martes, 22 de septiembre de 2015

Circular por la Sierra de Crestellina. Subida a la Sierra de Casares y Cerro la Chapa

Ruta realizada el día 11 del mes de Octubre del 2014.

Fuimos Mª José y yo, Antonio.

Tenía ganas de explorar y conocer otras sierras, así que cogí el IGN y, a una escala adecuada, comencé a escudriñar todas y cada una de las elevaciones a un radio, no excesivamente lejano, de nuestra residencia.

Me llamó fuertemente la atención la zona de Casares, con la Sierra de Crestellina y también la Sierra de la Utrera. La primera, la tenía en mi cartera de próximas salidas desde hace bastante tiempo; la segunda, la localicé en ese mismo instante.

Así que, sin pensarlo mucho, me puse a trabajar sobre Sierra Crestellina como objetivo de la ruta. 

Estudiándola a fondo me percaté de que poseía dos picos, uno en cada extremo de la cordal, sin embargo no logré conseguir ningún track que los uniese, bien por alguna dificultad física o por algún vallado difícil de superar u otra opción que, en ese momento, no me planteé.

Recopilé varios tracks de orientación y me propuse realizar una circular que uniese ambos picos (todo ello bajo plano y con la incertidumbre de poderlo llevar a cabo) y si no, acceder a ambas elevaciones de forma individual. Ya que el viaje de desplazamiento iba a ser largo, había que aprovechar al máximo las opciones.

Dicho y hecho, partimos temprano desde Sevilla y, por la nacional, llegamos a Jerez, no sin antes haber parado en el Cuervo, para pegarnos un suculento desayuno. Luego, por la autovía del Toro, llegamos a Manilva, desde donde tomamos hacia Casares por una comarcal que tenía algunos que otros hundimientos en el firme que podrían ocasionar el dejar los bajos del coche por el camino.

Por cierto, el último tramo de la autovía hacia Manilva fue por autovía de peaje por valor de 1 € que, aunque cuesta trabajo apreciar cuando se convierte en peaje y cuando no, si puedo decir que bien merece ese euro. A la vuelta no la tomé, y se hizo muy pesada y lenta.

Dejamos el coche en la propia carretera de subida al pueblo, en un ensanche, justo antes de donde partía un camino de tierra que discurría paralelo a la sierra, a la vez que al arroyo del Albarrán pero a mayor cota, que terminaba en la Casa Cuartel y pasaba junto a la Majada de Madrid.


Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, caminamos por el acerado longitudinal a la carretera, unos 750m en sentido inverso al que recorrimos en coche. Recorrida esta longitud nos desviamos a nuestra derecha por un carril de tierra aunque creo recordar que la conexión con la carretera era hormigonada por poseer una fuerte pendiente.

Justo antes de donde la carretera salva al arroyo del Albarrán y donde se encuentra el molino del mismo nombre.

Caminamos un corto trayecto por el carril, una vez atravesado el cauce del arroyo. El camino daba la impresión que se dirigía a la puerta de una finca que, mediante carteles, nos anunciaba “propiedad privada, prohibido pasar” pero, si estamos atentos, en la parte opuesta, parece como si el camino siguiera en esa dirección y hay que tomar el senderillo que, mediante un hito de piedras, está señalizado y nace en un lateral.

A partir de este momento, el sendero queda perfectamente marcado y claro, sin lugar a pérdida alguna. Un trazado que nos mete principalmente en un pinar, aunque también mezclados con arbustos, encinas e incluso olivos.


Fuimos tomando altura rápidamente y, entre los claros de la vegetación, se observaba el pueblo de Casares, en una bella estampa con su iglesia y castillo en lo alto del cerro, destacándose del resto de viviendas.


Alcanzamos una edificación con un amplio soportal, mesas y bancos de madera y una barbacoa de obra. Se trataba del refugio Sierra Crestellina que pasamos, dejándolo a nuestra derecha, y proseguimos con la ascensión.






Dimos con un cartel metálico informativo que nos indicaba el nombre del sendero, “Sendero Crestellina Natural”, y la dirección hacia el Mirador.


Alcanzamos el collado denominado, según otro tablero muy quemado por el sol, Mirador del Buitre.




