáculos se iban multiplicando, salías de uno y te metías inmediatamente en otro. El firme era pura roca caliza y seguíamos con magníficas vistas que nos acompañaban todo el camino. Todavía recuerdo el Salto del Cabrero a vista de pájaro.

Así continuamos con el rompepiernas y el cansancio se iba acumulando; de hecho, dos compañeros dejaron la cordal y se desplazaron ladera abajo para recortar el trayecto. El resto continuamos con el sube y baja interminable, pero disfrutando como enanos ¡!



De nuevo nos encontramos con grandes pinsapos situados en estas altas cotas y, nuestro compañero Patxi, se lanzó a rodear sus troncos para que corriese ese intercambio de energías positivas que, según él, desprendían.


Pasamos por la zona conocida de “la Brecha”, donde bajamos pasos algo más comprometidos, sin dejar de ser fáciles, y rápidamente los alternábamos con subidas.

No podíamos dejar de mirar atrás para ver lo recorrido. Sin palabras. Una maravilla!!






Ya teníamos próximo el San Cristóbal y pasamos otro nuevo caos rocoso, con un curioso arco muy llamativo.







Llegados a la base del pico, que era un inmenso caos de roca con los estratos prácticamente verticales, nos dedicamos a caminar entre los bloques, de unos a otros, como un pequeño laberinto. Las vistas de esta última elevación eran impresionantes; los compañeros que iban por delante eran como unas insignificantes hormiguitas.

Cada uno progresaba como mejor sabía pero todos, poco a poco, íbamos cercando a la majestuosa cumbre.








Antes de culminarlo, se nos abrieron ante nuestros ojos unas inigualables vistas del pueblo de Grazalema y de su embalse.




Por fin, sobre el San Cristóbal, vistas inmejorables, sobre todo del Monete o falso San Cristóbal, entre otras.

Fotos a mogollón, un respiro acompañado de algunas frutillas, gozar del esfuerzo realizado y culminación de la hazaña y, tras un buen descanso para asimilar todo lo realizado, emprendimos el descenso por la cara Sur hasta una planicie que la une a la pequeña cordal que procede del pico del Monete.








Tras la bajada, progresando entre canalillos de piedras y sujetándote donde podías, al llegar a esa explanada, nos encontramos con un gran pozo de nieve y continuamos entre enormes bloques que nos llevaron a un canchal de rocas, ya por la cara Norte, dirección al sendero del Pinsapar, que es el que íbamos buscando.







En esta bajada, no sólo el pedregal que encontramos nos puso las cosas difíciles, sino que también tuvimos que sortear un pequeño, pero denso, bosque de majuelos pinchosos y alguna que otra zarza como remate final de la aventura.

Una vez sobre el sendero del Pinsapar, ya relajados pero casi sin luz solar, regresamos hacia el coche que teníamos en el aparcamiento, por supuesto, con los frontales puestos como a algunos del grupo le gusta (empezar con las primeras luces del alba y terminar sin ninguna)




DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




  

 Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:

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