domingo, 22 de diciembre de 2013

Circular Alájar-cerro del Castaño-Alájar

Ruta realizada el 2 de Noviembre de 2013.

Fuimos Pilar, Juan José, Conchi, Pepe, Espino, Eugenio, Mª José y yo, Antonio.

Nos dirigimos desde Sevilla a Alájar, pasando por Aracena y Los Marines.

Entramos al pueblo de Alájar por la calle del Médico Emilio González y aparcamos rápidamente en ella.
Estaba concurrida la localidad, ya que coincidimos con una feria de productos artesanales.

Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, iniciamos nuestra ruta, de momento, callejeando por el interior de Alájar.

Continuamos durante un trayecto por la calle por la que entramos al pueblo y, casi a la altura de una amplia plaza, nos desviamos a nuestra derecha por la calle Constitución, no sin antes observar un bar curiosísimo que tenía todo el techo decorado con corchos en relieve recreando unas águilas entre otros personajes (una verdadera obra de arte).

A continuación pasamos por la calle San Bartolomé, desde la que se observaba la bella Iglesia de San Marcos, que nos condujo a las últimas casas, las situadas en la periferia del pueblo. Acto seguido, tuvimos que atravesar el cauce del Barranco de Hoyo, un arroyo que, junto a otros, aporta sus aguas para formar la rivera de Alájar.

Recuerdo un bonito puente para vadearlo aunque, dos de nosotros, lo hicimos por el propio cauce ya que llevaba un ínfimo caudal.


Pasado este último obstáculo, mirando hacia atrás, quedaba una bella estampa del pueblo con su Iglesia como elemento más esbelto.


Tras las vallas y muros, por los que caminábamos en paralelo a las diferentes fincas, se encontraban los animalitos más representativos de esta zona, el cerdo ibérico.


Conectamos con un camino que nos llevaba en la dirección de la Ruta de los Molinos pero, justo antes de iniciarlo, nos fotografiamos en un bonito pero pequeño salto que realizaba el que ya podría ser Rivera de Alájar.



Caminamos por un atractivo camino, bordeado por muros de piedras y entre alcornoques y encinas de gran porte que, de vez en cuando, te permitía observar distintas edificaciones, la mayoría antiguos molinos reformados.




Abandonamos el mismo para dirigirnos hacia uno de ellos, teniendo que atravesar la Rivera por una puerta de madera puesta a modo de puente provisional. Dejamos a nuestra izquierda el molino, que se trataba de una casa familiar en la que disfrutaban de una buena barbacoa.



Nos encontramos tras otras vallas y muros con otros simpáticos personajes, en esta ocasión burros. Uno de ellos se nos acercó y comía bellotas de nuestras manos.


Pronto, alcanzamos otro arroyo que tuvimos que superar, el Barranco de la Tejonera. Zona de mucha vegetación.


Caminábamos de nuevo limitados a ambos lados por sendos muros de piedras que nos llevaban con dirección a diferentes cortijos y pasamos junto a una fuente manantial, casi al lado de la carretera comarcal, la cual mantuvimos durante un trayecto en paralelo a nuestro trazado.



A veces el camino era invadido por las verdes plantas que llegaban a cubrir por entero los muros, dando sensación de estar en otras zonas más norteñas de la península.


Caminando, caminando, pasamos por la aldea de El Cabezuelo para, más tarde, pasar por la de El Collado, atravesar la carretera comarcal y terminar en El Calabacino, pequeña, pero atractiva aldea que con sus viviendas de paredes blancas deslumbrantes, recubiertas de una especie de hiedra trepadora con sus hojas de tonos ocres, le daban un aire muy singular.



Continuamos dirección al Cerro del Castaño entre caminos tapizados por completo de verde, espectaculares encinas, castaños, robles, alcornoques y arbustos de todo tipo, enredaderas, zarzas y madroños de frutos bien hermosos.


Por el camino realizamos la parada de avituallamiento y visitamos la Iglesia de la Santísima Trinidad del s. XVIII, caminando en algunos tramos por empedrados, restos de una antigua calzada romana.





Tras un largo trayecto, y siempre en suave ascenso, nos fuimos dando cuenta que los árboles iban siendo todos de la misma familia o género y nos fuimos introduciendo en un castañar o castañal.



El camino estaba repleto de castañas en el suelo y de sus erizos (zurrón). Cogimos algunas y nos la comimos por el camino, aunque tengo que decir que son el sustento de bastantes familias que se dedican a su recolección y venta y, por lo tanto, no deberíamos cogerlas.

Llegamos a la falda del cerro, en plena Sierra del Castaño, y comenzamos una fuerte subida entre grandes castaños y el suelo tapizado de un frondoso helechal, campo a través y sin sendero definido. En su parte alta se transformó en un tupido bosque de jóvenes robles que nos obligaban a caminar entre ellos haciendo muchas eses para ir esquivándolos .







Justo en su cumbre había un gran poste geodésico con una inmensa base donde cupimos todos para hacernos la foto de rigor. ¡Conquistado el Cerro del Castaño, con sus 960m de altitud!


