jueves, 20 de febrero de 2014

Subida circular al pico Cascajares

Ruta realizada el día 9 de Diciembre de 2013.

Fuimos Guillermo y yo, Antonio.

Procedentes de Ronda por la carretera que la une con San Pedro de Alcántara, pasado el desvío hacia Igualeja, tomamos la entrada al Parque Natural de la Sierra de las Nieves, al principio asfaltado y luego de tierra, que sube hasta Quejigales.

Pasamos el camping situado en la zona de la Hoya del Navacillo y la entrada hacia el cortijo de las Carboneras y, donde el camino de Quejigales se bifurca en dos (cuando cruza el arroyo de la Fuenfría), dejamos a nuestra izquierda el que se dirige a la Nava y sube al refugio de Quejigales (Camino de Tolox) y tomamos el ramal derecho (Camino de Marbella), que prácticamente nos lleva paralelos todo el tiempo al citado arroyo.

Aparcamos justamente al lado de las ruinas del descansadero-abrevadero de la Fuenfría, cerca se halla el cortijo de la Fuenfría, vigilado por dos grandes mastines, que seguro, repelen a cualquier visitante de lo ajeno.


Pillamos un día muy nublado, con niebla baja y bastante viento, pero eso no nos impidió realizar nuestra ruta proyectada.

Es la segunda vez que iba a subir al Cascajares, de 1416 m de altitud, aunque intuía que, en esta ocasión, íbamos a ver poco o nada. Y así sucedió.

Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, iniciamos nuestra corta y rápida ruta.

Tomamos por el carril que nos conduciría hacia el puerto del Robledal. Es una zona minera con varias minas abandonadas y una gran cantera en activo (cantera Villagrande) para la obtención de áridos.


Con subida constante, y no excesiva, fuimos cogiendo altura. Las laderas estaban tapizadas de helechos, la mayoría secos.


Se veían balsas, supongo de la actividad minera o igual como medidas contraincendios.


Nos pasamos y buscamos algunos minerales en la mina del Robledal, que prácticamente pasamos junto a ella. La verdad es que no tengo claro qué tipo de mineral existe en esta zona pero vi varias piedras con láminas amarillentas muy diferentes al material de las rocas sobre las que se encontraban, como de textura de plástico.


Seguimos con nuestra subida y las vistas hacia atrás hacía presagiar lo que más tarde nos ocurrió, que la niebla nos engulló.


El camino era cortado por senderos que lo trochaban y así, poco a poco, conseguimos llegar al puerto del Robledal, donde la niebla era la dueña.




Continuamos con la ascensión, de nuevo por un carril empedrado menos claro, que nos llevó hasta la misma base del pico. Sólo nos restó subir su ladera, entre rocas calizas y firme de tierra entre ellas, y en poco tiempo estuvimos en su cumbre.




Realmente, sólo nos sirvió para atestiguar haberlo pisado y haber estado allí porque, lo que son vistas, ninguna.

Recorrimos algo su cumbre alargada y divisamos una sima relativamente cerca al poste geodésico. Tiramos varias piedras para comprobar su profundidad y nos sorprendió que se escuchara rebotar las piedras durante un tiempo mientras descendían por su interior.


A veces, entre pequeños huecos, se dejaba ver la gran cantera situada por los Hoyos del Naranjal, aunque fueron contados los momentos. Viendo que la situación no tenía pinta de mejorar, tras esperar un buen rato en su cumbre, decidimos emprender la vuelta.

Descendimos de nuevo al puerto del Robledal por el mismo camino de subida pero yendo por la propia cresta, empeño que nos propusimos sin mucho sentido ya que las vistas eran prácticamente nulas y la roca bastante resbaladiza al encontrarse totalmente mojada.

Alcanzado el puerto, continuamos por la cordal para realizar un trazado circular.

Nos tocó en esta ocasión subir de nuevo a un primer promontorio rocoso con bastante tensión en cada paso, ya que patinábamos fácilmente.



Pasamos por un pinar con formas retorcidas y curiosas que nos dio bastante juego como entretenimiento y para podernos fotografiar.






