Fuimos Patxi, Juan José y yo,
Antonio, a descubrir la Sierra de Peñarrubia. Tras bichear el IGN, descubrimos
estas elevaciones y, al informarnos algo, preveíamos que podía ser interesante.
Ante todo, quiero agradecer desde
aquí, a los habitantes y propietarios de tierras de esta sierra, el no poner
ningún cercado ni obstáculo para poder caminar por ellas. Casi me atrevería a
decir, de las muchas que he realizado, que es la primera ruta donde ni siquiera
he visto vallas, aunque no hubiese que saltarlas, para realizar el itinerario
programado.
Procedentes de Sevilla, por la
autovía hacia Málaga, nos desviamos, a la altura de Osuna, hacia el Saucejo,
luego Armagen y, con dirección hacia Campillos, nos desviamos hacia Teba, donde
dejamos el coche próximo al tanatorio y polideportivo, situado en una zona alta
de la localidad, junto a unas naves industriales.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos nuestro trazado, directamente y campo a través,
hacia la cumbre del cerro de la Camorra.
Era una ladera cómoda de caminar
entre rocas y matas, principalmente de esparto.
A medida que ganábamos altura las
vistas sobre el propio pueblo de Teba, su castillo de la Estrella y el cerro de
San Cristóbal, usado como pista de lanzamiento de parapentes, iban siendo
espectaculares.
Próximos a la cumbre del cerro,
vimos cómo se transformaba en una especie de planicie amplia donde un cúmulo de
piedras hacía las veces de poste geodésico.
Cerro de la Camorra, con sus 739m
de altitud, conseguido. Vistas magníficas a 360º entre las que se destacaba el
embalse del Guadalteba y del Conde del Guadalhorce, toda la cadena montañosa de
la zona del Chorro y, curiosamente, también la Laguna de Fuente de Piedra, que
jamás había visto con esa perspectiva, así como las lagunas cercanas a
Campillos.
Descendimos de la cumbre, por el
borde Sureste, siguiendo la amplia cordal y con unas claras vistas de lo que
aún nos quedaba por realizar, la Majadilla de Antequera en primer lugar y la
sierra de Peñarrubia por detrás.
Bajamos de la mole de la Camorra
por el único lugar viable, cerca de la Cuesta de los Frailes, hasta conectar
con un camino de tierra que, de seguirlo hacia nuestra derecha, nos dejaría de
nuevo en el pueblo de Teba.
Nosotros lo abandonamos y, aprovechando
senderos de cabras que luego se transformaron en una senda algo más clara, nos
dirigimos en sentido inverso, siguiendo y atravesando, en última instancia, el
curso de un arroyo que vertía sus aguas en el río de la Venta.
Caminábamos junto a unos
paredones verticales que delimitaban el macizo de la Camorra, por su parte más
Sureste.
Una vez alcanzado el río,
justamente al pasar un aislado y enorme ejemplar de pino piñonero, nos
dedicamos a seguirlo paralelamente por un claro sendero, dejándolo a nuestra
izquierda.
Se trataba de un cauce muy
estrecho colmatado por plantas de porte alto, de semillas (creo que se
denominan) de estilo plumero o carrizo.
Siguiendo el curso de agua, nos
metió de lleno en la increíble entrada del Tajo del Molino; una estrechez por
donde el río ha ido excavando, con el transcurso de los años, un desfiladero
limitado por dos altas y verticales paredes.
No te esperas ese tajo en esta
sierra. Es un corte radical que divide en dos la sierra de Peñarrubia; según el
IGN, Majadilla de Antequera al Oeste y Peñarrubia al Este.
Avanzamos por su interior,
siguiendo el curso del río de las Ventas, y nos topamos con un antiguo molino
que disponía de tres entradas de agua con las ruedas de piedras esparcidas por
sus alrededores.
En las paredes se veían unas
entradas cilíndricas, como bocas de cavidades, que se adentraban hacia su
interior.
Tuvimos que andar con cuidado por
el borde del río ya que se trataba de roca pulida y resbaladiza; un paso en
falso y te pegabas un remojón que, en esta época, te debe de espabilar de un
tirón!!
