jueves, 28 de julio de 2016

EXPLORACIÓN POR LOS ALREDEDORES DEL TORCAL DE CANCHA BERMEJA. SIERRA DE GRAZALEMA

Ruta realizada el día 5 de Enero del 2015.

Fuimos Juan José y yo, Antonio, a patear y sumergirnos en una zona poco frecuentada y que teníamos ganas de ver y explorar de cerca o, mejor dicho, por su interior.

Frecuentamos muchas veces esa zona que, de una forma u otra, siempre nos formulaba la misma pregunta; ¿Será factible patear por su interior?, ¿será inaccesible? Me refiero a la zona de Cancha Bermeja y esos torcales preciosos que se observan desde varios puntos pero que poca gente se atreve a hacer. Les llama la atención o simplemente lo tienen como telón de fondo pero no se cuestionan nada más.

Nosotros, siempre de espíritu inquieto y con ansias de descubrir y explorar desde tiempos inmemoriales, estamos supeditados a ello, así que tuvimos que plantear esta bonita ruta para caminar por lugares poco frecuentados, ya que decir vírgenes, hoy en día, es como descubrir una pepita de oro por un camino. Siempre hay alguno que estuvo antes que tú. Pero, qué más da, para ti es la primera vez y el gorro de aventurero lo llevas ese día durante toda la jornada.

El comienzo de la ruta es el mismo que para otros que anteriormente he subido al blog: el recorrido por Campobuche y el de los Lajares y Zurraque. Parece que le he cogido cariño a este acceso, je, je..

En esta ocasión introduje el vehículo hasta el inicio de nuestro recorrido, pasando el puente sobre el río Guadares o Campobuche, y dejándolo en la misma “esquina” del Patalagana Norte, donde comencé mi subida por todo ese macizo, justamente en el encuentro de tres vías: El Cordel del Pozo de los Álamos, Bueyes de Ronda y Cañada de las Diez Pilas.

Aparcamos y nos bajamos con un gélido tiempo que nos aguardaba manteniendo la capa superficial del arroyo de los Álamos aún congelada. Para mí, la mejor fecha para la realización de esta actividad.



Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, dimos comienzo a nuestra alentadora aventura realizando el mismo recorrido que cuando exploré en solitario todo este macizo pero en sentido opuesto, es decir, recorriendo en principio lo que para mí, en su momento, fue la terminación de aquel aprovechado día.

Por la Cañada de Bueyes de Ronda nos dirigimos hacia la Casa de Patalagana, dejando toda la ladera caliza Noroeste de los Patalaganas a nuestra izquierda.

Nos ladraron algunos perros y pasamos junto a unas gallinas y unos imponentes gallos. Dejamos atrás la vivienda (cruzando, a continuación, el seco cauce del arroyo en este tramo  por un pequeño puente), y tomamos un sendero que, entre alcornocales y encinas, nos llevó a un vallado que, mediante portilla de entrada y luego de salida (por donde discurría el arroyo de las Adelfas, tributario del de los Álamos), nos dejó en el punto donde me quedé más de un cuarto de hora inmovilizado por una vaca sedienta en mi anterior ruta, como ya comenté.

La senda comenzó a subir y tomar pendiente adentrándose en el macizo calizo, recibiéndonos con preciosos muros y relieves con forma de torcalitos y árboles ubicados en lugares inverosímiles. Se trataba de la antesala de lo que nos esperaba.



Dejando a nuestra izquierda el cerro Tinajo, con esas placas inclinadas tan características, nos dirigimos directamente a nuestro primer objetivo del día, campo a través, como buenos exploradores, hacia el cerro de la Breña, situado prácticamente al Sur del Tinajo y subido en varias ocasiones.



Al principio, alternando rocas calizas, tierra, vegetación y árboles y, al final, en su coronación, por pura caliza formada por grandísimos y verticales bloques.





Aunque indagamos algunas opciones, no conseguimos encontrar alguna entrada o canal para llegar a su cumbre que se encontraba diez metros por encima de nuestras cabezas, pero nos conformamos con haber pisado su entorno ya que lo que nos llamaba poderosamente la atención era el torcal de Cancha Bermeja y tampoco pretendíamos perder demasiado tiempo aquí.

Era curioso, y por supuesto una nueva zona de exploración, la multitud de elevaciones tipo “Tinajos”, situadas en la zona conocida como El Búho, al Sur de la Breña, anotadas para otras incursiones. 


Nosotros tomamos dirección Sureste, entre las laderas que formaban el Zurraque y la zona de Cabeza del Caballo, donde dimos buena cuenta de varios piquitos antes de iniciar nuestro principal objetivo.

Al ver de lejos, dejándolo atrás, el cerro de la Breña, me dio apariencia a los transportes acorazados Todo Terreno (AT-AT). Los Caminantes Imperiales de la Guerra de las Galaxias. Nos os parecen?? Claro, sin las patas.