Allí almorzamos con una espléndida temperatura y al sol como las lagartijas. Las vistas eran amplias aunque con la molestia de algunas copas y ramas de los árboles que nos rodeaban.

Se divisaban varios pueblos a todo nuestro alrededor y gozamos de un magnífico descanso y momentos de tertulia.


Llegado el momento, emprendimos el regreso bajando por el mismo camino de subida pero, una vez en la base del Cerro, nos dirigimos hacia la peña de Arias Montano, con lo que nos separamos del camino que trajimos y comenzamos a cerrar la circular.



De nuevo caminábamos entre senderos cuajados de vegetación frondosa y grandes árboles. Tuvimos la suerte de ver y fotografiar una curiosa serpiente (creemos que se trataba de un ejemplar joven de culebra de escalera) y, poco a poco, llegamos a la altura de la Casa del Robledo.


Ya en suave pendiente constante llegamos a la Peña de Arias Montano, con unas preciosas vistas sobre Alájar desde arriba.




Nos tomamos café y mosto del lugar, miramos todos los tenderetes de productos de la zona, vimos la Ermita de la Reina de los Ángeles, nos hicimos fotos por todos sus rincones, en las barandillas, en la espadaña y, sin darnos casi cuenta, se fue la claridad del día y se impuso la oscuridad de la noche.




La bajada hacia el pueblo la realizamos completamente a oscuras, por un sendero que recortaba a la carretera, y bien abrigados puesto que la temperatura bajó bastante. Entramos por la calle de Ruiz de Alda y rápidamente conectamos con la del Médico Emilio González, donde teníamos los vehículos al fondo.


Antes de montarnos en ellos aprovechamos que había un bar abierto (parece que era el único que no había cerrado aún) para tomarnos unas cervezas y unas ricas tapas.

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




 Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:



jueves, 12 de diciembre de 2013

Circular por la crestería completa de Camorro Alto con la guinda del Cerro del Águila

Ruta realizada el día 1 de Noviembre de 2013.

Fuimos Patxi, Juan José y yo, Antonio.

Pues sí, tenía ganas de enfrentarme con esta crestería de principio a fin.

He subido al Camorro Alto desde el propio Torcal y también desde la Escaleruela, pero nunca he recorrido toda su dorsal así que, al comentárselo a mis compañeros de fatiga, no me pusieron ninguna objeción. Es más, Juan José nos preparó una atractiva ruta con un final inesperado (aunque vamos, nosotros que le conocemos, sí que nos extrañaríamos que no tuviese un as en la manga escondido, como guinda final del pastel, al recorrido).

Procedentes de Antequera y desviándonos por la carretera comarcal que se dirige hacia el pueblo del Valle de Abdalajis, a unos cinco kilómetros nos volvimos a desviar a nuestra izquierda. Esta vez con dirección a Los Nogales y La Joya.

Esta carretera se dirige y bordea parte del extremo oeste de la crestería donde está situado el Peñón de Vallejos.

Dejamos el coche junto a un cortijo y la fuente de la Higuera. Justamente enfrente, al otro lado de la carretera, había un carril de tierra que nos llevaba hacia el cortijo de la Fuenfría. Por ahí tomamos para iniciar nuestro largo recorrido del día.


El extremo más occidental de la cordal, donde se encuentra el citado Peñón, estaba como separado del resto por una marcada hendidura producida por el cauce del arroyo de los Alamos que, durante un buen tramo, también bordeaba por el sur, la línea montañosa.

Tras colocarnos nuestras mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, anduvimos un trayecto por el carril, dejando a nuestra izquierda la siguiente elevación de esta crestería, en esta ocasión denominada El Puntal. Rebasada ésta, nos salimos del carril para bordear unos campos de cultivos, que aún no estaban sembrados, y alcanzar la falda de la larga cordal.

Subimos campo a través por un terreno cómodo de caminar. A media ladera tuvimos que superar un vallado sin mayores problemas y, en poco tiempo, nos colocamos en lo alto de la crestería. En su divisoria!!!


La vista hacia atrás, a nuestra espalda (la parte occidental), era espectacular con toda la sierra del Valle de Abdalajis, El pico Capilla y la Huma como sus principales elevaciones y, hacia delante (parte oriental), toda esa “V” invertida que nos quedaba por recorrer.






A partir de ese punto, y de ese momento, nos dedicamos a disfrutar de esa impresionante cordal escudriñando todos los rincones y montículos que nos íbamos encontrando. Nos dedicamos a hacer de verdaderas cabras.

Se observaba un promontorio más elevado, a la derecha de la cordal a lo lejos, al que nos dirigimos como abejas en busca de néctar.


Se trataba de grandes losas inclinadas con caprichosas formas en las que nos divertimos un rato.








Pisado este punto alto, proseguimos con nuestro trazado tras crestear, durante otro largo tramo y siempre en suave ascenso. Tuvimos que descender a un pequeño y encantador valle.





Pero se trató de una insignificante salvedad puesto que, rápidamente, seguimos para arriba.


Comenzamos a disponer de amplias y bellas vistas a casi todo nuestro alrededor, descubríamos terrazas naturales de impacto y, siempre o casi siempre, sin dejar de pisar roca caliza, que es lo que nos va.



