Ruta realizada el día 23, jueves,
de Enero del 2.014.
Este jueves, libré en mi trabajo.
Era festivo para nosotros y, como nadie me podía acompañar a una ruta por el
campo, yo mismo me fui conmigo mismo, je, je….
No se me apetecía ir demasiado
lejos, así que pensé en mi querida Grazalema que, aunque siempre se encontrarán
rincones bellos por descubrir, a veces
me encuentro algo harto de patear por ella.
Pero me acordé de un cerro que
subí junto a mi hijo cerca de Benamahoma, el cerro Albarracín.
Así que, sin pensarlo mucho,
indagué con diferentes tracks para intentar descubrir zonas que no conocía, con
lo que preparé una amplia circular.
Procedente de Sevilla, tirando
por la carretera de Utrera y pasando el cruce hacia Montellano y Puerto
Serrano, tomé hacia Villamartín, Prado del Rey, El Bosque y, pasada Benamahoma,
dejé el coche en la misma fuente del Descansadero.
Con mochila en la espalda y botas
de montaña en los pies caminé un corto trayecto, por la carretera por la que
vine, hasta una marcada curva a 90º, pasando una portilla y dejando al lado una
gran cancela que daba paso a un gran corral de cabras.
Fui ascendiendo, constantemente,
por un marcado sendero entre árboles de diferentes portes, (sobre todo
encinas). Tenía bonitas vistas sobre el pueblo de Benamahoma y de las sierras
colindantes como la del Pinar.
Arriba de esta primera subida, se
encontraba una especie de loma suave donde aparecieron las ruinas del cortijo
de las Zaurdas, en el que me entretuve en recorrer y ver todas sus
dependencias.
Allí me encontré con dos
corredores y su perro que estaban realizando una ruta por el lugar.
A lo lejos se observaba la casa
de la Zaurdas con mucho ganado vacuno por sus alrededores.
Una vez de nuevo sobre la citada
loma, tuve que subir algo más (viendo ya los picos de los cerros Ponce y
Albarracín en el horizonte) para descender algo hacia los Llanos de los
Fósiles.
Situado sobre ellos, los atravesé
lateralmente. Lo lógico hubiera sido acometer la ladera del cerro Albarracín
para coronarlo pero esa no era mi idea aún, así que lo que hice fue bordearlo,
atravesando el barranco que alimenta el arroyo del Descansadero, para entrar en
un sendero perfectamente marcado que se introducía en un denso bosque.
De repente me vi rodeado de una
vegetación, arbustos y árboles que, durante un buen trecho del itinerario,
filtraron la luz solar volviendo el entorno más gris y húmedo y, donde el musgo
era el rey. La verdad es que no conocía ese paso y me sorprendió gratamente.
Este sendero por el que caminaba,
era de los que vienen marcados en el IGN como sendas de toda la vida por la
misma ladera oriental del Albarracín.
Cuando llegó a la parte Norte, se fue
despejando de vegetación y se iban viendo de nuevo las magníficas vistas de
todas las sierras de los alrededores.
Comencé a ver el pueblo de El
Bosque y, poco a poco, comencé a divisar un camino o carril de tierra. Se
trataba del que sube desde la carretera que une el Bosque con Benamahoma y se
dirige a la zona de saltos con Alas Deltas. De hecho, pasé y me quedé un rato
observando esta especie de pista de despegue: el Área de Alas Deltas.
Eso es lo bueno de patear sólo,
te paras donde te da la gana y pones el ritmo que más deseas. Por el contrario,
no tienes los buenos ratos que te ofrecen tus compañeros, pero bueno… no se puede
tener todo, no?
Ahora, caminaba por un carril
donde me encontré con varios ciclistas. Parece ser un lugar bastante
frecuentado por ellos. Rodeaba al Albarracín por su falda occidental,
prácticamente lo estaba envolviendo.
Pero en lugar de acércame a él,
lo que hice fue alejarme cada vez más, aún no era mi objetivo.
El carril se me acabó y se
transformó en una difusa senda que me llevó a un vallado que, mediante una
doble cancela, pude superar y pasar al otro lado.
Había aparcado allí, un todo
terreno con el cartel de la Junta de Andalucía y, aunque no llegué a ver a su
conductor, suponía que me lo encontraría en la caseta (creo que de contra incendios
o de vigilancia) situada a doscientos metros de donde estaba, , pero estaba
completamente cerrada.
Esa era la dirección en la que
pretendía seguir, hacia el Alto del Puntal, con lo que el cerro Albarracín lo
dejé a mi espalda y, cada vez, más lejos.
El terreno era cómodo de caminar.
Senderos de cabras menos marcados pero, lo suficiente para orientarte.
Terreno tapizado de hierbas
verdes. Me entretuve en un pequeño cortijo corral, al me acerqué, hasta que,
por fin, llegué al Alto del Puntal desde donde tuve unas magníficas vistas. Entre
otras, del Higuerón en primer plano, la Sierra de la Silla y el embalse de los
Hurones.
Me acerqué hasta el mismo
extremo, que lo tiene bautizado el IGN, con el nombre de la Capellanía.
Las vistas, en general, bien
merecían tomarse unas naranjas contemplándolas aunque, el viento frío reinante
no te dejaba indiferente.