Cuando fuimos a enfrentarnos con la subida del Peñón del Robledal de 1379 m de altitud, curiosamente la roca caliza desapareció y vino en su lugar otra de tono marrón oscuro, un cambio radical y llamativo.

Había que tener aún más cuidado pues era más resbaladiza que la caliza.




Superada esta última elevación, ya sólo nos quedaba un largo descenso hacia el coche.

Primeramente nos metimos por terreno de matorral bajo mezclado con pinos, aunque dispersos, que permitía un caminar cómodo. Así fuimos siguiendo un sendero relativamente marcado que nos condujo directamente al puerto de los Realejos, donde se encontraban 2 camiones y maquinaria que estaban utilizando para despejar cortafuegos y limpieza y mantenimiento del bosque.






Nos entretuvimos un buen rato observándolos. A un camión trituradora, que ponía los pelos de punta, no había tronco que se le resistiera, de hecho, existía un gran montón de madera triturada, además de multitud de troncos apilados. Por otro lado, el otro vehículo se trataba de una grúa portaba y movía troncos de un lugar para otro. Parecía endeble, pero tuve la suerte de verla funcionar unos días antes que estuve por aquí y, los grandes troncos de los pinos los manejaba como si se tratara de palillos de dientes.







Desde el puerto de los Realejos tomamos un carril relativamente ancho aunque algo, enfangado, que nos llevó paralelos al arroyo del Realejo y que nos dejó en el descansadero-abrevadero de Aguafría, donde teníamos el coche.

A lo largo de este camino existían muchas pequeñas edificaciones. Se trataba de aljibes, algunos cerrados y otros que se podían ver por dentro, que transportaban el agua de unos a otros hasta hacerla llegar a los lugares que se necesitasen. Supongo que al descansadero entre otros.







Ya en el coche, un cambio de calzado y ropa de forma rápida, ya que el frío se estaba instalando en la zona y, rápidamente, hacia Montellano a reponer sales minerales.

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:

http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6181563

lunes, 17 de febrero de 2014

Subida circular al Mulhacén desde Trevélez

Ruta que realizamos el día 8 de Junio del año 2.012

Fuimos Mª José y yo, Antonio.

Ruta que incorporo al blog para completar la información de los tres miles de Sierra Nevada y, de camino, a la de los techos andaluces de cada provincia que, en un futuro, incluiré (menuda idea incorporar esto último, con el atasco de rutas que aún tengo que incorporar al blog)

Partimos desde Sevilla el día anterior y llegamos a Trevélez procedentes de Torvizcón donde, pasado éste, dejamos la carretera autonómica para tomar el desvío por la comarcal hacia La Umbría y Almegíjar y luego directamente a Trevélez.

Nos quedamos en el hostal Mulhacén, a la entrada del pueblo y en la parte más baja, TOTAL ¡!, ¿que son 150 m de desnivel desde donde nos encontrábamos respecto a las últimas y más altas casas del pueblo? Si teníamos por delante 2.000 m de desnivel!!! Un hostal apañado, económico y muy amables sus dueños.

Nos dejaron, incluso, el desayuno preparado y en la habitación, pues partíamos a las seis de la mañana: un termo con café con leche y unas magdalenas.

Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, caminamos un primer tramo por la propia carretera que recorre Trevélez por su interior, ya en ascenso. Esta iba a ser toda la tónica del día hasta llegar a la cumbre y, aunque a veces la recortábamos, prácticamente la seguimos hasta que nos dejó en las casas superiores donde se acabó. 



Previamente pasamos el Barranco de Barrio Alto y, tras dejar abajo las últimas casas, también superamos el río Chico y su acequia.

Ya por senderos, caminábamos entre huertas para rápidamente alejarnos de ellas y caminar por laderas de montaña propiamente dichas.





Por cierto, conocimos a una pareja de Madrid con los que realizamos esta ruta y fueron nuestros compañeros de excursión. Él, experto montañero, y su novia, novata en estas cuestiones, que al final de la jornada, se acordaría durante mucho tiempo del castigo sufrido.