Progresamos dirección Sur, campo a través, buscando los mejores y más cómodos pasos y alzándonos de una elevación a otra. Cuando alcanzamos la elevación situada al Oeste del cortijo de Mojón Alto, todo el torcal quedaba situado, a su vez, al Oeste, pero preferimos visitar un muro cornisa, por llamarle de laguna forma, que cerraba la línea de cumbres que veníamos realizando y que, además, nos llamaba poderosamente la atención por la forma especial y curiosa que tenía.











Allá que nos encaramamos recorriéndola longitudinalmente y fotografiándonos en todos sus rincones.



















Nos tomamos un descanso, reponiendo algo de energías, con todo el torcal frente a nosotros, aparentemente inexpugnable, sin fisuras, como un enorme prisma sin puertas ni entradas.



Estudiamos la posibilidad de intentar conseguir su máxima cota. Además de por conseguirla, también nos daría la opción de ser un buen lugar de oteo y un buen mirador natural, así que decidimos un rumbo y para esa dirección tomamos.

Llegamos a su base de inmensas paredes verticales con fisuras horizontales formadas por esas acumulaciones tipo “galletas”, típicas de los Torcales. Impresionantes.

Buscamos su acceso y conseguimos una plataforma intermedia que ya daba respeto. Se alzaba respecto al terreno colindante, unos 25 m.  cortado a pico por uno de sus laterales.






Aun nos quedó afrontar el siguiente obstáculo, otros paredones con canales muy verticales. Observándolas, nos inclinamos por una donde preveíamos buenos agarres. No nos equivocamos y, en un corto esfuerzo, nos vimos en lo alto de ellas.










Como en todos los torcales, siempre te encuentras sorpresas. Prácticamente en la parte más alta, nos mostró un lugar idílico para montar una pequeña tienda de campaña y pasar una noche bajo las estrellas en un lugar cómodo y protegido de cualquier observatorio, como camuflado.



Sólo nos quedó vencer algunas rocas más, hasta coronar la cumbre de este macizado torcal que nos hizo ver, hacia el Sur, sus impresionantes verticales cortadas a pico de unos 30 a 40 m. de altura.

Desde este punto y sus alrededores, estuvimos observando y bicheando entre algunos pasillos, logrando tener claro que era posible adentrarse en sus entrañas; eso sí, por contados pasos, no desde cualquier punto. No se trataba de un torcal amable, sino que había que estudiar previamente por donde acceder a los diferentes niveles, con reducidas entradas y, por supuesto, salidas. Grandes desniveles entre las diferentes plataformas que lo componían y con grietas importantes a tener en cuenta.






Valoramos la posibilidad de adentrarnos en este macizo rectangular pero sabíamos que eso nos iba a suponer mucho tiempo y, al menos, la idea de cómo es aquello y que posibilidades tenía, ya nos la habíamos hecho para una posible ruta posterior.

Preferimos ir regresando ya que teníamos planteado realizar una larga circular y, en estas fechas, las horas de luz escaseaban. Bajamos con cuidado todo lo que ascendimos y tiramos dirección Norte, bordeando la cara Este de ese torcal prismático, cuando encontramos algo que parecía otra posible entrada a su interior y que no pudimos resistir la tentación de explorar aunque fuese de forma rápida y sutil, pero lo cierto es que encontramos otra entrada más cómoda a su interior o, al menos, a parte de él.






Continuamos con la dirección anterior buscando un sendero no muy marcado que localizamos a la ida, y que nos hizo cambiar la dirección unos 90º hacia el Este cruzando perpendicularmente la trayectoria de la ida, dirección hacia El Cabrizal. Pasando entre dos de las últimas elevaciones ascendidas, alcanzamos unos apriscos y el sendero volvió a cambiar 90º su dirección, en esta ocasión Norte, para poco a poco ir acomodándose al contorno macizo donde se encontraba el cerro Zurraque y los Lajares.

Más o menos, creo recordar que el sendero era suficientemente claro y marcado pero que nos llevó longitudinalmente junto a un vallado que, en su inicio, podríamos haber  dejado a un lado u otro. Elegimos la opción de dejarlo a nuestra derecha, según el sentido de marcha, con lo que caminábamos entre el vallado y toda la ladera del macizo del Zurraque y los Lajares a nuestra izquierda.







Pasamos el cortijo del Zurraque y todo su magnífico llano donde sobresalían aislados quejigos preciosos. A la altura de un aprisco realizado aprovechando unas paredes lisas verticales, cuando al Este nos encontrábamos con los Frailecillos (por cierto, otra zona a explorar en profundidad), tuvimos que saltar el vallado lateral que tanto tiempo nos acompañó (por un saltavallas providencial que encontramos), para dejar, en esta ocasión, el límite a nuestra derecha.





Ya sólo nos quedó unirnos al camino que, procedente del cortijo del Cabrizal, nos ponía en contacto con nuestro vehículo.


Cambio de calzado y disparados, como cohetes, a reponer sales minerales y dosis energéticas perdidas en nuestro bar favorito de Montellano, El Bar Rural.

 DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:





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