jueves, 25 de julio de 2013

CIRCULAR CRUZ DEL ROMERO-CANUTO RISCO BLANCO Y CERRO BACINETE

Ruta realizada el día 8 de Junio del 2013.

Fuimos Patxi, Juan José y yo, Antonio, el que les escribe.

Procedente de Jeréz por la ruta del Toro (autovía Jeréz los Barrios) y, pasado el inmenso pantano o embalse de Charco Redondo y el túnel que nos encontramos a continuación, nos encontramos dos posibles opciones de recorrido.

El primero, coger la primera salida que encontramos a la derecha, que nos llevaría a una rotonda y, de nuevo la primera a la derecha. Sin dejar esta carretera en ningún momento  llegaríamos al Ventorrillo Blanco, frente al que se encuentra una gran cancela verde de dos hojas  con candado, que sería el inicio de nuestra ruta. Cerca de donde el arroyo de Bacinete cruza la carretera, entre el km 91 y el 92.

Pero nosotros tomamos el segundo. Seguimos la autovía y pasamos un túnel doble, (uno a continuación inmediata del otro)sólo en el sentido de nuestra marcha. Tomamos el siguiente desvío que nos encontramos a nuestra derecha y,  girando en dos ocasiones más a la derecha en los cruces que nos encontramos, dimos a la carretera que nos llevaría a la altura del Ventorrillo Blanco que, en esta ocasión, se quedaba a nuestra derecha donde dejamos el vehículo, con la cancela a nuestra izquierda.

Pues, mochilas a nuestra espalda y botas de montaña en nuestros pies, damos inicio a nuestra larga, pero presuntamente bella, atractiva y por qué no, “investigadora” ruta, proyectada y organizada, como siempre, por nuestro amigo y compañero de fatiga, Juan José.

Para la Cruz del Romero y el canuto de Risco Blanco es necesario solicitar permiso del Parque de los Alcornocales en la dependencia de Alcalá de los Gazules.

Como comenté en la anterior entrada, sólo he subido una vez a la Cruz del Romero (con Manuel) por el Canuto de Risco Blanco y, en esta ocasión, pretendíamos hacerlo desde otro punto, eso sí, bajaríamos por el precioso Canuto para, posteriormente, subir al cerro del Bacinete a buscar las diferentes tumbas antropomorfas y pinturas rupestres que existen por la zona. De ahí que haya incluido, en el principio de mi redacción, lo del “carácter investigador” del trazado que nos hemos propuesto realizar.

También quiero lanzar desde aquí que voy a ser fiel al sistema y modelo que sigo en la transmisión de datos en mi blog y, por lo tanto, seguiré añadiendo todos los datos de interés de la ruta, incluido el track del trazado, ya que considero que todo el mundo tiene derecho a poder visitar, ver y gozar de las magníficas obras que nuestros ancestros dejaron en este lugar y creo que la información no debe de ser de unos pocos afortunados, sino que se debería ser accesible a cualquiera que se interese.

Cierto es que, si lo que se quiere es proteger a esas pinturas de ciertos vándalos que, por desgracia existen, lo mejor es NO anunciar nada pero, si se le da publicidad, no entiendo por qué no se ofrece completa la información.

ESO NO QUITA QUE TAMBIÉN LANCE UN RUEGO: QUE TODOS LOS QUE VISITÉIS ESTA ZONA, LO HAGÁIS CON EL MÁXIMO DE RESPETO Y CUIDADO Y, SENCILLAMENTE, OS LLEVÉIS LAS FANTÁSTICAS FOTOGRAFÍAS Y MOMENTOS QUE DE AQUÍ SE PUEDEN OBTENER Y QUE NO QUEDE, ABSOLUTAMENTE, PERO ABSOLUTAMENTE NADA DE NUESTRO PASO.
SÓLO ASÍ, PODREMOS SER AUTÉNTICOS HOMO SAPIENS Y NO ANIMALES, Y PODREMOS VERLAS DE NUEVO EN EL MISMO ESTADO Y QUE NUESTROS HIJOS, FAMILIARES Y AMIGOS, TAMBIÉN PUEDAN HACERLO. GRACIAS.

Nuestro inicio fue un salto de cancela para caminar por el carril perfectamente marcado, el paso posterior de una portilla y otra cancela, algo más adelante y, justo en este lugar, sería el encuentro con el retorno previsto tras realizar la circular.


Continuamos por el carril Vereda de la Granja. Caminábamos bordeando la falda, por la parte inferior, de las estribaciones de la sierra del Niño.

Prácticamente por el límite del bosque, unas veces con auténticas alfombras de flores, y otras, de helechos, pasamos por varios arroyuelos que cruzaban nuestro camino.



Tras pasar por una nueva portilla y caminar un largo recorrido, llegamos a otra portilla que era como el paso a una extensión de terrenos con diversas edificaciones, “La Granja”. Era como una gran cortijada. Caminábamos algo tensos, con miedo a que apareciera algún gran perro o que algún propietario nos llamase la atención pero, lo cierto y verdad es que, durante todo el itinerario que fuimos rodeando este complejo (que tenía desde grandes mansiones a naves de crías de animales) no vimos un alma y eso que, coches aparcados había varios.

Nuestro carril desembocó, mediante un cruce de caminos, a uno principal por el que proseguimos. Éste procedía de la carretera donde teníamos el coche pero a otra altura, entre el área recreativa “La Porqueriza” y el cortijo de Ahojiz. No sé si existiría paso desde aquí o también dispondría de cancela con candado.

El caso es que, caminando a un paso enérgico, superamos las últimas edificaciones (creo recordar que se trataban de cuadras inmensas) y, tras pasar una cancela, dejamos atrás todo ese complejo denominado “La Granja”.


El carril seguía igual de marcado que antes pero con algo más de pendiente y cada vez más integrado  e internado con el bosque de árboles que nos rodeaba.

El trazado hacía bastantes zigzag para atenuar las pendientes. Se observaban rocas desnudas que sobresalían del mar de copas arbóreas así como formidables farallones rocosos.



Desde algunos puntos del trazado se observaba toda la Sierra del Niño.



Tuvimos que pasar los arroyos de la Garganta del Niño y de la Garganta de la Hoya aunque, antes, observamos una edificación que parecía seguir en uso, como de usarla el ganado. Algo más adelante nos desviamos del camino principal para tomar por otro de características similares.




Durante un amplio tramo caminamos algo paralelos al arroyo de la Hoya de Ahojiz. Disfrutábamos de unas bonitas vistas, un alargado valle coronado por todo el perfil de la Sierra Sequilla.

Pero llegamos al punto donde, dejando de espaldas la citada sierra, nos tocó subir de lo lindo y, mediante sucesivos zigzag, el camino iba subiendo ya con pendientes acentuadas. Tuvimos que vencer un desnivel de unos 400m en poco desarrollo horizontal.

Para nuestra sorpresa y desagrado el camino se rodeó repentinamente de un eucaliptal  bastante tupido. Sólo era una mancha muy puntual pero  no entendemos que hacen esos árboles en este maravilloso alcornocal.


Suponemos que se tratará de alguna repoblación tras algún incendio. Espero que después se coloquen los verdaderos dueños y amos de esta sierra, los Quercus.

Salimos de los eucaliptos, tras empinados repechos, y nos encontramos sin árboles, sólo matorral bajo pero de una tonalidad verde intensa que cubría toda la superficie menos nuestro definido sendero y, poco a poco iban apareciendo rocas de areniscas aisladas con formas de todo tipo. A este tipo de roca le afecta enormemente los agentes atmosféricos y se veían perfectamente detalladas las partes más resistentes frente a las más blandas creando formas de lo más curiosas.








Llegamos a la altura de un muro de piedra que supongo que hará la función de límite municipal y, por esa zona, decidimos comernos unos bocatas, tras la fuerte y continuada subida.



Tras la recarga energética continuamos en ascenso, pero más moderado, por una zona desarbolada. Sólo una gran espesura de matas de jaras y brezos nos bordeaban por ambas partes. Es difícil imaginarse como se podría caminar en esta zona, fuera de senderos.


Se divisaba desde lo alto de nuestra posición el embalse de Almodóvar que se encontraba rodeado de aerogeneradores. No cabían más por toda esa superficie!!!

Si alzábamos nuestra mirada se veía la costa e incluso la arena de sus playas.



El carril que seguíamos se introdujo en un pequeño pero espeso bosque de alcornoques jóvenes de mediano porte y, al salir de él, prácticamente nos encontramos en la zona superior de la sierra del Niño. La vegetación de nuevo se convierte en matorral bajo y las piedras de arenisca toman formas extrañas.




Vamos, no me digáis que esta roca no parece: ¡! la cresta de un pollo ¡!


Nos entretuvimos por todas las oquedades y formas tan particulares que tomaban las rocas del lugar. Nos metíamos por todos los recovecos que encontrábamos, fisuras, pequeños y grandes abrigos,… hasta que llegamos a la joya de la corona: un descomunal arco de piedra, impresionante regalo para la vista.











Tras bichear por un rato, cogimos el sentido contrario al que trajimos y caminamos por un cortafuego, o algo parecido, dirección al pico más alto de esta sierra, la Cruz del Romero.


Accedimos a su poste geodésico tras una corta trepada por unos montículos de rocas. Desde allí las vistas eran inmejorables, multitud de sierras y la gran bahía algecireña con el Peñón sobresaliendo sobre el mar. Un lugar idílico para gozar de un buen almuerzo a base de bocatas, frutos secos, frutas, chocolates y líquidos de todo tipo para poder tragar todas esas viandas.





Allí coincidimos de nuevo con un grupo de senderistas que ya nos encontramos por la zona del arco de piedra, con miembros de diversas procedencias, unos de Málaga, otros de Alhaurín, ect… Un saludo desde aquí a todos.