El sendero se dirigía hacia un peñón rocoso situado al Sur. Al llegar a él, se trataba de un recinto limitado por un bajo muro de piedra, con dos carteles de similares características al anterior, donde se indicaba el nombre de dos miradores diferentes. Uno, el Mirador del Castillón, que daba vistas hacia Casares y Estepona y otro, situado en el mismo recinto, Mirador de la Cosalba, con vistas hacia el otro lado, hacia el río Genal.






Allí nos tomamos unas frutas y yo proseguí por la cresta, hasta llegar a su extremo, por tener una visión completa y a 360º de la zona. A lo lejos se veía el fantástico torcal de la Utrera, posible ruta a realizar.



Disponía de un track que partía desde el Mirador del Buitre para subir a la primera cumbre pero, llegó un momento que llegué a pensar que se trataba del itinerario de uno de esos que son auténticas cabras sin miedo a la maleza y que se meten por cualquier lado ya que, al comienzo de la ascensión, probé por varias entradas y todas quedaban taponadas por lo espeso de la vegetación.

Nos armamos de valor y, buscando los mejores pasos, iniciamos esta subida, al principio, pinchándonos por todas partes pero, poco a poco, entre senderos de cabras, fuimos caminando y comprobando que se marchaba por un sendero relativamente marcado.




A medida que tomábamos altura, el sendero iba siendo más claro y definido y la vegetación permitía mejor el paso entre ella.

Entre matorral bajo y palmitos, fuimos ascendiendo progresivamente, ya, por claro sendero indicado mediante hitos de piedra. Las vistas sobre Casares, magníficas. La sierra Bermeja, próxima y majestuosa.



A la vez que nos íbamos acercando a la parte cimera nos fuimos encontrando con diferentes miradores naturales, cada cual más atrayente. Pequeñas formaciones rocosas que, entre ellas, te dejaban asomarte para mostrar las amplias vistas que desde aquí teníamos.












Por fin, llegamos al poste geodésico del Sierra de Casares. Curiosamente estaba roto por la mitad mientras, al lado, había otro tirado y completamente entero pero con apariencia de más antiguo.






Gozamos de las espléndidas y amplias vistas desde este perfecto mirador. Se observaba una amplia línea costera aunque la bruma o calima no nos permitió tener una visión limpia y profunda.

Nos tomamos unas frutas, nos fotografiamos con todos los fondos posibles, descansamos un rato y, tras debatirlo, nos decidimos a intentar caminar por la línea de cumbres hasta llegar a la elevación opuesta en la cordal teniendo, en todo momento, claro que nos daríamos la vuelta si algún obstáculo nos interrumpiera la progresión.


Comenzamos bajando entre grandes bloques calizos pero, a medida que buscabas de forma intuitiva los mejores pasos, nos íbamos dando cuenta que existía un ténue, al principio, senderillo que, a medida que fuimos avanzando por la cordal, nos dimos cuenta que se transformaba en un sendero claro y definido.







Fue una sorpresa mayúscula, pues no contábamos con ello. Es más, nos hizo pensar que se podía caminar perfectamente por esta zona por donde llevaba un trazado hecho sobre el mapa. Las esperanzas de poder llevar a cabo la circular eran bastante mayores que al principio.

Se trataba de una cordal muy agradecida, con vistas a ambos lados y sin grandes obstáculos cercanos. Disponíamos de unas profundas vistas a pesar de no tratarse de una altura considerable, más bien modesta.

Poco a poco, progresábamos por la cordal contemplando multitud de formas caprichosas de las rocas, balcones formidables y con la alegría añadida de ir por un sendero que no contábamos. Gracias a él, creo que podría decir que se podía completar la circular pues, con la ausencia de éste, dudo mucho que se pudiera caminar por la cordal ya que la vegetación seguía muy tupida y apelmazada rodeando las rocas salpicadas que nos íbamos encontrando en nuestro avance.



Nos aproximábamos a otro track, que tenía cargado, que venía aproximándose a nosotros desde el pico al que íbamos pero que se daba la vuelta, de nuevo, por sus propios pasos y eso me preocupaba algo.

¿Qué será lo que encontraremos en el punto donde ese senderista se da la vuelta?










No tardamos mucho en llegar a dicha localización. Se trataba de un corte a pico de la roca de unos 4 a 5 m que, aunque era evitable por los laterales, había que perder un buen tiempo en retroceder y buscar el mejor camino y hartarse de recibir pinchazos entre las plantas pero, observándolo más detenidamente, comprobé que podría ser flanqueado con precaución. Yo baje primero y, después, indique y ayudé, a Mª José, a pasarlo.










Pasado este escollo, el resto del itinerario seguía con las características similares a las que llevábamos. No había balcón que dejáramos pasar para otear desde ellos. Lo recorrimos con todo detalle.

Cuando nos fuimos aproximando a la cumbre del pico de la Chapa, la vegetación fue desapareciendo y las rocas ocupando su lugar. Se convirtió en una zona algo laberíntica en la que teníamos que buscar los mejores pasos para seguir avanzando.








Tras subir y bajar bastantes piedras, logramos alcanzar la segunda cumbre, pico la Chapa. En esta ocasión, en lugar de poste geodésico, un cúmulo de rocas apiladas.

Las vistas extraordinarias, muy amplias, sin obstáculos. Fotos a punta pala.



Allí llegaron otros tres senderistas y, curiosamente, el que llegó en primer lugar, directamente al verme, me dijo: “tú eres guirro, en Wikiloc”,..ya es que uno no se puede pasear sólo por el campo sin ser reconocido… Va, es broma. La verdad es que el potencial de la red te da mucho que pensar. Para lo bueno y para lo malo.

Se trataba de tres sevillanos muy enrollados y agradables a los que les gustaba el campo tanto como a nosotros y, por lo visto, alguna que otra rutilla se la descargarían de mis trazados. Por cierto, en el corto pero intenso intercambio de información que tuvimos en la cumbre, ya que soplaba un viento fuerte y desagradable, me comentaron que venían de haber realizado un recorrido por el Torcal de la Utrera y la subida a este pico era el postre de la jornada.


Bajamos todos a la vez del pico pero, nosotros, nos entretuvimos algo más sobre la propia cordal ya que, ésta, poseía una especie de hombro alargado que quise recorrer antes de abandonar la zona.



En ella estaba situada una especie de casetilla pequeña, con dos baterías reventadas y abandonadas, además de una pequeña estructura de acero, como delgada torre, tirada en el suelo. Se trataría de una especie de antena abandonada y deteriorada con el paso de los años.


Me acerqué a su extremo, donde se percibía como caía esta dorsal en altitud pero, a una cota menor, aún se alargaba bastante.

Al mirar hacia atrás, hacia el pico anterior, se observaba cómo, el pico Chapa,  formaba como un tetón rocoso que se levantaba sobre el tramo de dorsal donde yo estaba.


Invertí mi recorrido y comencé a bajar por donde, el resto de los compañeros de cumbre, lo realizaron anteriormente. Fuimos bajando la ladera Este del cerro de las Chapas por un claro sendero, bien marcado al principio, entre rocas calizas que, poco a poco, dejaron sitio a la tierra,  hierbas y matas.



Se fue suavizando la pendiente y, entre pinos y espinos albares, caminamos.


Llegamos a la conexión con un amplio carril de tierra donde teníamos dos posibilidades de continuación, derecha o izquierda. Ámbas, sino me equivoco, tenían salida común pero describiendo circulares diferentes. Preferimos la alternativa de la derecha que recorría la ladera de la sierra a una altura mayor, paralela a toda la cordal realizada.


Ya relajados, caminando cómodamente por este carril y metidos dentro de un denso pinar, íbamos charlando y disfrutando del precioso día y ruta realizada, y de haber conseguido con éxito el proyecto planeado.


De camino, gozamos de las espléndidas paredes verticales que nos ofrecían los tajos bajo los que pasábamos, hogares de muchos buitres que planeaban sobre nuestras cabezas. También tuvimos unas preciosas vistas sobre el pueblo de Casares y tuvimos la suerte de contemplar a cabras domésticas, sobre diferentes riscos rocosos, “haciendo el cabra”.




Este carril nos llevó justamente al cartel donde nos indicaba “Sendero Crestellina Natural”, que vimos por la mañana, cerrando de esta manera la circular. El resto del itinerario fue por el mismo trayecto que realizamos a la ida, por la mañana.





Una vez en el coche, tras el cambio de calzado y algunas prendas, iniciamos el regreso hacia Sevilla de un tirón.

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:





 Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace: