Ruta realizada el día 1 de
Noviembre del 2014.
Fuimos Mª José y yo, Antonio, a
realizar una tercera opción de subida a la Maroma. En dos ocasiones pasadas,
subí y baje por el mismo sitio, desde el Robledal; en otra, subí desde el
pueblo de Sedella y, en ésta, preparamos una circular con la orientación y
ayuda del track de Alsamuz (al que se lo agradezco), que tomamos de Wikiloc,
subiendo por los albergues de los Barracones y bajando por el Robledal.
Desde Sevilla, por la autovía
hacia Granada, nos desviamos hacia el pueblo de Alhama de Granada y, desde esta
población, por la carretera A-402 dirección a Ventas de Zafarraya, a la altura
del cortijo de la Alcaicería, tomamos el carril de tierra que nos llevaría al
cortijo Robledal Alto y, siguiendo el curso del arroyo Madre del Robledal,
dejamos el coche en una explanada habilitada como aparcamiento para un área
recreativa situada en esa zona.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos la ruta en sentido contrario al que
normalmente estaba acostumbrado.
Trochamos algo entre el pinar
existente junto al aparcamiento con idea de tomar parte del carril que bordeaba
al cortijo del Robledal por el Norte, dirigiéndose hacia el arroyo de los
Presillejos.
Prácticamente al comenzar, nos
encontramos con una gran alberca (supongo que se usará como piscina en verano,
ya que estaba ubicada entre bancos e instalaciones de una especie de camping
situado junto a ella).
El carril se transformó en
sendero claro y definido que se introducía en un bosque de encinas y matorral
bajo y seguimos una especie de acequia seca que nos llevó a otra especie de alberca,
en este caso circular, con escalones para poder entrar a su interior.
Se trataba de una zona mucho
menos frecuentada que la masificada y clásica desde el Robledal y, su entorno,
precioso.
Caminamos un tramo paralelos al
arroyo y bordeando, por el Norte, la
zona conocida con el nombre de Fuentes del Robledal. De repente, conectamos de
nuevo con otro tramo de carril que nos llevó directamente al albergue de los
Barracones, construidos por el ayuntamiento de Alhama de Granada en 1994.
Desde aquí tomamos por una senda
perfectamente definida en continuo ascenso, entre un inmenso pinar, toda ella
cubierta por las acículas de los pinos que se presentaban como una auténtica
alfombra por la que caminábamos.
Entre el pinar, abundaban las
plantas de esparto y alguna que otra jara rodeadas por romeros. Un entorno muy
agradable que, aunque en pronunciada pendiente al principio, no se notaba en
exceso el esfuerzo a realizar por lo bello de la zona.
De vez en cuando nos encontrábamos
con diversos tipos de setas aunque, según mi corto entendimiento micológico,
creo que lo que abundaban eran los boletus.
Caminando totalmente distraídos
por la extraordinaria belleza de este entorno cruzamos el Barranco de los
Jurales, por el que no corría agua, y continuamos bordeando los diferentes pies
de las estribaciones de la Maroma.
A veces se contemplaban las
elevaciones de los alrededores y nos encontrábamos con rincones donde había que
fotografiarse obligatoriamente.
Nos dirigimos hacia la zona de El
Contadero donde, tras un pequeño titubeo porque, por un momento, no supimos dar
con la continuación del sendero, bajamos levemente para cruzar de nuevo otro
barranco, esta vez de mayor envergadura, el Arroyo del Selladero, que también
encontramos seco pero con un cauce repleto de bolos o cantos rodados donde
parecía que, cuando lloviese, si debería bajar el agua con fuerza.
Por aquí la vegetación variaba
algo a la que traíamos. Se incorporaron, si no me equivoco, numerosos árboles
de ribera como el álamo blanco, tapizando con sus hojas caídas el suelo
pedregoso por el que marchábamos.
Seguimos ascendiendo para pasar
un nuevo barranco, que vertía sus aguas en el anterior, también con su cauce
seco.
A partir de este último, la senda
se tornó bastante pendiente y, mediante sucesivos zigzag, fue describiendo un
trazado apto para subir por esa ladera tan inclinada.
Alcanzado su collado, la senda
desapareció y nos dejó en una corta cordal pétrea que no me pude resistir el
recorrer hasta alcanzar su extremo, donde disfruté de unas vistas inmejorables.
Al mirar hacia arriba, se veía
una zona despejada de árboles (sólo algunos aislados y no eran pinos) pero, lo
que abundaba era el matorral de alta montaña, como de setos semiesféricos tipo
cojines de monja y similares, además de mucha piedra suelta
Hasta el collado que formaba el
cerro del Selladero, con los buitres posados en sus rocas observándonos, se
trató de una subida campo a través. Prácticamente hasta la cima de la Maroma,
ya fue así, pero se podía caminar con cierta soltura y rapidez buscando los
mejores pasos entre la vegetación y las rocas.
Llegados al collado, se abrían
las vastas vistas situadas al Oeste. Aquí invertimos la dirección y tomamos
hacia el Sur siguiendo la cordal hacia el cerro del Sol, aunque no llegamos a
encumbrarlo ¡! Se me escapó ¡! Ese día no iba muy fina Mª José y estaba más
pendiente de animarla que de estudiar bien el mapa con las diferentes
elevaciones. Para la próxima será!!
Todo ese trayecto era un mar de
piedras calizas por el que había que caminar con bastante cuidado.
De todas formas, cercanos al
cerro, la vista de la plataforma de la Maroma, así como de su esbelto poste
geodésico, nos cegó y, como los burros, fuimos hacia él, hipnotizados y
buscando el recorrido más corto y directo.
No sólo éramos observados por los
buitres, también por multitud de cabras montesas que estaban pendientes de si dejábamos
algún resto de comida para, más tarde, darse un buen festín. Las vistas desde
aquí, sin palabras, fantásticas, amplias.
Nos dirigimos hacia la cumbre con
unas ganas locas de llegar. Mª José se sintió muy aliviada de ver su cima y yo
más, je, je..
Allí nos encontramos con algunos
montañeros que iniciaban la vuelta hacia el Robledal y sólo se quedó uno porque
estaba esperando a una pareja con un niño chico que estaba al llegar. Durante
la charla, allí se presentaron y, todos, nos dirigimos hacia el poste geodésico
que aún no habíamos tocado. Está claro que nos relajamos bastante al llegar y comprobar que pisamos la plataforma.
Tras las fotos de rigor, visita a
la sima y comernos un buen número de frutas, frutos secos y demás viandas
(barritas energéticas,J),
decidimos regresar, esta vez hacia el Robledal y por la clásica ruta de subida,
que hicimos de bajada.
Bajamos de la plataforma buscando
su ladera Sur y pendientes de los hitos de piedras para tomar el sendero lo más
rápido posible. Una vez en él, y sin pérdida, lo seguimos hasta el final del
trayecto.
Con dirección al cerro Tacita de
Plata, fuimos descendiendo no sin antes detenernos en los tajos por los que se
pasa y que tan fotogénicos son. Alcanzamos el collado por donde se sube a la
Maroma procedentes de Sedella o del cerro El Fuerte, sendero que ya realicé
hace algún tiempo. Pero, ahora que estoy escribiendo, también caigo en la
cuenta de que el cerro de Tacita de Plata tampoco lo he subido. ¡! Se me han
escapado los mejores !!
Continuamos por la marcada y
clara bajada por un perfecto sendero pasando la zona del Salto del Caballo,
zona problemática cuando hiela, con vistas al inmenso barranco en el que, en su
fondo, se encuentra el arroyo de Solana, inicio del de los Presillejos (el que
pasaba junto a los Barracones)
Tras pasar esa preciosa zona,
seguimos bajando por la cordal de la estribación existente entre los arroyos de
los Presillejos y el de la Solana del Espartal. Pasamos por la zona de tejos y
vimos el letrero que la Junta tiene colocado en ese lugar, con una breve
información sobre los alrededores.
Más adelante, nos encontramos con
un nuevo cartel informativo, esta vez para mostrar un vista panorámica del
Valle del Temple.
Un entorno envidiable y
privilegiado que deberíamos cuidar para que tengan la oportunidad de conocerlo
muchas generaciones. A la altura de la zona de los Barracones, y el punto más
cercano en este recorrido circular a esas viviendas por las que pasamos a la
ida, la luz diurna nos fue dejando y, suavemente, se fue transformando en una
luz ténue, pero tuvimos la suerte de alcanzar pronto el carril de tierra que
llega próximo a este lugar.
Una vez sobre él, de forma
relajada, caminamos charlando y contando todas las vivencias ocurridas, así
como nuevos planes y rutas en proyecto.
Alcanzamos un cruce donde, a la
izquierda, unos letreros indicaban hacia los Barracones. Nosotros tomamos hacia
la derecha, que nos conduciría hacia nuestro coche, tras pasar una cadena que
interrumpía el paso motorizado.