Partimos de esta magnífica atalaya para bajar por el canuto de Risco Blanco. Al principio tuvimos que bajar, campo a través, hasta conectar con el marcado sendero. Entre galerías de árboles y arbustos, con un suelo tapizado de hojas secas, alcanzamos el fondo de la vaguada por el que discurría un bonito arroyuelo que, en ocasiones, estaba oculto por los helechos.







Pasamos un aporte ferroso y, siempre en bajada, alcanzamos un carril de tierra que seguimos durante unos metros para desviarnos de nuevo y proseguir, por sendero, entre un precioso alcornocal con una bajada con piedras a modo de escalones.




Más tarde dimos con un horno de piedra situado junto a una laguna estacional que, en esta ocasión, estaba sin agua pero algo embarrada.


Continuamos con nuestro itinerario hasta que llegamos a su final. Mediante un poste de señalización se informaba sobre el sendero del canuto de Risco Blanco y un saltadero para pasar la valla.




Salimos a un camino de tierra, la antigua carretera CA-221 de los Barrios a Facinas, que recorrimos durante algunos kilómetros y por la que circulan vehículos a motor de vez en cuando y, muchísimas bicicletas, en ocasiones, a toda pastilla.


Caminábamos junto o encima del gasoducto de Tarifa, que tenía señales cada diez metros. Llegamos a la altura de otro cartel informativo, en esta ocasión sobre el sendero que recorre el arroyo de San Carlos del Tiradero, situado junto a las ruinas de la casa de Juan Carlos del Tiradero.


Más adelante nos encontramos con un singular cartel para el tráfico rodado: “No atropelles a los anfibios”; ya que existía una diminuta charca en la que, según el cartel allí colocado, deben existir numerosas especies, ¡! Nunca había visto como una pequeña charca es capaz de producir tanta variedad ¡! Cierto es, que en el arroyo que atraviesa en ese punto el camino, observé un galápago leproso.



Por fin dejamos el camino de tierra, pasamos una cancela que encontramos a nuestra izquierda con dirección al Bacinete y cerro de las Cuevas y, se supone que por esta zona, encontraríamos las tumbas y pinturas que, en estos momentos, eran nuestro objetivo.

Lo primero que hicimos fue buscar la cueva del Corchadillo o Peñón de la Cueva. Tras pasar por una nueva cancela, dimos con un gran bolo de piedra, aislado entre alcornoques, con dos claros abrigos diferenciados. El acceso a ellos es algo expuesto, por lo que utilizamos el zoom de la cámara para fotografiar las pinturas y he usado el photoshop para arreglarlas y no arriesgar más de lo necesario.





Retrocedimos por nuestros pasos hasta la segunda cancela,  punto donde nos desviamos para buscar este peñón, y continuamos en sentido ligeramente ascendente. En esta ocasión, buscando las tumbas, pasamos un saltadero, pero lo que nos encontramos, en primer lugar, fueron inmensos bloques pétreos aislados que formaban pasillos estrechos que daban un aire mágico e interesante al lugar. No me extraña que esta zona se utilizara, posiblemente, como lugar de ritos en épocas pasadas.



Aunque algunas de las rocas tenían abrigos parece que no había pinturas en ellas (o al menos no se han conservado hasta nuestros días) pero, al fondo de uno de los pasillos, vimos una reja en un estado regular (parecía forzada y  deteriorada) que cumplía la misión de proteger unas pinturas rupestres. Creo que se trataba de la cueva del Bacinete.  Eran muy numerosas, muchas muy juntas unas de otras, y tenían un buen estado de conservación o, al menos, eso me pareció. No soy un entendido en la materia.



De nuevo haciendo uso del zoom y sin superar la reja, fotografiamos todos los posibles rincones intentando no dejar ninguno sin retratar. Era curioso el ciervo pintado con los detalles de la cornamenta. A mí me llamó mucho la atención, entre otros dibujos.


Tras deleitarnos y transportarnos, al menos durante un momento, miles de años atrás, nos dispusimos a reanudar la marcha. Esta vez sí que íbamos a por las tumbas antropomorfas y, en poco tiempo, llegamos a un conjunto de ellas. Estaban como divididas en dos sectores claros, dos piedras diferentes. En una de ellas existían dos tumbas y un circulo labrado, mientras que en el otro bloque pétreo existían varias más, ¡! Fotos a reventar ¡!



Desde este punto tiramos por una zona fuera, completamente, de senderos y, a través de mucha vegetación de matorral alto y con bastantes pinchos, caminamos durante, al menos, unos 100 a 150m interminables y algo incómodos pero que nos dejaron en un bosque de alcornocales donde existían aun alguna que otra tumba aislada por la zona, así como una especie de sol labrado en una roca del que desconozco su significado y función.



Ya sólo nos restó seguir un tramo por este bello bosque hasta alcanzar la cancela por donde, esta mañana, cogimos para realizar el trazado circular, siendo el resto del trazado, el mismo que hicimos pero en sentido inverso hasta llegar a nuestro vehículo.


En esta ocasión, fue en Tomares donde repusimos las sales minerales y la energía gastada.

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




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