Ruta realizada el día 19 de Enero de 2.014.
Fuimos Mª José y yo, Antonio, por estar con mala
climatología en otros lugares, a darnos un paseo por el campo (teníamos el
“mono”) y, ya de camino, subir al Tentudía para ir anotando los diferentes
picos más altos de cada provincia española. Alguno tiene que ser el primero,
je,je…
Procedentes de Sevilla y por la autovía de la Plata,
llegamos enseguida a Monesterio, ya de Badajoz, y por la autonómica extremeña,
hasta Calera de León. De aquí hasta Cabeza de Vaca tiramos por la comarcal que
las une, pasando por Tentudía pero sin llegar a subir a su monasterio, dejando
el cruce a la izquierda y aparcando el vehículo justo en el Puerto de los
Ciegos donde daremos inicio a nuestro trazado corto y en ocho.
Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies,
iniciamos la subida desde el citado Puerto hasta Los Bonales, primer objetivo
proyectado.
Se trataba de una subida suave, al principio por terreno
despejado y completamente lleno de hierba para, en su parte superior, atravesar
un espeso bosque de robles de muy pequeño porte pero, a la vez, muy divertido y
encantador.
Las vistas iban siendo amplias. Mayoritariamente cerros
redondeados.
Veíamos el cerro de Tentudía a nuestras espaldas, próximo
objetivo en nuestro trazado.
De vez en cuando se veía algún tipo de setas. Ésta de la
fotografía tengo entendido que es comestible aunque la pinta no indique lo
mismo. De todas formas, entiendo poco de micología, así que no os fiéis.
En la parte alta del cerro, nos topamos con un vallado
compuesto de un minúsculo murete de piedra y coronado por una alambrada que, en
algunos vanos era muy fácil de superar. Así lo hicimos para alcanzar el primero
de los Bonales, el Oriental, de 1.059 m de altitud, techo de la provincia de
Huelva (aunque, he leído en algunos artículos, que no estaba claro si
pertenecían a Badajoz). Deben estar en el límite regional e interprovincial.
Por si acaso, pisamos el segundo de los Bonales, el Occidental, de menor cota,
1.053 m de altitud, tras caminar junto a un agradable pinar.
Tras las fotografías de rigor, atestiguando nuestra
presencia en Los Bonales, iniciamos el regreso, por el mismo trazado por el que
subimos, hasta alcanzar de nuevo el coche.
A partir de aquí, tomamos por el exterior de la carretera, por
su lado izquierdo, paralela a ella. Observamos otros tipos de setas.
Anduvimos un kilómetro aproximadamente, la atravesamos y
conectamos con un carril de tierra en el que, tras abrir una gran cancela, nos
encontramos, unos metros más adelante, con varios carteles señalizadores.
Dos
de ellos indicaban en la dirección del camino. Uno ponía, Ruta del Paraje del
Moro y el otro indicaba Bajada a Rutas. Enfrente de ellos, un tercero, indicaba
la subida al Monasterio por una especie de cortafuegos en buena pendiente y
perpendicular al camino que traíamos.
En nuestra subida, tuvimos que atravesar la carretera
comarcal que sube al monasterio. Antes de llegar nos fotografiamos junto a unas
ruinas ubicadas en un mirador natural excepcional.
Ya casi sin pendiente, divisamos al fondo la edificación del
monasterio y un grupo de ovejas pastando por los alrededores.
Recorrimos todo el entorno en el que se encuentra ubicado el
monasterio, nos retratamos junto a la Cruz metálica tomándola como poste
geodésico, en los carteles informativos, en las figuras de los constructores (donde
colocábamos nuestro rostro) y en los diferentes elemento arquitectónicos del
propio monasterio.
Una vez estudiado su exterior en profundidad, nos decidimos
a pasar a su interior y, tras abonar un euro por barba (dinero destinado a su
rehabilitación), pasamos a su patio interior que estaba, además de acristalado
para no poder entrar en él e impedir la entrada de viento y frío, rodeado en
todo su perímetro por una arquería de medio punto realizada en ladrillos.
Poseía un gran pozo central y el único departamento que se
podía visitar era la capilla y sus laterales donde nos encontramos con la
capilla fúnebre, lugar de enterramiento de los Maestros Santiaguistas del siglo
XIV, Fernando Osores y Gonzálo Merias, y García Fernández, Camarero Mayor de
Enrique II.
La capilla principal tenía un retablo cerámico, situado a la
espalda de la Virgen, realizado por el ceramista y azulejero italiano, Niculoso
Pisano.
En otra sala contigua fotografiamos otro retablo cerámico
más, aunque estaba a oscuras y tuvimos que emplear el flash.
Terminamos el recorrido interior y nos fotografiamos de
nuevo junto a nuestro improvisado “poste geodésico”, atestiguando los 1.112 m de
altitud del cerro de Tentudía pisados por nuestras botas. Techo de Badajoz,
nuestro primer pico de mayor altura provincial fuera de nuestra región
andaluza.
Nada!!! Tendré que incorporarle al blog otro apartadito para
este menester!!!
Bajamos por el mismo camino de subida pero, para terminar
con algo diferente, decidimos subir a lo alto del cerro, de 1.048 m de altitud
según el IGN, por la zona de El Labrado, donde había unas antenas de
comunicaciones.
Mientras subíamos, veíamos como el viento meneaba a todos
los árboles y los zarandeaba como si no le costase trabajo alguno. Era curioso
contemplarlos. Era como un ballet de árboles.
En lo alto del cerro tuvimos dos espectadores algo
inquietos. Corrían cuando nos parábamos y se quedaban quietos cuando
caminábamos. Se trataba de unos equinos.
La bajada del cerro la hicimos por una especie de cortafuego
con una alambrada a nuestra derecha, que nos acompañó todo el tiempo, hasta que
nos topamos con otra que nos cortaba el paso pero que tenía una zona para
poderla sortear.
Ya sólo nos quedó enfilar hacia el coche al que llegamos,
casi de inmediato, regresando bastante temprano a casa. Al menos, pateamos algo
y rompimos la rutina casera.
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