Ruta realizada el día 8 de Marzo
de 2.014
Fuimos Pepa, Concha, Rodrigo,
Maxi, Patxi, Juan José y yo, Antonio.
Día despejado, sol pleno y buena
temperatura, aunque demasiado viento. Todo no se puede tener a la vez, no??
Llegamos desde la autovía de
Málaga y nos desviamos hacia Antequera. Tomamos dirección al Torcal, pasamos el
cruce que nos subiría al Centro de Visitantes y seguimos por la carretera que
nos llevaría a Villanueva de la Concepción parando en un aparcamiento, próximo
al cruce anterior, y que, en el IGN, está marcado como Venta del Rosario.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos nuestro nuevo proyecto caminando desde la
parte inferior del Torcal hacia el Centro de Visitantes.
El inicio lo hicimos junto a la
carretera para despegarnos, paulatinamente y en suave ascenso, bordeando un
inmenso cortijo-corral y casi tocando la carretera que sube al citado Centro.
Conectamos con un corto carril
que unía esta carretera con una antigua mina o cantera abandonada. Se veían
algunas edificaciones parcialmente derruidas que guardaban relación con la
actividad minera.
Dejadas atrás, el camino se
convirtió en sendero y fuimos en continua ascensión. Pasamos junto a un amplio
y bien construido aprisco y fuimos tomando altitud teniendo perfectas vistas
sobre la carretera de subida al Torcal, que nos acompañaba algo paralela a
nosotros.
Cuando mirábamos hacia atrás, se
observaban perfectamente las antenas que hay en el Camorro de los Monteses, así
como gran parte del trayecto realizado.
Delante nuestra, se comenzaba a
divisar una formación pétrea la mar de curiosa, un enorme bloque de piedra con
otro dadito encima de él, torcido y guardando el equilibrio. Parece mentira las
formas inverosímiles que existen repartidas por todo el Torcal. Por ello,
evidentemente, lo de su fama mundial.
Tuvimos que subir por una especie
de chimenea que ascendía entre la gran mole de piedra y toda la plataforma del
Torcal a nuestra derecha. Una vez en lo alto, decidimos fotografiarnos sobre
esta estructura de piedra tan espectacular.
Tras la sesión fotográfica, continuamos
un trayecto de subida hasta alcanzar completamente la superficie de esta
inmensa plataforma que es todo el Torcal de Antequera.
Situados sobre un marcado
sendero, nos dirigimos hacia el monumento natural del Tornillo, que cada vez
veo más deteriorado. Una pena que las personas seamos tan burros y no sepamos
respetar estas formaciones creadas a base de miles de años.
Fotografiados en el tornillo,
investigamos algo por la zona y nos asomamos a un mirador natural donde
encontramos unos curioso huecos en lo alto de las rocas, como si de abrevaderos
naturales se tratasen.
Desde este punto nos trasladamos
hacia el centro de visitantes, dejándolo a nuestra derecha. Caminamos unos
metros por lo que se llama ruta roja-amarilla pero la dejamos para subirnos a
los contornos.
Situados en el mismísimo borde
sobre unas plataformas planas, tipo balcones, con unas extraordinarias vistas,
nos pusimos el “gorro de exploradores” e iniciamos una búsqueda exhaustiva de
todas la huellas de los fósiles que por aquí abundan.
Era como un concurso de ver quién
del grupo encontraba más. Con este entretenimiento estuvimos un rato hasta que
avistados todos los de la zona continuamos con nuestro itinerario.
Descendimos y conectamos con el
sendero oficial que parecía una feria por la multitud de personas que nos
íbamos encontrando. A veces teníamos que esperar a que pasaran todos para
poder continuar. Para más inri,
caminábamos dirección contraria a las flechas que, de vez en cuando, marcaban
la ruta a seguir y siempre saltaba alguna voz diciendo “vais en dirección
contraria”. Pero, ¿desde cuando existen sentidos en los itinerarios por el
campo??? Pregunto!!
Va, es una broma ¡!
Continuamos encontrándonos formas
de las más caprichosas. Entre ellas el “Camello”, columnas inclinadas.
Nos introducimos por el paso estrecho
y salimos a una dolina donde, por fin, nos perdimos de los “domingueros” (sin
intención peyorativa), y comenzamos a disfrutar de verdad de este entorno
mágico, denominado Torcal de Antequera.
Tomamos dirección hacia la Sierra
de Chimenea, siempre rodeados de torretas pétreas, cada una creada por un
artista diferente. Nos topamos con otra figura pétrea que bautizamos como el
“gran Pollito”.
Veíamos terminaciones rocosas
casi imposibles. El equilibrio en su máxima expresión.
Cuando llegamos a un ancho
pasillo se dejó ver, al fondo, la sierra de Chimenea, sobre todo su parte más
occidental.
Aún tuvimos la suerte de
contemplar algunas formas particulares como la que bautizamos como el “dedo”,
con sus falanges y todo.
Parece que no se acababa nunca de
recorrer el Torcal. Detrás de rellanos rodeados de torres de piedras te
aparecían otras de similares características. De torres aisladas se pasaba a
paredones completos coronados casi como almenas de castillos.
Si mirabas a los lados,
observabas que se prolongaba por todas partes esta vasta extensión de piedras.
