Ruta realizada el día 19 de Marzo
de 2.011.
Fuimos Antonia, Mª José, Vicente
(quien nos consiguió el permiso especial, que se solicita a la técnico del
Parque, tras numerosos esfuerzos y tiempo empleado para ello), Paco, Pepe,
Patxi, Miguel, Maxi, Juan José y yo, Antonio. Un total de diez personas que
tuvimos la suerte de realizar, no el Torreón como pico más alto de la provincia
de Cádiz, que también hay que solicitar el permiso al AMA, sino esa maravilla
de cordal vertiginosa, larga y divertida, que se alarga hasta alcanzar el San
Cristóbal. Una magnífica oportunidad que no siempre se puede conseguir.
También incluyo esta crónica como
complemento a la carpeta de techos provinciales, realizada antes de la creación
de mi blog.
Procedentes de Sevilla, pasamos
Benamahoma, soltamos a los ocupantes de los vehículos en el aparcamiento junto
al comienzo del sendero de subida al Torreón y nos fuimos, dos conductores en
diferentes vehículos, para dejar uno de ellos en el aparcamiento de la
carretera del Puerto de las Palomas que da comienzo al sendero del Pinsapar,
donde preveíamos terminar.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos la aventura.
Pasamos la carretera y lo primero
que nos encontramos es un cartel informativo de la subida la Torreón. Tras
caminar, entre grandes alcornoques y encinas, llegamos a una portilla por la
que pasamos y caminamos por un sendero perfectamente marcado y usado
habitualmente por centenares de visitantes.
Completamente rodeados de
vegetación, entre árboles, arbustos y plantas de diversas y variadas especies,
vamos subiendo constantemente, al principio bordeando la ladera de forma
progresiva, hasta encontrar la vaguada que nos subirá directamente hasta
nuestra primera cumbre.
Alternábamos pasos de piedras con
pasillos cubiertos de frondosa vegetación que nos hacían de parapetos del sol.
A medida que íbamos alcanzando cierta cota, las vistas iban mejorando y
ampliándose.
Comenzamos a ver algunos pinsapos
dispersos y entremezclados con otras variedades.
Antes de llegar a la parte superior
de la sierra del Pinar hicimos una parada técnica (no todo va a ser esfuerzo
físico) para tomarnos unas aceitunitas prietas, típicas del Arahal, que trajo
Maxi, así como unas frutillas y demás viandas, como segundo desayuno. Necesitábamos
energía para acometer el Torreón y toda la crestería siguiente.
Poco a poco nos fuimos encontrado
con los riscos y formaciones rocosas que nos anunciaban la proximidad de la
cumbre. Entre ellos caminamos hasta que alcanzamos la pared rocosa que daba
paso al Torreón.
Trepamos de vez en cuando por la
misma hasta que, por fin, nos vimos en su cumbre.
Desde allí se veía perfectamente
toda la empresa que aún nos quedaba por completar y, al final de ella, se
situaba el pico San Cristóbal con su silueta inconfundible. Hacia el otro lado
sobresalía el Cerezo o Mellizo y, algo más abajo, el pico del Águila, otra
posible cordal muy interesante, pero en sentido contrario al que pretendíamos
realizar, aunque ignoro si se conceden permisos para ella.
Tras la batería de fotos
realizadas sobre el “volatilizado” poste geodésico del Torreón y sobre sus
cortados próximos, proseguimos con la ruta y lo primero que nos encontramos fue
con una bajada, entre paredes y bloques de rocas, donde las plantas más
abundantes eran las rupícolas y plantas de espartos, repartidas por todas
partes.
Nos enfrentarnos, en seguida, con
una nueva subida a la Cota Este del Torreón, con unos 20 m menos que su hermano
mayor.
Toda esa zona era un caos de
grandes bloques de piedras entre las que los espartos eran los nexos de unión.
Caminábamos siguiendo la misma cordal junto a la cara Norte de la Sierra del
Pinar. Las vistas sobre el cerro Cornicabra, cerro Coros, el mismo pueblo y
embalse de Zahara, eran simplemente espectaculares.
Había que ir buscando
continuamente el mejor paso entre las grandes rocas y, a veces, nos hacían
retroceder algunos pasos para retomar otras vías. Nos encontrábamos pasos
estrechos, formas caprichosas y vastas extensiones de moles calizas.
Esa fue la tónica de este itinerario,
ir buscando la mejor opción para seguir caminando.
Desde el Torreón hasta el San
Cristóbal se va descendiendo, suavemente, hasta alcanzar la base de este último
donde se termina subiendo.
A mitad de cordal,
aproximadamente, las vista a ambos lados eran espectaculares. Al Norte, las
indicadas anteriormente mientras que, al Sur, tomaba protagonismo la zona del
Coargazal y Jauletas, así como el Peñón Grande de Grazalema y la sierra del
Endrinal, con el Simancón y Reloj como máximas alturas, entre otras.
Nosotros continuábamos con
nuestra faena de bajar y subir bloques, buscar por aquí y por allá, y realizar
las trepadas pertinentes.
Llegamos a un punto de la cordal
donde había unos pinsapos muy altos y viejos que sobresalían de las piedras cimeras, nos adentramos entre
ellos y elegimos ese lugar como comedor provisional, donde los compañeros
comenzaron a sacar sus viandas, botellas de vino y demás artículos comestibles,
echando al menos una hora entre comida, bebidas y demás licores como postre. Todavía
sigo sin entender cómo pudieron continuar la ruta tras ese suculento almuerzo y
mantener el “equilibrio” tras los líquidos ingeridos.
Proseguimos con nuestra ruta
partiendo en fila india y, aunque siempre teníamos el punto final de la cordada
en nuestra línea de visión, parecía que no llegábamos nunca. Infinidad de destrepes
ralentizaban el caminar.
Está claro que prisas, no teníamos ninguna; había que
gozar al 100% de esta magnífica oportunidad de patear esta crestería.
Los obstáculos se iban multiplicando,
salías de uno y te metías inmediatamente en otro. El firme era pura roca caliza
y seguíamos con magníficas vistas que nos acompañaban todo el camino. Todavía
recuerdo el Salto del Cabrero a vista de pájaro.
Así continuamos con el
rompepiernas y el cansancio se iba acumulando; de hecho, dos compañeros dejaron
la cordal y se desplazaron ladera abajo para recortar el trayecto. El resto
continuamos con el sube y baja interminable, pero disfrutando como enanos ¡!
De nuevo nos encontramos con
grandes pinsapos situados en estas altas cotas y, nuestro compañero Patxi, se
lanzó a rodear sus troncos para que corriese ese intercambio de energías
positivas que, según él, desprendían.
Pasamos por la zona conocida de
“la Brecha”, donde bajamos pasos algo más comprometidos, sin dejar de ser
fáciles, y rápidamente los alternábamos con subidas.
No podíamos dejar de mirar atrás
para ver lo recorrido. Sin palabras. Una maravilla!!
Ya teníamos próximo el San
Cristóbal y pasamos otro nuevo caos rocoso, con un curioso arco muy llamativo.
Llegados a la base del pico, que
era un inmenso caos de roca con los estratos prácticamente verticales, nos
dedicamos a caminar entre los bloques, de unos a otros, como un pequeño
laberinto. Las vistas de esta última elevación eran impresionantes; los compañeros
que iban por delante eran como unas insignificantes hormiguitas.
Cada uno progresaba como mejor
sabía pero todos, poco a poco, íbamos cercando a la majestuosa cumbre.
Antes de culminarlo, se nos
abrieron ante nuestros ojos unas inigualables vistas del pueblo de Grazalema y
de su embalse.
Por fin, sobre el San Cristóbal,
vistas inmejorables, sobre todo del Monete o falso San Cristóbal, entre otras.
Fotos a mogollón, un respiro
acompañado de algunas frutillas, gozar del esfuerzo realizado y culminación de
la hazaña y, tras un buen descanso para asimilar todo lo realizado, emprendimos
el descenso por la cara Sur hasta una planicie que la une a la pequeña cordal
que procede del pico del Monete.
Tras la bajada, progresando entre
canalillos de piedras y sujetándote donde podías, al llegar a esa explanada,
nos encontramos con un gran pozo de nieve y continuamos entre enormes bloques
que nos llevaron a un canchal de rocas, ya por la cara Norte, dirección al
sendero del Pinsapar, que es el que íbamos buscando.
En esta bajada, no sólo el pedregal
que encontramos nos puso las cosas difíciles, sino que también tuvimos que
sortear un pequeño, pero denso, bosque de majuelos pinchosos y alguna que otra
zarza como remate final de la aventura.
Una vez sobre el sendero del
Pinsapar, ya relajados pero casi sin luz solar, regresamos hacia el coche que
teníamos en el aparcamiento, por supuesto, con los frontales puestos como a
algunos del grupo le gusta (empezar con las primeras luces del alba y terminar
sin ninguna)
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