Tuvimos que pasar a su otra
orilla aunque, algo más adelante, lo volvimos a cruzar por una especie de
pequeña presa.
Pasamos por debajo del viaducto
de la carretera MA-5404, dejando atrás el impresionante tajo, y llegamos a una
estación automática de alerta sobre la calidad de las aguas.
Se trataba de un manantial o
surgencia de aguas que utilizaban como lugar de baño y área recreativa (supongo
que en verano, je, je..), ya que encontramos en la zona mesas, bancos y una
piscina, con compuertas, preparada para ser llenada aunque, en el momento que
pasamos por allí, estaban abiertas. Igual que le entraba el agua, salía de
ella.
Continuamos con nuestro
itinerario caminando por un corto tramo asfaltado, entre viviendas o
dependencias relacionadas con la estación, que nos llevó a la carretera que
antes cruzamos por debajo, para visitar
la cueva de las Palomas.
Un corto trayecto ascendente, con
escalones de madera y barandillas, nos llevó a su boca dónde nos encontramos
una estructura metálica, que era la escalera de acceso a su entrada, pero que
disponía de una reja con candado que impedía el paso. Allí estuvimos charlando
un rato con tres espeleólogos que utilizaban el entarimado metálico para practicar
el descenso y ascenso por cuerda.
Regresamos por nuestros pasos
pero, en esta ocasión, sin llegar de nuevo a la carretera, fuimos caminando a
media ladera, por sendas de cabras, entre vegetación de pequeño porte como
palmitos y otras variedades de plumíferas, buscando los mejores pasos.
Curiosamente, en esa fecha, el suelo estaba minado por una especie de gusanos
que, a nuestro paso, se enroscaban como de forma automática; unos miriápodos o
milpies.
A la altura del cortijo del
Tendedero, alcanzamos una especie de depósito cilíndrico donde vimos varios
coches aparcados; supongo que de escaladores, pues se veían algunos practicando
en las paredes cercanas.
Continuamos otro corto tramo
bordeando un campo de cultivo. Encontramos como una toma de agua pero tapada
mediante una placa atornillada y, al momento, una casetilla, como de bombeo,
con un poste con un transformador junto a ella. Justo antes había como un
pequeña presa, o más bien un muro, para retener las correntías de los arroyos.
Por ahí nos metimos, por el mismo cauce seco de la Cañada de Gonzalo Gil.
Esta cañada era el cauce seco de
otro arroyo estacionario que subdividía, por segunda vez, toda la sierra de
Peñarrubia, pero con menor entidad.
El Tajo del Molino, que cruzamos
de Norte a Sur, ahora lo haríamos de Sur a Norte.
Se trataba de un barranco muy
entretenido, “pequeñito, pero juguetón”. Lo pasamos verdaderamente bien
salvando los numerosos obstáculos que nos iba presentando al ir progresando por
él.
A medida que nos internábamos en
él, las paredes se iban tornando cada vez más altas y verticales aunque nunca
como en el Tajo anterior. Aunque se vislumbraba que se trataba de un barranco
en plena formación supongo que, con el paso de miles de años, podría ser
similar al anterior aunque, a diferencia de aquel, no disponía de un curso de
agua regular.
Terminado el encajonamiento nos
encontramos con un olivar, en la zona de los Rufianes, que rodeamos por su
borde. Pasamos junto a una especie de cuadras o corrales para ganado y,
finalizado el olivar, nos dispusimos a subir por las laderas empedradas,
salpicadas de matorral, aunque de cómodo caminar.
Todo este trayecto, hasta
alcanzar el poste geodésico del Castillón, fue campo a través. Al principio
entre losas pequeñas de piedras hasta que, poco a poco, se fueron transformando
en grandes bloques.
Llegamos a pasar una zona de
arbustos y rocas aterrazadas que le dieron un toque muy bello al lugar. Al
final conseguimos alcanzar el poste cimero y, junto a él, había un recinto
vallado que contenía unas antenas, un aerogenerador y unas placas
fotovoltaicas.
Respecto a las vistas, se trataba
de un balcón privilegiado con vistas a los embalses y todas las moles de la
Sierra del Valle de Abdalajís, así como la sierra de la Chimenea, con el
Camorro Alto y toda la zona del Torcal de Antequera.