Es lógico que uno se pueda perder perfectamente por aquí si no viene con los
medios necesarios.
Capté la luna entre torres de
piedras y la inmortalicé con una bonita foto, al menos, eso me pareció a mí.
Llanos verdes de hierbas
contrastaban con torres y bloques grises de rocas calizas. También observamos
como la propia naturaleza luchaba contra los elementos, una planta trepadora,
atrapada por la roca, huecos y puentes de piedras por multitud de sitios.
Bautizamos otra forma, el
“Orangután”.
Por fin salimos del amasijo de
rocas para encontrarnos con un paisaje totalmente diferente y mucho más
despejado de rocas, aunque con el omnipresente vallado de todos los campos y de todas la sierras, por desgracia.
La superamos por puntos de fácil
acceso y sin deteriorarla. Había una portilla, pero cerrada con candado
incluido.
Continuamos dirección al camino
denominado “Cordel de Antequera”, pasamos próximos al Caserón de Majada Larga y
conectamos tras superar otra valla con el citado carril.
Ya por él, dirección al Puerto de
la Escaleruela, pasamos dos cancelas y, al lado del Cortijo de los Navazos,
casi a la altura del puerto y del final de la cordal del Camorro Alto, nos
salimos para internarnos de nuevo en el mar de rocas.
Tomamos un marcado sendero que se
introducía en el Torcal pero, antes, buscamos un refugio del aire para tomarnos
los bocatas y frutas entre otros entrantes.
Caminábamos por una plataforma
intermedia entre el Alto Torcal y el Torcal Bajo. A nuestra derecha
contemplábamos las grandes paredes verticales estratificadas que delimitaban el
torcal Alto.
Las vistas hacia el Norte, no
tenían ningún tipo de barrera y era amplias y profundas. Se observaba en primer
término, el Indio de Antequera y, más lejanas, la sierra de Rute y las
Subbéticas.
De nuevo, ante nosotros, se
presentaban las formaciones más típicas del lugar, los “molletes” apilados unos
encima de otros. Curiosas planchas de bellas formas.
Nos encontramos con otras huellas
de fósiles y recorrimos rincones de extrema belleza siempre rodeados de rocas
estratificadas, algunas en forma de mesas redondas.
Encontramos un refugio cuyo
nombre estaba labrado en una roca cercana, del año 1978, y disponía, al lado,
de una especie de dolmen circular pero muy bajito. Ignoro su utilidad. También
contaba con una pileta labrada en su interior y otra en su exterior. La
inscripción ponía “Juan Conva…”, no logré entenderlo completo.
Decidimos subir a la parte alta y
contemplar el “Sombrero” o “Champiñón” de cerca, con lo que tuvimos que salvar
un desnivel de 150 m en un corto trayecto además de caminar sobre un extenso
canchal de piedras sueltas. Nos pusimos en marcha y, en poco tiempo, estuvimos
arriba, no sin un fuerte esfuerzo por nuestra parte. La llegada a la piedra en
cuestión fue por un lapiaz que tuvimos que sortear de la mejor manera posible.
Una vez en la emblemática piedra,
fotos a mogollón haciendo, más de uno, las clásicas tonterías que a todos se
nos ocurren con un pedrusco similar. Aquí también dimos con huellas de
amonites.
Continuamos con la subida, pero
ya muy suave porque, prácticamente, estábamos arriba. Exploramos por la zona,
nos metimos entre las piedras y descubrimos otra amplia zona de auténticas
torres de “molletes de Antequera”. Algunas de ellas se habían volcado y daban
un aspecto muy singular a este entorno.
Poyaquestabamosaquí, fuimos como
las cabras, de roca en roca, hasta terminar en lo alto de todo el Torcal, el
Camorro de las Siete Mesas, con un poste metálico oxidado como poste geodésico.
Tras las fotos, descendimos para
ir buscando el regreso e ir cerrando la amplia circular.
Nos acercamos para ver el coqueto
y reformado refugio-abrigo de Juan Ramos.
Fósiles de amonites de nuevo y, en la lejanía, sobre los riscos, por fin, dimos
con las cabras montesas que hasta ahora no habíamos hallado.
Ya de regreso, y sobre el marcado
sendero oficial, nos tropezamos con sima Rasca, que años atrás realicé en
mis tiempos de espeleólogo, incluso intenté localizar la ubicación de, al menos,
dos simas más que sabíamos que estaban por allí pero no dimos con ellas, la
sima Azul y la Mujer.
Con la luz del sol ya muy baja en
el horizonte, fotografiamos otros tornillos algo alejados y, haciendo gala del
zoom de la cámara, con resultados francamente buenos.
Dejamos a nuestra derecha el
Centro de Visitantes, algo abajo y alejado de nosotros, y continuamos hasta
conectar con la carretera de subida, que atravesamos para terminar sobre el
sendero que nos sirvió de acceso por la mañana.
En esta ocasión no lo soltamos en
ningún instante hasta que nos llevó directamente a la carretera de subida al
Torcal y, de ella, hasta los coches.
Prácticamente llegamos sin luz
ninguna y completamos un magnífico día de campo reponiendo las sales minerales
en Tomares.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
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