Ruta realizada el día uno de
Febrero del 2015.
Fuimos Patxi, Juan José y yo,
Antonio, a realizar, de una vez por todas, un itinerario que pasara y llegase a
las ansiadas Cuevas del Oso que, en su busca, en una ruta anterior, nos calamos
hasta los huesos y solo vimos el frío que pasamos ese día.
El día nos recibió nítido,
despejado, sin viento, pero con muchísimo frío, como se puede imaginar en las
fotos que subo.
Por la carretera de Utrera, El
Coronil, Montellano, Puerto Serrano, Algodonales y Ronda, continuamos dirección
hacia San Pedro de Alcántara. Pasada la venta del Navacillo, giramos hacia la
izquierda por un carril asfaltado, al principio, hasta el camping que allí se
encuentra, entrando ya en el Parque Natural Sierra de las Nieves. Continuamos
varios kilómetros, ahora por tierra, (por el denominado “Camino de Tolox”)
dejando, tras una curva cerrada a 90º, a nuestra derecha, el cortijo de la Nava
de San Luís que sirve de alquiler de vivienda rural. El siguiente tramo viene
denominándose “Camino de Ronda” y nos llevaría al Cortijo de los Quejigales,
donde dejaríamos el vehículo. Zona de área recreativa con bancos, mesas y lugar
de barbacoas techada.
Con botas de montaña en los pies
y mochilas a la espalda, además de abrigados desde un principio con la máxima
ropa que llevábamos, iniciamos la caminata. Un corto trayecto por el propio
carril, pasando unas cadenas que cortaban el paso rodado, para desviarnos, a
nuestra derecha, por un pequeño puente de madera que salvaba el arroyo de la
Cañada del Cuerno y, caminando por el clásico sendero de la Cañada del Cuerno,
nos desviamos para volver a conectar con el carril de tierra por el que
llegamos en coche.
Ahora íbamos por el clásico
recorrido de la Cañada de las Ánimas, salvo que nuestra intención no era subir por
ella sino dejarla de lado para continuar de frente, dirección Noreste.
Los pinsapos, junto con las
laderas en las que se encontraban, eran de tonalidades grises blanquecinas por
la escarcha que los cubría. Un intenso frío reinaba en el ambiente. Era impresionante
y sobrecogedor a la vez. He estado en multitud de ocasiones por la zona, muchas
nevadas, otras soleadas y secas, en ocasiones verdes y también lluviosas, pero
nunca lo había visto de esta manera, parecía que se había implantado un frío
blanco y seco, como la película catastrofista “2015”.
Realmente, describíamos un
recorrido directo hacia el Peñón de los Enamorados y pasamos por lugares de umbría
entre enormes pinsapos. Comenzamos a ver las primeras estalactitas de hielo
junto a oquedades en los paredones verticales entremezclados con el musgo y
vegetación trepadora.
Al ir progresando, fuimos
descubriendo un atractivo peñón rocoso al que nos dirigía el sendero y, antes,
descubrimos una fuente abrevadero con aguas gélidas, donde habitaban tritones.
Aun no puedo comprender como son capaces de vivir en ese medio.
Dimos comienzo a la subida del
citado peñón por un firme rocoso plagado de zonas heladas con el consiguiente
riesgo de pegarnos un resbalón que, alguno que otro, sufrió. Alcanzado ese
objetivo nos entretuvimos un rato, ya que se trataba de un mirador natural
excepcional, aunque el viento reinante terminó echándonos del lugar.
Dejamos ese balcón y continuamos
con la subida, por un claro sendero, por la ladera Sur de un barranco situado
al Norte de nuestra posición y de la estribación en la que se encontraba el
peñón rocoso visitado.