Desde aquí, un saludo a Rosa y Jose.

Subíamos sin descanso. Pasábamos, de vez en cuando, entre pequeñas chozas o edificaciones de piedras, cruzamos otros marcados senderos y, cuando nos dimos cuenta, ya nos encontrábamos a una considerable altitud respecto al pueblo, aunque nos faltaba muchísimo más.




Nos encontrábamos por la zona de Haza del Chorrillo, junto a los Tajos del Chorrillo.

El sendero, sin confusión, nos llevó a las Chozas del Chorrillo, construcciones en piedras de tipo pizarra, y a una era medianamente conservada donde nos tomamos un buen respiro.



Continuamos para arriba sin pausa, parece que era interminable, y dejamos de ver Trevélez desde lo alto. El propio trazado y las diferentes laderas nos lo fueron ocultando.


Encontramos nuestras omnipresentes vacas, a las que les costaba trabajo apartarse de los senderos. 



También localizamos un insecto, parecido al saltamontes pero sin alas y más grueso, típico de esta zona alta, con bastante menos movilidad que el que observamos a cotas mucho más bajas. Supongo por haberse adaptado a este medio tan hostil.


Continuamos por esas inmensas laderas, tomando poco a poco altitud, hasta que llegamos a percibir nuestro objetivo, que todavía se intuía muy lejano.




Caminábamos por la Loma de los Peñoncillos.

En poco tiempo alcanzamos nuestra primera etapa del recorrido, el Alto del Chorrillo con 2.721 m de altitud, lugar donde conectamos con el carril hasta donde suben los microbuses 4x4 que traen a montañeros desde Capileira para subir al Mulhacén. Concretamente, este día, vimos uno aparcado esperando la vuelta de sus clientes.




 Desde este punto se observaba a la perfección el resto del recorrido que nos quedaba, así como la famosa Loma del Mulhacén.


El mero hecho de ver el Mulhacén delante nuestro, en cierto modo nos reconfortó de tal manera que los 1.300 m de desnivel que llevábamos en nuestras piernas, por un momento, pasaron a un segundo plano y, con renovadas energías, retomamos el resto del sendero.

Caminamos durante unos 500 m por el carril que, de seguirlo, nos hubiese llevado al refugio de la Caldera, junto a su laguna. Pero nosotros nos desviamos, justo en el cruce, hacia el lado contrario del desvío que tiraba dirección al refugio del Poqueira, ya con marcada y alineada dirección hacia nuestro objetivo.

Por supuesto y como siempre, en continuo ascenso, caminábamos por la Loma del Tanto, dejando ya, a lo lejos, el Alto del Chorillo con el microbús aparcado.


Las vistas sobre los Hoyos del Veleta eran de primer orden. Se veía perfectamente la caída de las aguas del río Veleta procedentes de las Lagunas de los Vasares que, aunque no se divisaban, se intuían. Un paraje sobrecogedor, grandioso.



Seguíamos hacia arriba por un paraje seco, pedregoso, amplio, con pocas y desperdigadas plantas típicas de las altas cotas, hasta que dejamos la Loma del Tanto, para proseguir por la Loma del Mulhacén.


Llevábamos la dirección hacia un prominente y marcado cúmulo de piedras de mayor porte donde alguna que otra cabra montesa nos observaba. Al final llegamos al pico adelantado del Mulhacén, el Mulhacén II con 3.362 m de altitud.






Por supuesto, fotos a punta pala con este primer triunfo conseguido, aprovechar para tomar un respiro mirando las magníficas vistas que desde aquí se tenían de la laguna de la Caldera y su Puntal, abrigarnos algo, pues el frío y el viento se hacían notar, y proseguir con nuestra ruta.





A medida que nos aproximábamos a nuestro verdadero objetivo de la jornada, se observaban cobijos artificiales como de cerramientos realizados con piedras. Supongo que para refugiarse en caso de mal tiempo.


Las vistas eran sublimes. A nuestras espaldas, la cordal de los Tajos de la Virgen, el Veleta, cerro de los Machos, Boto, Puntal de la Caldera….