Bueno, ya tocaba buscar el
principal objetivo del día, el cerro Albarracín. Invertí el sentido de la
marcha y regresé por el mismo camino de ida. Yo con mis “neuras”!!! El camino
estaba plagado de grandes vacas y parecía que les costaba retirarse del sendero
(más bien era yo quién lo hacía) y, de nuevo, tuve que pasar ese trance
¡¡algunas eran negras, negras!¡ No me termino de acostumbrar a estos animalitos
que, una vez que te ven, no te quitan el ojo de encima, como si estuviesen a
punto de arrancarse.
Una vez ,pasé la caseta de
vigilancia, me fui despegando del camino de ida hacia mi derecha, enfilando
directamente la cordal de subida hacia el cerro. Antes me encontré con tres
lugareños, haciendo trabajos de albañilería, con los que estuve hablando un
rato.
La subida era por roca pero no era
la típica caliza de la zona. Se trataba de un estrato diferente. Eran como
margas, algo más rojizas. Me encontré con varios fósiles en esta subida.
Puse la directa y, en poco tiempo,
me encontré arriba pero me llevé un chasco. El cerro se encontraba algo más
retirado y, tan solo había subido a una pequeña antecima, con lo que tuve que
seguir caminando otro largo trayecto para acceder al cerro Albarracín.
Lo que recordaba perfectamente
del mismo era su poste geodésico inclinado, casi caído, pero para nada su
cumbre. Más bien la orografía que tenía. Hacia el oeste eran caídas pulidas y
redondeadas que terminaban en vertiginosos cortados. Estuve indagando toda esa
parte y era muy atractiva e impresionante a la vez que peligrosa.
Tras la sesión fotográfica sobre
el Albarracín, de 975 m de altitud, me bajé algo para esquivar el fuerte viento
y comer un poco.
Acto seguido me dirigí hacia el
siguiente objetivo, el cerro Ponce, de 957 m de altitud, que pronto encumbré. Pico
rocoso con un arbusto en todo lo alto.
Antes de llegar a él me percaté
de una angarilla por la que, al bajar del cerro, tiré para continuar con la
caminata.
Bajando por la falda de este
cerro, iba por un marcado sendero hasta que, de repente, o yo lo perdí o
desapareció de mi vista... el caso es que terminé bajándolo campo a través
entre jaras.
Llegué al pequeño valle,
denominado por el IGN como El Albarracinejo, atravesé el arroyo que alimentaba
al río Tavizna y, de nuevo, me dispuse a subir, en esta ocasión por la ladera
del cerro Albarracinejo, buscando senderos de cabras para mitigar al máximo el
esfuerzo.
Conseguí llegar al collado del
mismo pero, como iba sólo y es lo bueno de ello, se me antojó subir al del
extremo contrario primero y para allá me fuí terminando en lo alto. Fotos y “pabajo”
que, cada vez soplaba más el viento. Retorné al mismo punto y, esta vez, le
tocó el turno al cerro Albarracinejo, de 835 m de altitud. Después de esto, me
acerqué a otras elevaciones hasta que, harto de piquitos, emprendí la larga
bajada desde el citado collado.
Bordeaba todo la ladera Este, de
este último cerro, por un magnífico y marcado sendero que me llevó directamente
hasta la carretera, pasando previamente cerca y paralelo al área recreativa de
los Llanos del Campo, junto a un vertedero, antigua cantera y a dos pequeñas
edificaciones y una fuente abrevadero.
Tras superar una cancela por un
paso curioso, con un mallazo que basculaba sobre un eje horizontal, pisé la
carretera donde tenía mi vehículo unos 400 m más adelante, los cuales
recorrí, tranquilamente, por el arcén
mullido de ramitas cortadas por los trabajadores de mantenimiento del monte.
Cambio de calzado y, en esta
ocasión, directo a casa sin reponer sales minerales si quiera.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:
Hola JOSE LUIS, es cierto que es bastante interesante tu blog, al menos los apartados que he visto y leído.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo y, pondré en marcha cuando pueda el tema de la reforestación, de hecho, en mi casa tengo bastantes algarrobos sembrados y plantados con ese objetivo, pero que nunca me los llevo por el engorro que supone el ir cargado con ellos, ya que subimos con un gran peso en las mochilas.
Y la verdad, vacas y cabras domésticas, aparte de las salvajes, hay por todas partes donde he pateado, pero bueno, si algún árbol sale y prevalece, bienvenido sea.
Pero intentaré, aportar mi pequeño grano de arena.
Un saludo
Hola Antonio , quiero subir este sabado al Albaracin, he leido por ahi que hay que pedir permiso a los dueños de las fincas , ¿ te ocurrio esto a ti ?.
ResponderEliminarGracias , un bonito reportaje , por cierto no eres el unico al que le da yuyu las vacas y sobre todos las negras , dan que pensar , ya me tope con toro bravo en los Lavaderos de la Reina y la pasamos canuta
Hola MIGUEL CRUYFF, no tengo ni idea si hay que pedir permiso o no, he subido en tres ocasiones y no me han puesto pegas en ningún momento, es más, una de ellas me dirigí al corral que hay en la entrada del sendero, donde se encuentra la portilla que se abre desde la carretera, estuve hablando con ellos e incluso me indicaron el acceso mejor para coronar el cerro.
ResponderEliminarSupongo que propiedades privadas, serán, pero da la impresión de ser dueños sensatos y coherentes.
Espero que te vaya bien y que consigas realizar la ruta, aunque temo que calor vas a pasar.
Un saludo