Aquí descubrimos los primeros
arbustos de color completamente blancos. Era una imagen casi surrealista y de
pequeños neveros. En algún momento, por la belleza de ese paraje y por la
multitud de fotos que realizábamos, nos distrajimos perdiendo el sendero pero,
con el Peñón de los Enamorados en lo alto nuestra, como una eficaz referencia,
realizamos ese tramo de ladera campo a través y, aunque no fue complicado, sí
hubo que evitar mucha vegetación de pequeño porte.
Alcanzada la divisoria donde se
encontraba el Peñón, que se nos quedó a nuestra derecha, hacia el Oeste,
conectamos con la amplia senda que comunica el pueblo de Yunquera con la parte
alta de la Cañada de las Ánimas, donde se sitúa el Pozo de las Nieves, llamado
“Camino de la Sierra de las Nieves”. Camino clásico para realizar diversos
itinerarios por la zona.
Anduvimos por él un cortísimo
trayecto ya que, enseguida, tomamos dirección Sur, campo a través, con fácil y
cómodo caminar, bajando por la ladera Sur que forma el Peñón de los Enamorados
y ciñéndonos al cauce seco de un arroyo.
A media ladera nos tuvimos que
parar para fotografiarnos y contemplar una maravilla de quejigos, completamente
blancos, que hacían las delicias de nuestras cámaras fotográficas.
Casi en el fondo de la ladera, en
la vaguada, nos encontramos con un pequeño torcalito. Acto seguido cruzamos el
seco cauce de un arroyo, por un dique de piedras para frenar el ímpetu de las
aguas en las fechas lluviosas.
En esos momentos ya teníamos unas
vistas claras sobre la zona donde se ubicaba la Cueva del Oso, estaba situada
sobre una franja rocosa, culminación de la ladera que nos quedaba por ascender.
Si se miraba con atención y desde lejos, era un roto que interrumpía la cordal
pétrea y formaba un hueco. Se asemejaba en cierto punto a la Brecha de Rolando,
salvando las distancias, claro está.
Subimos decididamente nuestro
último obstáculo para dar con ella. Se trataba de la ladera que formaba el Cerro
Alto y alcanzamos la divisoria de cumbres en su parte más oriental.
Nos entretuvimos con la multitud
de carámbanos que había por todas las oquedades y abrigos existentes en esta
cuerda caliza. La recorrimos dirección hacia el Carro Alto, escudriñando todos
sus rincones y abrigos, también por su propia cordal, por arriba de ella, hasta
que dimos con la Cueva en cuestión, una pequeña oquedad con una apertura en el
techo y con todo su suelo plagados de bolas defecadas por las cabras, eso sí,
congeladas, je, je…
Comimos apoyados en la pared
contraria de la entrada de la cueva, por la cara Sur, para evitar el fuerte
viento y, de camino, tomar algo de sol para calentarnos mientras nos tomábamos
el bocadillo.
Repuestas las energías y sales
minerales continuamos por la cordal hasta alcanzar la base del citado Cerro, lo
bordeamos por el Sur (ya lo subimos en otra ruta anterior) campo a través,
hasta conectar con el clásico sendero que nos dirigiría a la subida del
Torrecilla.
De nuevo entre blancos quejigos,
hasta que alcanzamos el pozo restaurado de Nieve a la entrada de la Cañada de
las Ánimas. Comenzamos a caminar descendiendo en la parte alta, hasta que nos
salimos del sendero señalado, para dirigirnos hacia la Cañada de En medio
cruzándola transversalmente entre grandes pinsapos que formaban un denso
bosque. En esta zona existían más neveros y había mucha más nieve repartida.
Seguimos caminando, pasamos la divisoria entre cañadas y llegamos al fin a la
del Cuerno, conectando con la senda que la recorría longitudinalmente desde el
Puerto de los Pilones. Sólo nos quedó descender por esa conocida y marcada
senda para terminar en el punto donde, por la mañana, nos desviamos para
realizar la circular.
El corto trayecto que nos quedaba
por caminar era ya, por el mismo de ida, hasta llegar al coche que teníamos
aparcado en Quejigales.