La verdad es que utilizamos esta
magnífica atalaya como lugar de avituallamiento y oteo, gozando de todas sus vistas
durante un buen tiempo. Por supuesto fotos a mogollón, como le correspondía a
este lugar.
Tras hartarnos, en los dos
sentidos, nos dirigimos hacia el otro extremo, situado algo más al Noreste de
donde nos encontrábamos, para acercarnos algo más al borde de esta estribación.
Siempre campo a través y entre
grandes rocas, llegamos al extremo más oriental de esta sierra donde tuvimos
otro magnífico balcón para fotografiar los pocos rincones que se nos hubiesen
escapado en esta amplia y gratificante ruta.
Tocaba regresar a nuestro punto
de inicio y, prácticamente, no dejamos en ningún momento la cordal de esta porción
de sierra de Peñarrubia hasta contactar con el lugar donde salimos del barranco
de la Cañada de Gonzalo Gil. Insisto, campo a través todo el camino aunque nada
dificultoso para toda persona acostumbrada a caminar fuera de senderos.
A partir de aquí, seguimos campo
a través por un firme de piedras, arbustos y matorral bajo pero que te permitía
caminar cómodamente. Caminábamos por lo alto de la loma de la sierra de
Peñarrubia, más o menos paralelos al trayecto que realizamos a la ida y a media
ladera.
Decidimos aprovechar el momento
ya que, al ir caminando de nuevo dirección al Tajo del Molino pero por la parte
superior, nos podíamos asomar a ese balcón mirador que debería ser espectacular
y vertiginoso. Por supuesto, lo hicimos, claro está ¡!
Todo el Tajo a nuestros pies. Tremendas
paredes vistas desde arriba. Un lugar de infarto ¡!
Bajamos del mirador flanqueando
la pared oriental y buscando las mejores opciones. En esta ocasión, recuerdo
que pudimos caminar por un marcado sendero que nos llevó al punto donde
iniciamos nuestra entrada en los Tajos, a la ida.
Aquí nos planteamos varias
opciones. Una, regresar por donde comenzamos sin necesidad de subir de nuevo a
la Camorra; otra, la de volver a pasar por el Tajo y probar suerte en no
resbalarnos por las piedras pulidas y, como tercera opción, que es la que más
me gustaba pero que implicaba un fuerte esfuerzo a esta altura de ruta, la de
subir por un amplio pasillo, pero con un gran desnivel, que nos dejaría en lo
más alto de la zona de la Majadilla de Antequera.
Antes de comenzar la fuerte
subida, nos tomamos algo de líquido y algunas frutas para recobrar algo de
energía y, sin pensarlo mucho y cada uno a su ritmo, fuimos ascendiendo esa
dura cuesta.
Al mirar hacia atrás, las
perspectivas que se iban viendo eran increíbles. Sudando a chorros pero
entusiasmados con la idea de realizar una completísima excursión por toda la
sierra de Peñarrubia, nos iba llevando hacia arriba casi sin esfuerzo.
Conectamos con un marcado sendero
que transcurría paralelo y junto a la vaguada que formaba el cauce seco del
arroyo que nacía en la parte superior, hacia donde nos dirigíamos.
Yo me salí un tramo del sendero
con objeto de mirar y observar la vertiente Sur de ese lugar, viendo, en primer
plano, la aldea de Huerta de la Cueva además de otras vistas como la del
embalse y el macizo de Ortegicar.
Llegamos al collado, la parte más
alta en la que estuvimos de esta zona, y conectamos con un carril de tierra
cuando iniciamos el descenso. Pasamos una bifurcación, tomando la de la derecha
y ya no lo abandonamos hasta que nos llevó directamente a la carretera, pasando
previamente entre algunas fincas que quedaban a uno y otro lado del carril.
Luego fueron unos 500m de
carretera y, ya en Teba, callejeamos por algunas calles hasta llegar al coche,
por supuesto sin luz, de noche. Como siempre, vaya ¡!!
Cambio de calzado y veloces hacia
un bareto a reponer sales minerales.
Si quieres el track de esta ruta, pincha en el siguiente enlace:http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=11580502
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