A lo lejos y haciendo gala del zoom de la cámara, pudimos ver, por primera vez, el poste geodésico pero, para nada, podíamos imaginar por donde deberíamos pasar aún hasta llegar a él.




Ya en pleno reino rocoso, saltando de una roca a otra, evitando las grietas y aristas cortantes y, tras haber superado una nueva elevación de 1.311m de altitud, la cordal, de nuevo, se vuelve descendente de forma continuada hasta llegar a la base de nuestro ansiado pico.





En su falda se divisaba una marcada línea, formada por una hilera pétrea, que formaba un plano superior. 

Nos enfrentamos con la última subida antes de alcanzar el Camorro Alto.




La pendiente se agudizó y caminábamos por losas y piedras con un buen desnivel hasta que, de repente, nos dimos de bruces con un maravilloso espectáculo. Paredones verticales enormes!!! Auténticos abismos!!!


Nos paramos un rato en uno de esos riscos para otear el paisaje y disfrutar del momento aunque duró poco ya que, de repente, se oyeron voces llamándonos. Se trataba de una pareja de escaladores, que desde abajo del todo, nos preguntaban si sabíamos de la ubicación de una vía ferrata.





No teníamos ni idea que allí existieran ferratas, pero el caso es que nos animó a buscarlas; total, ¿a que habíamos venido aquí? Pues a explorar todos sus rincones, ¿no?

Llegamos a descubrir hasta tres vías ferratas, todo un reto!!! Disfrutábamos como enanos!!! Terrazas totalmente planas, a 50 metros de altitud, cortadas a pico; piedras encajadas entre paredes verticales, salientes y entrantes con el abismo al lado, pasillos, tipo fajas, que te ponían los bellos de punta, ect…










La verdad es que gocé de lo lindo. Al ir escribiendo estas líneas, vuelvo a recordar y me meto en esos momentos que pasamos, descubriendo esas desconocidas pero apasionantes zonas.

Pero había que seguir hacia delante, no nos íbamos a quedar todo el tiempo allí, así que, tras superar otro mar de piedras, aunque de vez en cuando te premiaban con un atractivo llano cubierto de una verde hierba, conseguimos encumbrar.










Fotos, comida, otear para todas partes incluida la subida de la pareja anterior por la vía ferrata y tirar para abajo, por supuesto por la cordal, para terminarla.




Teníamos todo el Torcal, casi a vista de pájaro, inimaginable!!


Descendimos por una pronunciada canal, donde tuvimos la anécdota del día. Patxi, le dejó la cámara a Juan José para que lo grabara, pero en ese momento, la cámara se resbaló de ambas manos y empezó a botar “literalmente” de piedra en piedra, recorriendo unos quince metros. Cuando se paró, ninguno dábamos un duro por ella, pero la sorpresa fue que cuando Juan José la cogió, la cámara funcionaba perfectamente.

Por si estáis interesados en saber su modelo: Panasonic TZ20 (está claro, que se trata de una cámara de campo)



La bajada se fue complicando cada vez más, con fuerte inclinación y buscando los mejores pasos entre las rocas hasta que por fin “o por desgracia”, tocamos suelo firme de tierra.




Ni qué decir tiene que, este itinerario, es sólo para gente experta que se desenvuelva bien por este tipo de terreno ya que, un fallo en estas circunstancias, puede acarrear un grave incidente que se puede convertir en accidente.

La vuelta o regreso la hicimos por el carril de tierra, que procedente de la Escaleruela, nos llevaría hasta nuestro punto de inicio, bordeando completamente por la falda o base, a la crestería realizada.


A la altura del cortijo de los Navazos, nos desviamos a nuestra derecha, dirección al cortijo Navarrete, que dejamos a nuestra derecha y, a la altura del cortijo la Fuenfría, Juan José nos desveló su sorpresa guardada.
Subir al cerro del Águila. ¡ Como si no hubiésemos tenido ya bastante ¡


Pues nada, para allá que nos enfilamos, por un camino muy deteriorado, como de haber pasado un torrente de agua que se hubiese tragado el camino.

 Justo en su inicio existía una fuente con varias piletas escalonadas. El carril, si se le pudiera llamar así, subía de forma constante y pasaba por el borde de cultivos. Más arriba, entre árboles que formaban un pequeño bosque y, casi en su cumbre, tras pasar una valla por un saltavallas existente, se convertía en una suave loma donde había una pequeña edificación abandonada como soporte de algunas antenas.







Las vistas desde aquí, con la luz de atardecer, eran preciosas.


Rápidamente descendimos por nuestros pasos hasta llegar al punto donde nos desviamos para subir al cerro y continuamos la marcha por el carril hasta llegar a nuestro vehículo.

Por supuesto nos cogió la noche como le gusta a nuestro querido Juan José: "aprovechando la totalidad del día “; "Y de la noche"; digo yo!!! y, tras cambio de calzado y ropa, nos dirigimos directamente a Tomares a reponer las sales minerales perdidas a pesar de que Patxi intentó, por activa y por pasiva, pará en un bareto de Antequera que él conocía.



Para otra ocasión será!!!

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




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