Hacia delante, los paredones del Mulhacen cortados a pico, sus vasares, la Alcazaba y, al fondo, el Covatillas entre otros. Espectacular.


La Laguna de la Mosca, al asomarte por las paredes del pico.


La cumbre era una feria, no había manera humana de poderse retratar a solas con el poste geodésico, pero el reto lo habíamos conseguido que era lo importante. Estábamos en la cumbre del Mulhacén, con sus 3.479 m de altitud, techo de Granada, de Andalucía y de la península. Otro pico más para el bote, muchas veces lo pienso… en qué bote?? Es que cabe un pico en un bote?? Realmente es mi bote personal el que voy llenando con compañías, sensaciones, retos y experiencias vividas que jamás podrán ya salir de ese espacio.







Este objetivo (que, trabajo nos costó) lo disfrutamos al máximo escudriñando todos los rincones posibles, mirando hacia todas partes. Repusimos sales perdidas y comimos gozando del triunfo obtenido, disfrutando plenamente del momento. Lástima que, por entonces, yo no me había planteado el intentar realizar todos los tres miles de Sierra Nevada y no conocía que, uno de los tres mil, era el  del Mulhacén Antecima Sur con sus 3.427 m de altitud y no subí a él  habiendo estado a su lado. Pero bueno, una excusa más para volver a subir a este magnífico pico.

Tras el merecido descanso, desandamos parte del último trecho para desviarnos antes de llegar al Mulhacén II, próximos a la Cañada del Borreguil, por la Cuesta del Resuello. Menos mal que ya era cuesta abajo, que sólo con el nombre asusta, aunque nuestra dosis de subida ya la llevábamos en el cuerpo y, la bajada iba a ser eterna. Se trataba de un mirador natural excepcional sobre el paraje de las Siete Lagunas.

Atravesamos algunas palas de nieve que le dieron un toque diferente y especial y contemplamos a vista de pájaro las lagunas, principalmente la mayor, La Hondera.






Muchas nubes aún quedaban por debajo nuestra. Nos lo tomamos con calma, disfrutando de todas las vistas. Finalizando la bajada del Resuello, a la altura del Tajo del Contadero, iniciamos la bajada en acusada pendiente hacia la laguna Hondera.







Se nos acercaban las cabras montesas, a muy corta distancia, acostumbradas al paso de los montañeros. Atravesamos el nacimiento del río Culo de Perro, que se formaba de estas lagunas y caía en una preciosa cascada en forma de cola de caballo, por las Chorreras Negras, increíblemente bellas.






Bajamos paralelas y próximas a ellas. Era un lujo contemplarlas. Más adelante pasamos junto al dique roto, donde otros montañeros aprovechaban los rayos solares para tomarse una pequeña siesta, por el Prado de las Yeguas.






Dejamos de ir paralelos al río y tomamos dirección de la acequia del Mingo que conservamos paralela a cierta cota durante un trayecto.

Continuamos bajando por las inmensas laderas que a veces eran ocupadas por... quién sino.... Las vacas ¡!




Tuvimos que cruzar la citada acequia, en continuo descenso, hasta alcanzar la zona de Prado Largo donde nos desviamos de nuevo girando unos 90º de la dirección que llevábamos para, pasado Los Posteros, alcanzar la acequia Gorda, caminar junto a ella unos 500 m, atravesarla por puentes de listones de madera y llegar a la zona conocida por Majadillas.



Por fin tuvimos Trevélez en nuestro punto de vista. Aun tuvimos que superar varios barrancos, pasando junto a varios cortijos, entre ellos el de La Umbría. Pasado el último barranco, el de Porras y la acequia Nueva, entramos en contacto con las primeras casas del pueblo.

Callejeando, llegamos de noche al hostal donde nos dimos una buena ducha y buscamos, más tarde, un bar para cenar.

Al día siguiente, cuando nos marchábamos de vuelta, nos hicimos nuestra última foto con ese bello pueblo granadino.


 DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:





 Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace: